MOLESKINE ® LITERARIO

Notas al vuelo en cuaderno Moleskine® .

Gumucio y la vanidad cosmética

Rafael Gumucio. Fuente: emol.com

Después de haber pasado años recopilando aforismos, anécdotas, ensayos y artículos sobre la vanidad literaria, y escribir un libro llamado La disciplina de la vanidad, honestamente estoy agotado sobre el asunto. Pero eso no quiere decir que no me llame la atención cuando otro escritor lo toca, como es el caso de Rafael Gumucio y esta perversa reflexión al respecto que aparece en la Revista de Libros de El Mercurio.

Dice Gumucio: "La vanidad de los escritores no es espiritual o ideológica, es ante todo física. Se escribe para decir algo, o para ser querido -como decía García Márquez-, pero sobre todas las cosas se escribe para ser buenmozo. Los gordos escriben para ser flacos, los flacos para ser sólidos, los feos para acostarse con mucha gente, los buenosmozos para ser, de viejos, cuando sus rostros los abandonen, al menos interesantes. Nada de raro que los problemas y manías de los escritores -y más aún de esta contradictoria categoría de los escritores jóvenes- se parezcan a las modelos de pasarela. La vida sexual de muchos escritores, que sin la literatura permanecería en la rigurosa abstinencia o monogamia, es promiscua y deshilachada. Poseedores de una belleza artificial, de una belleza prestada, intentan una y otra vez probar los límites de su nueva apostura, hasta que ésta se gaste.

Los autores que rechazan sus fotos en las solapas, lo hacen por pura vanidad cosmética. Da lo mismo que en el relato confiesen tener una joroba, o alimentar tres verrugas en la nariz; la fealdad que puede imaginar un lector siempre es infinitamente menos desagradable, siempre más sublime o heroica, que la que el autor esconde en su pieza. No quieren que los lectores al ver la foto en la solapa bajen del pedestal al autor. La fealdad, la monstruosidad por escrito es siempre única, la fealdad -y la belleza- en la vida real es banal, generalmente común, se pierde en la calle, se confunde, fluye sin que la podamos tocar.

La vanidad de la escritura parece más duradera, más profunda, más interesante que la de las quinceañeras, o la de los modelos de Calvin Klein. Es a la postre más monstruosa, más patética, sobre todo cuando -y en Latinoamérica es cada vez más patente- no va acompañada de talento. Un talento que sabe que es en el flujo vulgar de rostros que no nos dicen nada, en esa piel llena de errores que llevamos, en esa vulgaridad que escondemos detrás de las palabras, donde está el verdadero sentido de la escritura. El talento que sabe que ese poder, el del que cuenta, es también una dictadura; que esa belleza, la del que nos hipnotiza, es también una de las formas del horror."

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