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Notas al vuelo en cuaderno Moleskine® .

Nooteboom en Menorca

Cees Nooteboom en Menorca. Foto: Cristobal Manuel. Fuente: elpaís


Cees Nooteboom ha aparecido muchas veces en este blog. Es un autor extraordinario, en especial cuando comenta sus impresiones de viaje (que casi siempre son interiores, aunque Nooteboom es un nómade sin dudas). Ahora, gracias a la publicación de un nuevo libro suyo titulado Lluvia Roja (siruela) y a su estancia vacacional en Menorca, Winston Manrique lo entrevista para "Babelia". Aquí algunas preguntas salpicadas:

¿Qué es lo que recomienda al viajero?
¡Dejarse llevar! Llegar a una ciudad, ir a la terminal de autobuses, tomar cualquiera y dejarse llevar. Así habrá aventuras, cosas feas, cosas bellas, gente interesante, gente aburrida. Nunca se sabe. Así el mundo se ensancha. Y si puede aprender el idioma antes de viajar mucho mejor, entonces el mundo sí que será grande y diferente.

P. ¿Qué fue lo que le inoculó entonces el deseo de viajar por siempre?
R. Lo que es difícil para los otros para mí es normal. Es la práctica. El viaje sale de la curiosidad, de ver cómo viven los otros.

P. ¿Y de la posibilidad de perderse entre la gente, como ha escrito?
R. Suena un poco romántico, pero es el deseo de ser anónimo. Es interesante porque en algunos momentos significativos políticamente estar en la multitud es una experiencia indescriptible. Sea París del 68 o Berlín del 89. Hay algo también erótico en ser parte del espíritu de la multitud. Es más que por el momento histórico, es sentir la excitación de compartir ese momento especial.

P. ¿Por qué esa querencia por España?
R. Es un poco raro. Italia fue la gran sorpresa al principio. El Norte es un poco más sombrío. Holanda era calvinista como espíritu, y con 20 años me encontré con una Italia que era ópera bufa, más chispeante. Después vine a España, y aunque era la luz del Sur pesaba mucho, eran los tiempos de Franco. Un país pobre y poco atractivo. Hay que leer, por ejemplo, al Norman Lewis de Las voces del viejo mar, donde describe la Cataluña de los cincuenta. Pero lo que me atrajo fue la cantidad de espacio, viniendo yo de un país sobrepoblado. Entonces viajar por España era viajar como Stendhal en su tiempo. Desde esa primera vez en 1954 no he faltado ni un año. Me gusta el paisaje de Castilla, su tono cobrizo. Ésa es su esencia.

P. De tantos lugares maravillosos que ha visitado, ¿por qué eligió Menorca?
R. Porque está más cerca de mi casa en Holanda y por casualidad. Había un sobrino que quería ir a Ibiza y le dijeron que estaba llena, pero le recomendaron Menorca. Él vino y me dijo que era un lugar muy tranquilo y bonito. Así la conocí, y después compré una casa. Además, buena parte de la isla es agrícola y no se puede construir. Para hacer este pequeño despacho he tardado 30 años para que me dieran el permiso.

P. ¿Cómo fue ese viaje al pasado del que surge Lluvia roja?
R. Tenía mis viejos diarios que volví a leer y me encontré con un joven casi sin talento, pero con cierta madurez.

P. Pero hay ideas buenas y frases bonitas, aunque dice que ve a un joven romántico con el cual no se identificaría hoy.
R. Es posible. Fue una sorpresa encontrarse después de tantos años en esos cuadernos. Hay otro problema, y tiene que ver con mi vida y mis padres. Él murió en 1945 poco antes de acabar la guerra en un bombardeo de los aliados. Un día hicieron una exposición de mi vida y obra en el Museo de La Haya y encontraron que mis primeros siete años, de 1933 a 1940, habíamos cambiado de casa ocho veces. Fue un descubrimiento porque yo no lo recordaba. Pregunté a mi madre y la conclusión es que no era una época muy buena para mis padres, como él tenía buen aspecto pues le alquilaban una casa y después de varios meses sin pagar nos íbamos.

P. Habrá pensado que ahí está el germen de su nomadismo.
R. Es demasiado fácil. Mis padres se divorciaron, viví unos años con mi madre, luego ella se casó con un señor muy católico y había un problema: yo era un chico muy difícil. Así es que fui a un internado con monjes agustinos y luego franciscanos, pero todos me tiraron porque no me soportaban. Aunque no terminé el colegio, aprendí griego y latín y tres idiomas. Por eso cuando hace unos diez años la Universidad Católica de Bruselas me dio el honoris causa dije que esperaba que éste fuera mi graduación y que confiaba en que dejaría de tener pesadillas con el examen de matemáticas. ¡Y así ha sido!

P. Este libro es un mosaico de recuerdos con cierto toque de nostalgia. ¿Es bueno vivir de evocaciones?
R. Para mí es inevitable, no puedo escapar de ellas. Es normal. Ahora escribo sobre gente que ha desaparecido.

P. ¿Y qué mira más: su pasado con esas personas o lo que hará su ausencia?
R. Ummm... El presente en el cual uno está escribiendo. Es normal que a esta edad uno piense en los desaparecidos, además ya no se hacen muchos nuevos amigos. Este año han muerto tres, uno de ellos ha sido el escritor Hugo Claus, que tenía Alzheimer. Con él hemos tenido una ceremonia de adiós. Quería ir al hospital para morir, pero en Holanda el Alzheimer no es considerado un sufrimiento imposible. Así es que fue a Bélgica. El asunto con esta enfermedad es que uno puede decidir cuándo ha llegado el momento, pero si esperas mucho no puedes decirlo y la ley interviene porque hay que estar consciente. Para todos es una enfermedad imparable y dolorosa, pero para los escritores sin duda más porque la memoria y la imaginación son nuestras herramientas.

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4:49 p. m.

Genial, Nooteboom; desde que compré, más por azar y curiosidad que por nada, porque jamás oí hablar antes de él, "El día de todas las almas", no he podido hacer sino idolatrarlo. Ciertamente, habría que conseguir traerlo al Perú. Dicho sea de paso, hay una entrevista muy buena, a raíz de su libro sobre tumbas. Está colgada en mi blog, cafedesencuentro.blogspot.com
A lo mejor y te interesa, a ti o a algun otro. Saludos.    



1:59 a. m.

Sólo un par de precisiones. Nooteboom vive en Menorca buena parte del año, todo el verano, así que hablar de vacaciones en este caso es un tanto equívoco. Por otro lado, las inexactitudes vertidas por Winston Manrique serían, quizá, buena literatura, pero no buen periodismo: en Menorca, por ejemplo, las puertas y ventanas no son, en su mayor parte, azules, como asegura él. Quizá Manrique sólo conozca el cliché de postal y se haya olvidado de visitar la realidad.    



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