Entrevista en El Observador (Uruguay)
El periodista uruguayo Daniel Viglione me hizo una generosa entrevista para el suplemento cultural de El Observador. La entrevista apareció este sábado 11 de abril bajo el título "Cuando el dolor se vive a secas". Coloco en la sección de notas la entrevisa completa, sin las ediciones posteriores de Daniel (ediciones periodísticas que no distorsionan el sentido de mis respuestas, aclaro). Dejo aquí algunas de las preguntas y respuestas:
¿Cómo surgió la necesidad de contar una historia tan traumática como fue la del terrorismo de Estado que vivió Perú en la década de 1980?
En realidad, lo que yo quería contar no era la historia del terrorismo sino la del dolor de un hombre que pierde a su hijo. Ese es el núcleo central, la ausencia del hijo, el dolor por la pérdida, el dolor a secas. Pero en algún momento de la escritura descubrí que el dolor de aquel hombre puede ser compartido –aunque solo simbólicamente- con el colectivo. Que un dolor es inmenso pero no único, que hay otros que sufren y podemos aprender de ese otro sufrimiento y no solo del nuestro.
¿Pero por qué entonces decidió situar la novela en el final del gobierno de Toledo y los hechos son narrados justamente en el sitio más golpeado por el terrorismo que hubo en su país? ¿Necesitó de esa distancia para logra acercase más a ese dolor colectivo e individual?
Uno de los temas fundamentales de la novela es el papel que ocupa la memoria a la hora de superar el dolor. Partiendo de esa base surgen varias preguntas: ¿La memoria debe ser superada, obviada, para poder superar el dolor? ¿O, por el contrario, deberíamos enfrentarnos a ese dolor con la memoria intacta y si es posible aumentada con los testimonios del pasado que no hemos querido conocer? El primer paso para superar el dolor es enfrentarnos a nuestra memoria. Por eso, el personaje hace el recuento de su doloroso pasado mientras que el país entero, a través de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación lo hace del suyo. Por eso ubiqué la historia en ese momento mismo, el del pasado recobrado y proyectado en el presente. Situé además la historia en una zona tan convulsa porque me pareció importante que el narrador, limeño y de la burguesía, se enfrente radicalmente a un territorio que le es ajeno por completo, incomprensible, pero cuya persistencia es en sí misma (como el epígrafe de Nooteboom al inicio de la novela lo pide) un recordatorio de que el dolor existe y es real.
Más allá de qué lugar ocupa la memoria para superar el dolor, la misma está presente en el libro desde dos miradas muy distintas. Por un lado, como elemento que ayuda a reconstruir el presente, y por otro lado, como obsesión, como miedo, como si perderla fuera un salto al vacío o la irrealidad. ¿Cómo explicas esas dos miradas?
Bueno, para contestarte eso tendría que volver a contar la novela. Esos dos lados están presentes en cada capítulo, en toda la novela, casi diría en cada escena. El narrador parte con la necesidad de olvidar, envidiando a un amnésico que entrevistó para su revista. Y luego, llega a la conclusión que lo único que lo hará libre, que conseguirá ayudarlo a superar la pérdida y el duelo, es contar con la memoria como un intérprete de emociones, de las suyas y las ajenas. La memoria no como espía (la frase de la profesora de chino al amnésico al principio de la novela) sino como una maestra. Una maestra muy dolorosa y nada concesiva, eso sí.
¿No piensa usted que todavía hay algunos sectores de la sociedad peruana que no están preparados para esta novela o preferirían no leerla?
Creo que hay sectores de la sociedad peruana, especialmente intelectual de izquierda, que no están preparados para leer una novela donde un peruano limeño de clase adinerada se contraste con el mundo andino y que acepte que no lo comprende, aunque comparte algo con él como es la pérdida de los seres amados. En el Perú, solo se puede escribir desde la “mala conciencia”, desde la culpa por no haber sido capaces de entender el horror en el momento mismo cuando ocurría. Pero creo que es importante saber por qué no fuimos capaces de entenderlo, qué estaba pasando en la vida de cada uno de nosotros en ese instante mismo y saber reconocer, además, que en un país tan dividido como el nuestro es imposible esperar una reconciliación auténtica si no sabemos reconocer que el dolor propio es tan importante y significativo como el ajeno. No se trata de abrazarnos entre todos y hacer la ficción que nos entendemos ahora sí. Eso es imposible, inverosímil. Lo que podemos hacer es vivir cada uno en su esfera y tratar de compartir los espacios comunes con dignidad, solidaridad y respeto.
¿Por qué si el protagonista es un periodista de prestigio le cuesta tanto comunicarse con los otros?
El narrador de mi novela es un autista. Es incapaz de expresar lo que siente. El dolor de la pérdida del hijo y el abandono de su esposa lo ha silenciado. Pero en realidad desde antes, desde mucho antes de esas pérdidas, él era un autista incapaz de conectarse seriamente con los demás, aunque tenía una sensibilidad afinada como oreja de perro. Escribir esa carta es una imposibilidad para él, al menos mientras no tenga un aprendizaje de toda su experiencia. Y cuando aprende, escribir la carta es lo de menos porque el objetivo ya está cumplido. Quizá por eso mismo es peiodista, un observador que busca la objetividad en los hechos sin comprometerse en ellos.
¿Sirven libros como Un lugar llamado Oreja de Perro para sanear viejas heridas o para mantener viva la memoria?
Creo que mi novela fue, en primer lugar, un intento de salvarme a mí. Una expiación personal. No creo que existan libros que pueden sanear viejas heridas, porque no creo que las heridas deban ser saneadas ni superadas. Yo creo en las cicatrices. Me gustan los vestigios, las ruinas (de eso trata mi novela El viaje interior). Creo en los museos del dolor. Creo en los lugares de encuentro. Creo que las heridas están ahí para hacernos recordar lo que somos, lo que hemos vivido y que hemos llegado a este mundo para aprender, no para ser felices inconscientemente.
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6:09 a. m.
asu mare!!!
IVAN
7:01 a. m.
Un luggar llamado Oreja de Perro es una buena novela, que se diferencia con las llamadas comprometidas por el mero hecho que se compromete con un dolor individual. No es una novela sobre la violencia politica sino que sólo se sirve de ella como escenario para dejarnos más claro el mensaje que desea transmitir el autor. Es una buena novela que a mi parecer tiene bastante lenguaje cinematográfico.
Una propuesta interesante para la gente que desea escribir.
Christian
8:20 a. m.
"Creo en los museos del dolor. Creo en los lugares de encuentro. Creo que las heridas están ahí para hacernos recordar lo que somos, lo que hemos vivido y que hemos llegado a este mundo para aprender, no para ser felices inconscientemente."
Realmente estupendo!
Muchas gracias por lo que das, en la forma en que lo das!
1:56 p. m.
Hace un par de meses terminé de leer tu libro.
La soledad ronda por toda la historia en un vaivén bastante parecido a las olas del mar.
Me ha gustado porque he leido los silencios que evocan los personajes.
Estarás trabajando en otro no?
2:39 p. m.
,,cierto el dolor es compartido..es lo que nos une .lo que nos sensibiliza.,lo que es arte..saludos desde mala al sur de lima.
7:23 p. m.
no seas huevon thays, no des de comer a los arrastrados
8:42 a. m.
alaaa señor thays se le ve bien rico en esa foto
si es usted un cero a la izquierda en la cama yo lo puedo ayudar a convertirse en un 20 , como mínimo.
11:37 a. m.
Asu mare! otra vez. Debes estar muy aburrido, compadre.
IVAN
5:25 p. m.
Señor Ivan: Acabo de leer su novela, novela que me llena de gozo haberla comprado, por haberla esperado tanto y por la admiración como escritor y difusor cultural, asi como por la personalidad que Ud tiene (perdone la perotata). Me gusto sobremanera como Ud introduce al señor que pierde la memoria, me parece que es un simbolo que Ud emplea para vincular con el argumento central que es Paulo y Mónica, incluso Jazmin. O sea el olvido. Esperaria una respuesta señor Ivan, mi correo es luisedu_guns@hotmail.com. No se preocupe soy un lector despreocupado de cualquier intento de destrucción envidiosa. Responda.
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