Patrick McGrath reseñado
¿Y a quién reseña esta semana Rodrigo Fresán? Esa pregunta, que siempre me hago los martes, hoy me inquietó y decidí no esperar hasta mañana. La respuesta: Patrick McGrath y su novela recién traducida por Javier Calvo para Mondadori Trauma. El tema: un psicoanalista atormentado por sus propios demonios. Dice la reseña:
Estamos en el Manhattan de finales de los años 70 y el psiquiatra de cuarenta años Charlie Weir comanda la terapia de grupo a la que acuden varios veteranos de Vietnam.
Y Weir no es feliz.
Hijo de una madre novelista y depresiva recién fallecida y de un padre violento y ausente; orgulloso progenitor de la adorable Cassie, a la que sólo ve los fines de semana; divorciado que intenta resucitar su matrimonio con la distante socióloga Agnes (siéndole infiel a Nora, su bella e inestable nueva pareja, adicta a pesadillas tan interpretables); hermano del brutal Walt, un pintor de renombre al que envidia y detesta, Weir va de camino -sin prisa pero sin pausa- hacia un colapso nervioso por fatiga de materiales.
(...)
«El terror no marca la inminencia de un acontecimiento catastrófico, sino la presencia del recuerdo reprimido: el recuerdo de un acontecimiento catastrófico, de uno que ya había pasado? No estaba intacto ni mucho menos, pero tampoco estaba tan ciego como para no ver las señales, fuese cual fuese la forma en que aparecían. Me había quedado claro que aquella obsesión que tenía con la idea del hogar no era nada más que un deseo imperioso de repetir el pasado. Eso es lo que queremos decir con hogar, el lugar donde repetimos el pasado: Freud nos lo dice, y también nos dice que la mayor parte de las cosas que llamamos amor son nuestra resistencia a la idea de marcharnos de casa», comprende Weir cerca del final.
Y entonces Weir recuerda.
Y, a su manera, vuelve a casa.
Y -en lo que tal vez sea un desenlace excesivamente prolijo y terapéutico, un diagnóstico demasiado eficiente con estallido catártico en un asilo para lunáticos y un hotel de mala muerte en las Catskills, donde el círculo se cierra bajo una nevada casi tan redentora como la de Qué bello es vivir- Weir, por fin, deja salir el esqueleto de su armario para que se recueste sobre el diván.
Y, por supuesto, el esqueleto tiene mucho, demasiado, para contar.
Y, por suerte, ahí está Patrick McGrath para ponerlo por escrito.
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