MOLESKINE ® LITERARIO

Notas al vuelo en cuaderno Moleskine® .

Bioy Casares y el oficio de escribir

Adolfo Bioy Casares. Fuente: taringa


Jorge Urien Berri cuenta una historia en ADN Cultura: entrevistó a Adolfo Bioy Casares en 1987. Acababa de ocurrir un grave suceso político en Argentina y Borges había muerto solo un año antes. Bioy, de poco más de 70 años, estaba conmovido y se soltó en la entrevista. Pero luego, cuando Urien Berri le mandó las 11 páginas del borrador de la nota, Bioy pidió que no se publicase. Luego, mandó una edición de la entrevista -de 7 páginas- en la que había borrado los comentarios políticos para "no ofender a nadie". Ahora es el periodista quien decidió no publicarla. 22 años después, cumpliéndose un aniversario de la muerte de Bioy, aparece por primera vez esta muy extensa entrevista en el suplemento de La Nación. Algunas respuestas son brillantes, iba a ser una pena que se pierda. Por ejemplo aquella parte en la que habla sobre su proceso de escritura, no tiene desperdicio:

–¿No se siente recompensado por tener una obra reconocida?

–Mire, uno se deja convencer un poco, pero en el fondo sabe cómo la hizo.

–¿Cómo lo hizo?

–Escribir me cuesta trabajo. Si bien cuando concluyo un libro creo que ya sé escribir y escribiré el próximo rápidamente, cuando lo empiezo tengo las mismas dificultades de siempre y debo descubrir cómo escribirlo. Muchas veces he dejado libros inconclusos porque iban por mal camino. A los 17 o 22 años era lógico, pero me sucede ahora. El año pasado estaba escribiendo una novela de la que tengo 80 páginas, bastante para un inventor rápido pero un escritor lento, y me di cuenta de que había que dejarla.

–¿La guardó?

–Ahí está, para que un profesor la descubra cuando uno esté muerto y se entretenga con esas estupideces.

–¿Corrige mucho?

–Hago muchísimas correcciones, y no me gustan mucho los reportajes porque llevan a la publicación de borradores, y mis borradores son malos, lo sé. Alguien dijo alguna vez: "Denme un borrador y podré escribir un buen libro". Creo en eso.

–No se preocupe, le daré la entrevista antes de publicarla para que la corrija.

–No [ríe ], mejor es que la corrija usted.

–A ciertos escritores no les gusta hablar de sus dificultades.

–No es fácil escribir, no es fácil. He escrito tantos relatos que, aunque tengo las dificultades de siempre, por lo menos no tengo la sensación de estar viéndome desde afuera cuando escribo. Últimamente tuve que escribir un prólogo para una antología de relatos fantásticos rioplatenses y me costó muchísimo, me sentía como otro Bioy que miraba y decía: "No, esto es una tontería, esto es falso". Con los relatos estoy más en mi terreno y escribo con más naturalidad. Empecé a escribirlos, como le dije, a los doce años, y estoy escribiendo relatos. Le debo mucho a mi padre porque yo tenía la costumbre de la ensoñación: pensar en cosas muy inútiles. Mi padre me dijo que le pasaba lo mismo y había perdido muchísimo tiempo en eso, y me aconsejó: "Tratá de pensar en los cuentos en vez de esas tonterías". Además, como soy supersticioso, había descubierto que me traían mala suerte esas ensoñaciones. Claro, si deseaba que las mujeres se enamoraran de mí, era probable que de vez en cuando se enamoraran. Aprendí a pensar en cuentos, y si bien no estoy satisfecho con mis dotes, puedo decir que eso me llevó también a dominar mi capacidad de atención y mantenerla. Un escritor me dijo que él tenía una imaginación tan fuerte que no podía leer novelas porque leía la primera frase y se quedaba pensando. Era una buena caricatura de lo que me pasaba.

(...)

–¿El estilo le preocupa?

–Muchísimo, pero creo que el argumento es parte de la técnica porque, ¿en qué consiste la técnica? En cómo contar las cosas, ¿en primera o en tercera persona? La técnica es: ¿frases largas o frases cortas? Pensé muchísimo en la técnica del cuento y la novela y creo que ante cada cuento hay que pensar qué técnica le conviene a uno para ese cuento. Casi hay que inventarla. Hay buenas recetas y casi todas vienen de Horacio: las unidades son verdad. No sé por qué, pero conviene que un argumento tenga un tema central, conviene que tenga un héroe, conviene que la historia sea contada por una persona. Ya sé que están La piedra lunar y otros buenos libros contados por muchas voces, pero parecería que es más fácil acertar contando las cosas con una sola voz. Si en una historia está en el campo, las cosas deben mirar al campo; si hay una creación musical, deben mirar hacia la realidad musical. Y tiene que haber sorpresas, pero no muy grandes como para ser increíbles. Tienen que estar preparadas, pero no como para que el lector diga: "Sabía que venía esto". Es una cuestión de tino. La verdad se aprende. Los candidatos a aprendices pedimos que se nos acorte el camino, y en nada se puede acortarlo. Hay que tener malas experiencias y aprender de ellas.

–¿Alguna vez tuvo una buena trama pero no acertó con el punto de vista?

–Claro.

–¿Intentaba distintos puntos de vista o dejaba que la idea madurara?

–Me ha pasado de todo porque he escrito tantos cuentos, tantas novelas, a pesar de que digo que son seis. Hubo unas diez antes, abandonadas.

–Usted tiene una imaginación muy rica, no tiene el drama de los escritores pobres de ideas.

–Por suerte eso no me falla. Parece una pedantería, pero la compenso diciendo que me cuesta escribir y que tardo muchísimo en escribir un libro más o menos simple. Pero invento con rapidez. Ahora, no siempre me precipito a escribir lo que he inventado. A veces sí, cuando tengo una especie de compulsión y siento una suerte de placer que me dan los personajes, la situación, todo. Pero hay veces en que un argumento me acompaña durante quince años o más. Y veo con alegría y perplejidad que son los que salen mejor, o los que la gente me dice que salen mejor. "El perjurio de la nieve" se me ocurrió en el 32 y se lo comenté a Borges una tarde caminando frente a La Porteña, en Guido y Junín. Borges me dijo: "Es una buena historia, pero no creo que puedas concluirla". Pasé muchos años sin poder atar todos los cabos. En el 41 o 42 me recetaron unas vitaminas B que me desvelaron, y en las noches de desvelo arreglé mi cuento como un jugador de billar hace carambolas. Sentía que todo se unía así y pocos días después me puse a escribirlo. –Tiene una estructura bastante compleja. –Sí. Después hay un cuento, "El Nóumeno", de Historias desaforadas, que viene de la idea del nóumeno o cosa en sí de la Crítica de la razón pura de Kant, que leí en el 35 o 36. Durante muchísimo tiempo estuve luchando con esa idea. ¡Luchando! Tratando de ver si tenía un cuento, el comienzo de un cuento. Y finalmente un día se me ocurrió y lo escribí el año pasado. En el 81 dejé inconclusa una novela corta. Retomé la idea en el 85 y es el cuento "Preparativos para una fuga al Carmelo".

–¿Primero tiene una idea vaga, general?

–Viene una idea vaga o una idea vaga que es el comienzo de una cosa. Me impresionó una frase de Bergson, que la inteligencia es el arte de encontrar una salida a las situaciones difíciles que parecen sin salida.

(...)

- Volviendo al amor no correspondido, se ha dicho que no puede haber buenas obras sobre amores felices.

–Parece que no. La felicidad es un tema mucho más difícil que la desdicha.

–¿Por qué será?

–No sé si porque nos aborrecemos unos a los otros [ríe]. Uno de los libros que no voy a escribir y que me hubiera gustado mucho escribir, es un libro en el que pase poco y sea agradable. Siento que tengo que escribir cosas un poco truculentas, un poco falsas. Tengo que poner, como decía el doctor Johnson, un gigante y un enano de vez en cuando para reanimar al lector y reanimarme a mí mismo.

–Goza al escribir.

–Ah, lo disfruto, y si estoy contando cosas atroces, estoy contentísimo… si me salen bien.

–Y al mismo tiempo le cuesta escribir. –Sí, al principio tengo la perplejidad de no poder contar la historia. Nunca sufro el pánico a la hoja en blanco. Un pánico menos. Siempre tengo cosas que poner en la hoja. Lo que a veces no encuentro es la manera de ponerlas gratamente, porque pienso en el lector y tengo en cuenta que la primera frase no desemboca de modo fluido en la segunda, y además no estoy diciendo exactamente lo que quiero. Conozco todas esas torpezas.

–¿Tiene sus ventajas parar, dudar, recomenzar?

–No le quepa la menor duda. La ventaja es que las cosas salen más pensadas. Cuando tengo un cuento en mi mente durante veinte años me sale mejor después porque he pensado varias veces en él y no improviso.

–Al leer algunos cuentos ya publicados, ¿descubre a veces que tendría que haberlos contado de otra forma?

–En general no me releo, no me da placer. Una de mis aspiraciones es hacer un libro tan grato que sea grato para mí. Generalmente abro el libro y encuentro una frase que me parece imperdonable, porque parece decir lo que no quiero decir a pesar de haber corregido todo muchísimas veces buscando que el estilo fluya y nada se interponga entre el lector y las ideas.

–¿Conviene escribir un cuento rápido, en unos días o un par de semanas, o es mejor no apurarse?

–Nunca tuve la suerte de escribirlo en un par de días o una semana.

(...)

- Los cuentos van perdiendo el tradicional cierre final sorpresivo y hay muchos finales abiertos.

–El cuento de final a toda orquesta en el que yo he caído tiene algo falso. Hay una reacción justificada contra eso, pero hay que tener cuidado también de no dejar la sensación de: y bueno, ¿qué? El ideal es no subrayar demasiado las cosas, pero en el final hay que dejar que todo se entienda. Hay que saber decir sin subrayar. El cuento es una cosa que empieza, tiene un nudo y termina. Al no tener la terminación, vienen la insatisfacción y el desagrado. No hay que hospedarse en el muy hospitalario cuento sin final, hospitalario para el escritor porque no tiene que pensar demasiado. Es típico de escritor novato que nada llegue. Las cosas tienen que llegar, pero tampoco como las hacía llegar Poe: "Miren qué horror, aquí viene el fantasma". La palabra "horror" la tiene que poner el lector.

–¿Por qué dijo que los finales de sus cuentos son falsos?

–Creo que alguna vez se me ha ido la mano. Y alguna vez también me he quedado corto y me he arrepentido porque no pasa nada. Las anécdotas generalmente son de la vida real y, ¿por qué funcionan? Porque tienen un final sorpresivo, algo que las hace destacarse en el continuo suceder de los fenómenos.

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12:34 p. m.

"Me impresionó una frase de Bergson, que la inteligencia es el arte de encontrar una salida a las situaciones difíciles que parecen sin salida." A juzgar por este comentario no se puede decir que estemos en una época muy inteligente...    



12:43 p. m.

MÉTRICA EN LA PROSA: "Cuando yo ya era escritor de varios libros, un día vinieron a casa escritores bien conocidos (...) y descubrí que no sabían en que consistía un endecasílabo, un alejandrino, ni siquiera un octosílabo, que está presente en la prosa argentina casi de modo permanente. Usted lee a FRAY MOCHO y suele ser una sucesión de octosílabos. Yo creo que hay de evitarlos, porque cuando a uno le sale un endecasílabo bien acentuado en la prosa es como una alhaja falsa que se lleva mal con las otras frases, ¿no? Y suele ocurrir que si a uno le sale espontáneamente un endecasílabo, es seguro que le va a salir otro, y otro (...) y va a terminar por escribir un soneto dentro de su prosa. Esas son las pequeñas desdichas de la prosa."
CACOFONÍA: "(...) siempre se ha hablado de cacofonía como cacofonía de sonidos duros, y me parece que la cacofonía en español no es de sonidos duros sino que es cacofonía de la 'ese'. Cuando hay una conjunción de 'eses', suena muy feamente en español. Y las eñes y las elles, le diré que tampoco me parecen encantadoras." "Si, yo creo que hay que leerse en voz alta. Hay que oir lo que uno escribe. "
REPETICIONES: "Pero tampoco es cuestión de reducir frases con eses, eñes y elles a frases que no tengan esas letras. Lo que sí creo que tenemos que evitar, siempre, es el sinónimo. La repetición parece inconsciente, o un poco estupida, desde luego hay que evitarla. Pero a veces uno tiene que mencionar una cosa, y no puede andar mencionándola con distintos nombres. Cuando una palabra se ve como sinónimo, ya la credulidad, y la credibilidad, del lector, desaparece. Creemos que nos están 'escribiendo', que nos están haciendo literatura." (Cómo se resuelve) "....yo creo que ni siquiera es con la metáfora... creo que es con algo más desesperante para todo joven escritor: el tino. El tino es parte de nuestra profesión de escritores."
VEROSIMILITUD: "Uno no escribe para mostrar una riqueza de vocabulario; uno debe escribir con las palabras usuales en el mundo de uno, para los lectores del mundo en el que uno está escribiendo..." "...Si no, nadie le va a creer y con esto no quiero decir que uno tenga que escribir con la pobreza de la gente rústica, sino que el arte literario de uno haga que el idioma que uno emplea parezca verosimil para eso, aunque pueda ser más mágico, o más sutil, que el idioma de esa gente."    



1:21 p. m.

Olvidé poner que lo de arriba lo dice Bioy en "Así se escribe un cuento", de Mempo Giardinelli.    



7:00 p. m.

LuchinG:

"...Cuando hay una conjunción de 'eses', suena muy feamente en español. ..."

Concuerdo LuchinG, pero yo ademas agregaria que no solo suena sino ademas huele. No?    



6:51 a. m.

Su seguro servidor suele ser sincero: sólo sintetizo aserciones de Bioy Casares.    



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