Antología latinoamericana en Argentina
Hace unas semanas, la editorial Eterna Cadencia (que surge en la encantadora librería del mismo nombre, la mejor de Buenos Aires según recuerdo) me envió la antología El futuro no es nuestro, que incluye una selección y prólogo de Diego Trelles. La primera alegría fue encontrarme con varios compañeros de Bogotá39 en la selección. La segunda, la de encontrarme con estupendos cuentos tanto de los B39 como de otros antologados (la calidad de algunos es tan sobresaliente que deja medio coja a la antología, me parece). Tengo algunas consideraciones respecto al prólogo que espero poder hacerlas en los próximos días, semanas o meses, pues cada vez tengo menos tiempo para el blog. El fin de semana apareció una nota sobre la antología en Radar Libros donde buscan (o encuentran más bien) un punto de unión y resaltan también lo disímil de la calidad de los textos elegidos:
La pregunta es qué tienen en común los veinte escritores reunidos en la edición impresa publicada en Argentina de El futuro no es nuestro. La respuesta es sencilla, y que alcance y sobre con ella: todos son latinoamericanos. Las antologías abren por su naturaleza un juego ciertamente peligroso que da lugar a que sean señaladas como la expresión de un movimiento artístico, la idea de una producción meditada en conjunto que quizá sea lo que queda de la herencia de las vanguardias y sus agrupamientos. El riesgo es que el encanto de variedad al que aspira El futuro no es nuestro se pierda con una lectura que se limite a resaltar el “espíritu de época” y desdibuje las individualidades. Eso no indica, sin embargo, que los cuentos no se crucen o formen conexiones enriquecedoras. Lo cierto es que la mayoría de los relatos escogidos por el peruano Diego Trelles Paz desarrollan una mirada dura y en algunos casos desapegada de la violencia, que no actúa en las historias como telón de fondo sino a un costado, expandiéndose por los límites que enmarcan los cuentos casi como un personaje más. Mientras que algunos escritores apelan al desencanto y una voz seca próxima al nihilismo, en otros prevalece una energía destructiva y renovadora como el huracán que arrasa Cuba en el cuento de Ena Lucía Portela. Cuentos como Pseudoefedrina del mexicano Antonio Ortuño –que traslada la fiebre sintomática y sexual que sufren los personajes a una escritura enardecida– hacen de su tema una forma de narrar. Lo mismo pasa con el delirio realista en el sobresaliente Lima, Perú, 28 de julio de 1979 del peruano Daniel Alarcón o en el cuento de su compatriota Santiago Roncagliolo, Un desierto lleno de agua donde la inocencia de una iniciación sexual roza lo trágico en un relato narrado con aparente ingenuidad. Es probable que esta edición impresa de El futuro no es nuestro no haya estado a la altura de lo que el proyecto prometía. Y es que algunos de los cuentos sobresalen del conjunto de manera notable (...) Tal vez con la intención de resaltar lo latinoamericano donde ya estaba presente se hayan cerrado algunos caminos de la nueva narrativa latinoamericana que evidentemente tiene mucho más para ofrecer.
Etiquetas: alarcon, antonio ortuño, argentina, eterna cadencia, NOTICIA, portella, santiago roncagliolo, trelles