Dan Simmons por Rodrigo Fresán
Debo reconocer que esta reseña de Los cantos de Hyperión, de Dan Simmons, me ha dado risa, me ha parecido escrita no por Rodrigo Fresán sino por Sheldon Cooper, el divertido geek de la sit-com The Big Bang Theory. Soy un absoluto ignorante -pero no indiferente- del género de ciencia ficción, a pesar de algunas lecturas insuficientes y, muy propablemente, mal digeridas. Igual, la coloco aquí con la esperanza de que el lecto Daniel Salvo me saque de la ignorancia o, por lo menos, disfrute la reseña publicada en el ABCD Las Letras. Dice:
A la hora de lo icónico y estelar, para mí la figura del Alcaudón -esa suerte de golem metálico que custodia las Tumbas del Tiempo- está casi a la misma altura de aquel ominoso monolito negro en 2001: Odisea del espacio. Y claro: casi es aquí la palabra clave y capaz de contener en su brevedad millones de años luz de distancia entre un punto y otro. Pero me reafirmo: Los cantos de Hyperion hacen por la space opera lo que el filme de Kubrick por la space symphony, y ambas se elevan hasta los confines del universo, sólo habitados por los clásicos. De ahí que esta más que merecida reedición de luxe de Los cantos de Hyperion -que reúne en un solo volumen las novelas Hyperion (1989) y La caída de Hyperion (1990)- sea ocasión de regocijo. Muy superior a lo que en su momento hicieron Isaac «Fundación» Asimov y Frank «Dune» Herbert -y acaso tan solo superada por Gene Wolfe y su vasto ciclo de los tres soles-, la multipremiada Los cantos de Hyperion desafía toda posibilidad de sinopsis argumental. Suele ocurrir con lo mejor de la sci-fi: resumir equivale a perderse en una jungla de jerga y tecnicismos que suenan absurdos e infantiles fuera de contexto. (...) El más que versátil Simmons -no hay territorio que se le resista; lo último fue el monstruo ártico de El terror, lo nuevo es un thriller victoriano con Charles Dickens y Wilkie Collins de protagonistas titulado Drood- abandonó los conflictos galácticos para regresar en 1999, brevemente, con el relato hyperiónico «Orphans of the Helix», y a lo grande con el monumental díptico compuesto por Ilion (2003) y Olimpo (2005), donde androides fans de Homero escenifican en Marte la caída de Troya con ayuda de las memorias de Shakespeare, Proust y Nabokov.Todo muy bueno; pero todo sale de aquí, de Hyperion, y de la pasmosa habilidad de Simmons para ordenar y hacer apasionante la complejísima trama panorámica -narrando toda una época en la que la política se confunde con la religión- y revolucionando un género a la vez que lo respeta. No es fácil (hay que lamentarse por cómo falló ese noble intento de Neal Stephenson que es la reciente Anathem), pero Simmons lo consiguió, en dieciocho meses de trabajo, para ganar 25.000 dólares. Eran otros tiempos y otros precios. Mucho más costará la anunciada adaptación a la pantalla grande de Los cantos de Hyperion (aunque lo mejor sería que el proyecto aterrizara como miniserie en HBO o el Sci-Fi Channel). En cualquier caso, el que aquí gana es el lector. Ya se sabe: en tiempos de crisis, nada más sabio que viajar lejos, lo más lejos posible. Para fugas así se inventó la mejor literatura de evasión. Y cuando nos encontremos con el Alcaudón, bueno, ya se nos ocurrirá algo.
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Hola Ivan
Primero, felicidades por tu blog. No es raro que la SF sea extraña para escritores más “literarios” o “serios”. He observado a muchos escritores y críticos en Chile despreciar el genero sin haber leído a William Gibson, Dick o Ballard. Tampoco es extraño que Fresan –un super lector- sea fan de este tipo de literatura, que es a veces infantil y mal escrita pero también llena de buenas ideas y buenas novelas.
6:58 p. m.
Hola Ivan, muy buen comentario, Fresán tiene razón al poner que "Hyperion" rechaza toda posibilidad de sinopsis argumental. Una reseña coherente acabaría siendo una suerte de novela corta.
En total, son cuatro novelas del ciclo Hyperion - Hyperion, La caída de Hyperion, Endymion y El ascenso de Endymion, ambientadas en un futuro lejanísimo que cuenta con un enigma de esos sin resolver: la existencia de una especie de dios - robot llamado Alcaudón, venido de no se sabe donde, indestructible e incomprensible cual esfinge, pero a cuyo santuario - situado en el planeta Hyperion - acuden personas de todo tipo en búsqueda de respuestas. Hay quien ve influencias de Los cuentos de Canterbury tanto como El mago de Oz, al menos en la primera novela, que en realidad son siete relatos.
Ahora, respecto a tu comentario que reza Soy un absoluto ignorante -pero no indiferente- del género de ciencia ficción, a pesar de algunas lecturas insuficientes y, muy propablemente, mal digeridas. Bueno, sólo diría que la ciencia ficción es un género más, que a algunos nos vuelve fanáticos (por qué negarlo), pero que no requiere de un "permiso" para acceder al mismo. Precisamente, reseñas como las de Fresán evidencian que la ciencia ficción está dejando de ser un gueto.Igual lo evidencian muchas novelas recientes, cuyos autores no las clasifican como pertenecientes al género, pero que tienen muchos de los elementos que podríamos llamar clásicos (extraterrestres, catástrofes nucleares, realidades alternativas, viajes en el tiempo). Ahí tendríamos a Cormac McCarthy, Margaret Atwood o nuestro crédito local Enrique Congrains.
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