James Ellroy en la carretera
Hay muchos libros que me gustan de James Ellroy, aunque en realidad pertenezco a ese grupo humano de lectores muy definidos -y despreciados por las auténticos fans de la novela policial, estoy seguro- que piensan que su mejor novela es la autobiográfica Mis zonas oscuras. En Colombia conseguí la última novela traducida de Ellroy, que lleva el hitchkoniano título de El Asesino de las carreteras, traducido por Ediciones B, y me ha decepcionado mucho pese al arranque excepcional (un asesino en serie que decide contar todo solo si le permiten hacerlo sin cambiar una coma a su manuscrito-declaración, que vende a un agente literario).
Me dio gracia la mención que hace, según me pareció, a Humbert Humbert (otro asesino con ambiciones literarias) cuando declara: "Tampoco voy a presentar un alegato psicológico, yuxtaponiendo a mis acciones el supuesto carácter absurdo de la vida norteamericana del siglo XX". Y luego, en las primeras páginas, me fascinó la honestidad del narrador cuando declara que "por encima de todo, dispongo de mi mente, mi silencio" además de una máquina de escribir, hojas en blanco, documentos policiales y un mapa de carretera. "No permitiré que me compadezcan... Yo merezco temor y respeto por seguir íntegro al final del largo camino que estoy a punto de emprender" declara. He ahí una buena moral literaria, para un escritor-asesino y también para uno que no lo sea.
¿Por qué entonces, si el plan es perfecto, la novela decae? Quizá cuando tiene su primer ingreso en la cárcel y se encuentra con Charles Manson, un leitmotiv en la novela. O más bien, con la caricatura de Manson. Y luego, cuando el tema de la Sombra Sigilosa -un comic que justifica la existencia de un mundo donde asesinar es posible si logras en don de la invisibilidad- se vuelve no en una obsesión sino en una justificación psicológica para el relato. Pero quizá el problema principal está en el método elegido por Ellroy para hacer avanzar la historia a merced de un bombardeo incesante de documentos policiales, artículos periodísticos y hasta entrevistas a otros asesinos. Todo muy The Buenos Aires Affaire (remember Puig) pero con poquísimo talento. No un método literario sino una excusa para pasar de un asesinato a cuarenta en tres páginas. Cuando al final de la novela el asesino ya preso, Martín Plunkett, anuncia "Completada esta despedida en sangre, mi tránsito en forma humana ha llegado a su punto culminante..." yo ya estaba con ataque de pereza. Y risa. Y así se acabó nomás la novela.
Etiquetas: ediciones b, eeuu, ellroy, RESEÑA
Dice ustel mal cuando habla de que Ediciones B traducce la novela. Ediciones B la publica y seguro que debe de haberla traducido un traductor.
4:11 a. m.
Metonimia
slds.
IVAN
9:46 a. m.
Muy literario ese asesino, yo lo pondrìa a dictar clases en vez de mandarlo a prisiòn... Bueno, a pensar sobre sus opiniones...
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