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El discurso de Herralde

Jorge Herralde. Fuente: libros y tecnología

El departamento de prensa de Anagrama me ha enviado el discurso que Jorge Herralde pronunció el 2 de junio, como inauguración de la Feria del Libro de Madrid, que se lleva a cabo en estos días con presencia de escritores latinoamericanos. Y como era de esperarse, y ya comenté áyer, el discurso está lleno de anécdotas. Aquí hay una en la que se menciona a mi recordadísimo Marcos Giralt Torrente:
En ocasiones recorría el paseo algo así como una alegre bandada de estilizadas aves zancudas, esbeltísimas, frágiles y gorjeantes, que recordaban a jóvenes veraneantes proustianas. Entre ellas, recuerdo en especial a Marisa Paredes, con una boquilla (real o inventada), a Soledad Puértolas y a Marisa Torrente, con su impenetrable flequillo y acompañada siempre por su hijo Marcos, algo soñoliento, con su aire a lo Tadzio de Muerte en Venecia. Y como coreógrafo juguetón y algo pérfido, el añorado Michi Panero.

También hay una explicació de por qué dejaron de publicarse en la Feria las listas de los libros más vendidos:
También existían las listas de los más vendidos, cada vez más discutibles y discutidas, y la mayoría de los autores refunfuñaban: ellos no corrían ni querían correr ninguna carrera. Un año, la fiabilidad de las listas era tan escasa que un grupo de justicieros enarboló una lista alternativa, lo que armó una gran polvareda que tuvo un final feliz: se acabaron las dichosas listas. Y no resulta fácil olvidar la proliferación, en medio del paseo, de las entrañables churrerías con un aceite de olor homicida que entonces impregnaba toda la Feria

Y esta última sobre la aparición espectral de Thomas Bernhard:
Otra anécdota que me contaron. En España habíamos empezado a publicar a Thomas Bernhard tres editoriales, Alfaguara, Alianza y Anagrama, y gozaba, claro está, de un enorme prestigio. Lo habíamos invitado numerosas veces, pero sin ningún éxito. El responsable de nuestra caseta vio a un sujeto que estaba mirando nuestros bien visibles libros de Bernhard y creyó reconocerle: “¿Es usted Thomas Bernhard?” Éste sonrió y se desvaneció como Orson Welles en El tercer hombre, pero a plena luz del día. Y jamás regresó.

Si quieren leer el discurso íntegro, hacer clic aquí.

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