MOLESKINE ® LITERARIO

Notas al vuelo en cuaderno Moleskine® .

Como Casablanca

Detalle de la carátula. Fuente: book rags

Revisando algunas reseñas antiguas de libros por los que siento curiosidad y de los que sé poco, encontré una de hace años sobre la australiana Shirley Hazzard (1931) y su novela The Great Fire, que ganó el National Book Award 2003, escrita por Rodrigo Fresán para "Radar Libros" Según Fresán, el libro puede ser calificada como "una novela romántica en el sentido más estricto y noble de la palabra: romántica como ciertos libros de Fitzgerald y de Hemingway, y romántica como ciertas películas que pueden llamarse Casablanca o El paciente inglés". ¿Una novela que puede ser comparada con Casablanca? ¡Qué envidia! Aquí va el resumen del argumento:
The Great Fire, entonces, propone protagonista y escenario y época a la vieja usanza: el inglés Aldred Leith es un joven oficial condecorado –hijo de un célebre escritor y geólogo que alguna vez le robó una amante– que llega al Japón ocupado de 1947. Aldred arrastra consigo los horrores del frente de batalla, la tristeza de un divorcio en la retaguardia, y la amistad con Peter Exley, historiador de arte y también veterano del espanto, quien se convierte en el perfecto interlocutor epistolar a la vez que en el personaje más interesante del libro. Aldred es un cínico sentimental de 32 años que se siente como si fuera el más curtido de los octogenarios, un hombre sin mundo en un paisaje donde todavía humean las cenizas del “Gran Fuego” de la Segunda Guerra Mundial y en el que conoce a Benedict y Helen Driscoll, dos adolescentes luminosos y obsesionados por el poder redentor de la literatura. Benedict padece una enfermedad degenerativa incurable, Helen es una belleza lírica de dieciséis de la que Aldred –a quien Hazzard define de tanto en tanto como “el hombre”– no demora en enamorarse. Al final, Benedict muere en California no sin antes asegurarse que Aldred y Helen (quien ha sido enviada por sus padres a Nueva Zelanda con la esperanza de que la distancia apague este otro gran fuego) se amarán para siempre. Hasta el momento de reunirse, Aldred y Helen se escriben cartas muy poéticas y muy largas. Afuera hay “atardeceres atigrados” y epifanías masculinas donde, por supuesto, el sol también sale.

La reseña concluye ofreciendo la versión fílmica a Minghella, director de "El paciente inglés", lo que parecía una buena idea entonces pero hoy es imposible llevar a la práctica porque el director murió hace unos meses:
La pregunta es, entonces, si The Great Fire es una obra maestra o apenas un pastiche bendecido por un lenguaje exquisito y el conocimiento territorial de una autora habituada a vivir en países “exóticos” y quien, en su juventud, no sólo fue amiga de Graham Greene sino que, además, supo ser reclutada por la Inteligencia Británica para monitorear la guerra civil en China en el año 1947. La respuesta es las dos cosas, proponiendo así una rara experiencia para el lector: la de la carcajada y la emoción adentro de un mismo libro. David Lean hubiera construido una gran película con todo esto; ahora, supongo, le tocará a Anthony Minghella hacerse cargo del asunto.

Por cierto, la novela fue editada en castellano por editorial Destino en el 2005.

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