Amor virtual en 1904
En el diario "La República" han tenido la idea de recordar los 50 años de Juan Ramón Jiménez contando la anécdota, muy celebrada en el Perú, del engaño que le hicieron al poeta español un grupo de escritores peruanos. Cual si fuera una estafa de chat o facebook, se inventaron un nombre femenino y engatuzaron al pobre Jiménez haciéndose pasar por una tal Georgina Hübner. Así lo cuenta el diario:
Según la historia –y también la leyenda– todo ocurrió el 8 de marzo de 1904. Entonces el joven poeta José Gálvez Barnechea, quien fuera llamado después el "Poeta de la Juventud" y su amigo, también poeta, Carlos Rodríguez Hübner, quisieron escribir al poeta para pedirle un libro suyo. Pero, pensándolo bien, se dijeron quiénes eran ellos para solicitarle con sus nombres un libro. Así que, cavilaciones y maquinaciones, se les ocurrió que la petición de la carta sea una señorita limeña de veinte años que se llamara Georgina Hübner (la leyenda cuenta que era el nombre real de una prima de Carlos, que era cómplice pero que nunca escribió nada). Ni bien Juan Ramón recibió la misiva, respondió no sin dejar de enviarle un ejemplar de Arias tristes y unas líneas de finísima, para la época, galantería: "Gracias por su fineza. Y créame su muy suyo, que le besa los pies, Juan R. Jiménez", escribió el poeta. A estas cartas se suman otras y cada vez más íntimas, hasta que Juan Ramón le prometió cruzar los mares y llegar a Lima y, como garantía de su amor, le anunció que su próximo libro Jardines lejanos iba a estar dedicado a ella. Ante este anuncio de viaje del poeta, Gálvez y su amigo no sabían qué hacer. La broma se había convertido en cosa seria. No se les ocurrió otra cosa que "matar" a Georgina Hübner. Y así se lo hicieron saber a través del consulado peruano en España. Enterado, el poeta se puso triste, como un viudo, y escribió el poema (del que hay varias versiones) "Carta a Georgina Hübner en el cielo de Lima", publicado años después en Laberinto (1913). El poeta Juan Ramón Jiménez se había enamorado de una ficción
Supongo que esos traviesos poetas peruanos se hubieran andado con más cuidado si supieran que unas décadas más tarde, el poeta entraría en una enorme depresión que le costaría la vida luego de la muerte de su mujer Zenobia Camprubí, a quien conoció en 1913.
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