MOLESKINE ® LITERARIO

Notas al vuelo en cuaderno Moleskine® .

Grossman: escribir en la oscuridad

David Grossman. Fuente: emet prize

En un blog literario peruano, habitualmente desinformado y mala leche, se dice que el hijo de David Grossman murió hace "unas semanas apenas". Eso no es cierto. Si se diese el trabajo de leer su propio enlace se enteraría de que la muerte ocurrió en el 2006. Por eso, al año siguiente, en la cátedra Arthur Miller -que se da por estas fechas y que este año ha sido ofrecida por Umberto Eco-, leyó ese tremendo y hermosísimos texto titulado "Escribir en la oscuridad" que fue reproducido en su traducción al inglés por el New York Times en mayo del 2007 y últimamente por Letras Libres, traducido al castellano por Marianela Santoveña. Transcribo aquí este fragmento, especialmente pertinentes a raíz de las amenazas que ocasiona la presencia de David Grossman, junto a otros escritores israelitas, en la Feria del Libro de Turín.

Y cuando la situación parece irresoluble, conforme el leguaje utilizado para describir el estado de las cosas se vuelve hueco, su discurrir público mengua cada vez más. Lo que queda son las acusaciones mutuas, inmutables y banales, entre los enemigos, o entre los adversarios políticos dentro de un mismo país. Lo que queda son los clichés que usamos para describir a nuestro enemigo y a nosotros mismos; los clichés que son, en última instancia, una colección de supersticiones y generalizaciones burdas en las que nos encerramos y en las que entrampamos a nuestros enemigos. El mundo, efectivamente, se hace cada vez más pequeño. Mis pensamientos no sólo se refieren al conflicto en Medio Oriente. En demasiadas partes del mundo, hoy día, miles de millones de personas se enfrentan a una “situación” de alguna clase en la que la existencia personal y los valores, la libertad y la identidad están, hasta cierto punto, bajo amenaza. Casi todos nosotros tenemos una “situación” propia, una maldición propia. Cada uno de nosotros siente –o puede intuir– cómo nuestra “situación” especial puede convertirse rápidamente en una trampa que nos arrebatará la libertad, el sentido de hogar que nuestro país nos da, nuestro lenguaje privado, nuestro libre albedrío. Es en esta realidad que nosotros, autores y poetas, escribimos. En Israel y en Palestina, en Chechenia y en Sudán, en Nueva York y en el Congo. En ocasiones, durante mi jornada de trabajo, después de varias horas de escribir, levanto mi cabeza y pienso: justo ahora, en este preciso momento, otro escritor a quien ni siquiera conozco está sentado, en Damasco o en Teherán, en Ruanda o en Dublín, justo como yo, practicando este peculiar y quijotesco oficio de creación, dentro de una realidad que alberga demasiada violencia y enajenación, indiferencia y abatimiento. Ahí tengo un aliado distante, que ni siquiera me conoce, pero juntos tejemos esta telaraña invisible que, no obstante, tiene un poder tremendo, un poder capaz de cambiar el mundo y de crear el mundo, el poder de hacer que los mudos hablen y el poder del tikun, de la restauración, en el sentido profundo que le da la Cábala.

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