Fresán sobre Burgess
A Antonhy Burgess se le recordará siempre por La naranja mecánica, aunque quizá no por la propia novela sino por la famosa adaptación cinematográfica. Pero en realidad fue un escritor muy prolífico. Entre sus muchas obras destaca Poderes terranales, considerada como la más ambiciosa de sus novelas, que será publicada en castellano por El Aleph y que tiene un prólogo de Rodrigo Fresán que anticipa "Radar libros" Aquí un fragmento del prólogo, donde explica la ambición de esta novela:
Uno de los títulos originales de Poderes terrenales –uno de los varios que le había puesto Burgess mientras la escribía– era Los creadores. Y si algo queda claro es que aquí leemos y disfrutamos de un creador en la summa de sus poderes. De ahí que Poderes terrenales pueda leerse casi como un compendio de sus obsesiones a la vez que una suerte de greatest hits donde se reformulan sus ideas y sus trucos con una gracia y elegancia nunca superadas antes o después por el autor. En este sentido, debe considerarse Poderes terrenales como la novela burgessiana total del mismo modo en que –aunque con diferentes modales– Ada, o el ardor es la novela nabokoviana total. De ahí también que el biógrafo Roger Lewis –en su Anthony Burgess, 2002– defina Poderes terrenales como si se tratase de “todos sus libros anteriores dentro de uno” y de “una comedia que simula ser una tragedia”. Burgess, por su parte, no dudó en revelar que consideraba el libro todo un desafío, incluso para su habitual velocidad y en una carta a su editor alemán, a punto de poner su punto final, lo sintetizaba como “mi intento de demostrar que puedo escribir algo tan largo como esos novelones del siglo XIX (aunque Dickens y Tolstoi escribían muchas páginas porque primero publicaban en entregas, forma del oficio con la que, ay, ya no contamos). He aquí un relevo panorámico del siglo XX narrado por el cuñado del ficticio papa Gregorio XVII y un intento de encontrarle una explicación al condenable misterio del bien y del mal manifestándose en el peor siglo que la humanidad jamás haya conocido. También se supone que sea divertida”. Burgess consideraba la novela como “la única gran forma literaria que nos queda. Tiene la capacidad de albergar todas las formas literarias menores. La novela tiene actualmente el monopolio de la forma” sin por eso negarse o renegar de la certeza de que “todas mis novelas intentan ser, diríamos, un entretenimiento serio, sin propósito moral, sin solemnidad. Lo que yo quiero es complacer”. De acuerdo en todo y aquí está la incontestable evidencia de sus intenciones realizadas.
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Burgess! Por fin Burgess! Despuès de tanto ver y oìr a una generaciòn de pomposos dolientes postmodernos menospreciando a un autor que debe en gran medida su renombre a la gloria infame de las adaptaciones fìlmicas (por no hablar de su propia experiencia pagando cuentas a las musas en el servicio ya esplendido o espurio de la escritura de guiones, o de los tratamientos literarios con escasa sobrevida cinematogràfica), por fin parece hora de volver en plena forma y salud a ese monstruo polivalente tan malconocido como el exitoso exprimidor de naranjas. Probablemente, lo que conspira contra la genialidad de Burgess es el màs notorio de sus basamentos: su apabullante capacidad de trabajo. Màxime si esta pràctica se engalana con una suerte de naturalidad muy cercana al profesionalismo de los asalariados. Si dejàsemos sus títulos en, digamos, sòlo cinco de sus mejores novelas (Nothing like the sun, M/F, Napoleon Symphony, Earthly Powers, The kingdom off the wicked, Any old iron, A Dead Man in Deptford… y cinco es poco) creo que ya con eso nos bastarìa para verlo planear algo por encima del "dream team". Y entonces? Entonces habrìa que preguntarse què ocurre con aquellos demenciales entretenimientos como la tetralogìa dedicada a Mr. Enderby (Mr. Bean metamorfoseado en poeta conservador y neoclasicista!), o con los policiales catolizantes como Tremor of intent y Honey for the bears, o la galerìa distòpica en The Wanting Seed o 1985 (y si ustedes quieren, viertan aquì el jugo de la bella naranjita), e incluso esos desquites misògenos de un macho màs bien reverencial en Beard's Roman Women o The doctor is sick. Y quedan otras 10 o màs. Y a no olvidar las obras mùsicales (canciones, odas, sonatas, conciertos, sinfonìas, libretos, un par de ballets y un par de òperas!). Y los estudios eruditos sobre lingüìstica. Y los de divulgaciòn literaria o los de su contagiosa pasión por Joyce. Y sus obras de teatro y sus libritos de poemas. Y còmo no, el paseo afrentoso y de rigor por el periodismo (crìticas, columnas, corresponsalìas) y la docencia (de visitante en 3 continentes). Y nos quedan aun sus traducciones clásicas (del griego, el latin y de ahì a la pendiente del italiano y el francès). Y en fin... el trabajo cuya esperanza paga y degrada. El trabajo para los productores cinematogràficos (de Moises a Jesus de Nazareth, de Shakespeare a James Bond). El problema de Burgess fue su muy manchesteriana autoconcepción de obrero de la literatura y esclavo de su talento. Siempre a despecho de las generosas mistificaciones de las bellas letras, y en estricta observancia a la infatigable persecución impositiva del HM Treasury. Yo diría…niños… Quieren calidad? Hablo de fantasìa, lujo verbal, comicidad indecente, trasvestismo ideologico, todas las disyuntivas morales de un catòlico lapso, erudición en tempo cantabile y nihilistica seriedad en scherzo… Lean a pues a Anthony Burgess. Que para bien y para mal nunca serà un Sir ni un O.M. Leànlo “cronologicamente”. Consigan las traducciones (algo penosas cuando no son de R. Buenaventura) y vayan despuès por los originales y comparen y pasen de ahì a las originalìsimas que NO estàn traducidas (y que probablemente nunca lo estaràn). Y luego… ¡Luego vuelvan al màs sobrevalorado de todos los escritores ingleses dignos de envidia! Vuelvan a la ficciòn caricaturesca (esa de tristes machitos “mala clase” y hembras todas fatales, ùltimamente festoneada de provocador analfabetismo polìtico muy en concordancia con la crisis de la edad madura y la seriedad de los privilegios turìsticos amenazados) de quien, por ser el caricaturesco hijo de una especie de “lord of the manor”, ha merecido, indignamente, ser considerado como el profeta satìrico de las clases medias (estamento al que divierte con su nulo aparecimiento temàtico en sus novelas, es de suponer). Sì. vueeelvan a Amis Jr. y comparen. Y nuevamente… Sì, el coqueto pequeñin bilioso tiene todo lo que el talento merece (ademàs del talento, desde luego) peeero… Burgess es infinitamente superior. A màs de haber sido, aparentemente, al menos hasta la contabilidad del pùblico haber actual, una mejor persona y un hombre con una vida -en tèrminos mundanos- muchisìmo màs interesante. Alguién que en ningùn caso se merece observaciones condescendientes (relativas ni màs ni menos -que patudez- a su falta de “profundidad”) en boca de un escritor indigno de atarle siquiera los cordones.
Emanuel Vogler
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