Caos calmo
Estaba a punto de comentar mi lectura de la novela Caos Calmo de Sandro Veronesi, la novela ganadora del premio Strega y recién editada por Anagrama, cuando leí este post de Gustavo Faverón en el que se recomienda no hablar de libros que aún no se han terminado de leer. Me faltan 80 páginas. Por lo pronto, los dejo con la reseña que la semana pasada escribiro Mercedes Monmany respecto a esta obra que -adelanto- me está pareciendo extraordinaria también:
Como un moderno y testarudo Bartleby, el escribiente, varado de forma imperturbable frente a su pared de ladrillo de Wall Street, el protagonista de Caos calmo, la magnífica y metafísica novela con la que el italiano Sandro Veronesi (Florencia, 1959) obtuvo el prestigioso Premio Strega, también petrifica a diario su oficina portátil, formada por él mismo y su coche, frente al colegio de su única hija, Claudia, de once años. La novela retrata como pocas los temas y crisis más deshumanizadas y salvajes de nuestra época (...) Tan sólo alguien que se comporta de forma tan extravagante y con esa caótica y tranquila excentricidad les anima a sacar a la luz sus peores pánicos y pesadillas, sin miedo a ser mirados como unos vulgares perdedores o como unos vulnerables eslabones, siempre al acecho de una imaginaria y cada vez más espectral victoria. Una victoria, muchas veces mortal y exterminadora, con frenéticos e imparables ascensos hasta lo más alto, hasta lo más suicida, que a Pietro le recuerdan ahora claramente al protagonista de una de sus obras preferidas: el ludópata de casinos que ganaba y perdía todo una y otra vez de Apuesta al amanecer, de Arthur Schnitzler. Su coche, mitad confesionario, diván de psicoanalista, ataúd, casa o improvisada oficina donde revisa papeles y estampa firmas, se convierte también en un espacio sagrado de peregrinación. Ni siquiera los temibles tiburones Steiner y Boesson, artífices de la fusión caníbal que convertirá en inservible a la mitad de los empleados de la compañía, logran sustraerse a «descargar un formidable chorro de dolor» y al magnetismo de pasar por esa tierra «del exilio», fuera de lo material, en la que Pietro ha decidido detenerse y decir «basta» por tiempo indefinido: «Este lugar es verdaderamente prodigioso: un muro de las lamentaciones? Milán es una ciudad sagrada y nadie lo sabe».
Por cierto, me han hablado también estupendamente bien de la adaptación cinematográfica con uno de mis actores (y directores) favoritos: Nani Moretti, ideal para el papel de Pietro.
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