Figueras pontifica
Marcelo Figueras -novelista, guionista y blogger- ha decidido pontificar desde su blog en "El Boomerang" cual José Saramago. ¿Para qué ser reflexivo si se tiene la verdad entre manos?, debe pensar. Felizmente, al final nos perdona la vida diciendo "lo que no mata, engorda". Así dicta Figueras:
¿Y a qué se refiere Figueras? Se refiere a lo siguiente:Admitámoslo de una vez: la literatura hispanoamericana se metió en un sendero sin salida, víctima de su propia venalidad, que también está empezando a causar estragos en el cine. Esto no debería ser grave, la historia del arte está hecha de marchas y contramarchas. Si así no fuese habría que abonar la teoría de la progresión lineal del conocimiento, como si siempre supiésemos más y mejor. No es la primera vez que avanzamos en una dirección errónea. Le pasó a tantos científicos, le pasó a Wittgenstein. La imagen del laberinto sigue siendo útil: marchamos por caminos, algunos carecen de salida, se impone retroceder para volver a salir. No hay indignidad en este proceso, tan sólo sabiduría.
Ya está dicho. Habrá que hacerle caso a Figueras, nomás, ¿no? Que nos queda, si el hombre está tan seguro de sí mismo que da miedo (y justo ahora que le están haciendo un homenaje a Robert Walser en la reunión del PEN Club. Pero Figueras debe saber más).La moda de los relatos del Yo, esta escritura de la intimidad que nos venden como novedosa -tan nueva, en todo caso, como la técnica del anacronismo deliberado con que Menard disfraza su infertilidad-, es una de las consecuencias de la forma en que muchos artistas viven. ¿De qué puedo hablar que no sea mi Yo, cuando estoy enclaustrado en mi casa? ¿De qué escribiré que no sea mi Yo, cuando tengo miedo de utilizar la imaginación? Muchos no soportan que el foco se haya desplazado de sus personas. Pero aunque les pese, la pelota está en el campo de la gente. De aquellos que buscan la narración donde está -esto es, en otro lugar. De aquellos que quieren dejar de ser espectadores, que ya no toleran pasivamente que se les diga qué hacer, cómo leer, qué consumir. Ellos ya encontraron los nuevos domicilios de la narración. Ahora es nuestro turno de salir a buscarla.
Mientras algunos nos preguntamos si todavía es posible aplicar la etiqueta de 'literatura hispanoamericana' para juzgar a un grupo de narradores y narraciones que suelen compartir entre poco y nada, Marcelo Figueras no sólo deja claro que la etiqueta parece ser tan válida como en los tiempos del 'boom', sino que --ay, hombre adelantado a su tiempo-- arroja luz sobre el sendero errado que ha elegido la totalidad de escritores en lengua española. Y como no indica desde cuándo empezó esta 'moda', deben resultarle igualmente lamentables 'Farabeuf' y 'Mala onda'. O las reminiscencias ensayísticas en las novelas de Fresán.
Curioso que Figueras publicara ese texto desde la tribuna del Yo por antonomasia: el blog...
Acaso todo era, a juzgar por los argumentos de 'profe', otra broma, quizá.
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