Maoismo y literatura peruana
En un comentario en su columna "Inquisiciones", refiriéndose al artículo que publiqué en la revista Babelia hace unas semanas, Abelardo Oquendo dice:
A Thays la idea de literatura nacional le parece discutible, y vaya si lo es. ¿Cómo admitirla, sobre todo en un país como el nuestro, multicultural, multinacional, multilingüe? "La ambición por apoderarse de la totalidad de la representación literaria del país (…) es anacrónica", afirma; y también: "querer representar al país y convertirse en la única voz autorizada es de un absolutismo insufrible y manifiesta un deseo dictatorial solo justificable por las nociones políticas maoístas con que se educaron algunos de esos escritores." Es una lástima que Thays lance una acusación tan grave sobre esos escritores. (¿O maoísta no significa ya nada?) Y es una lástima que, al personalizarla, desperdicie una cuestión tan merecedora de serio debate como la de literatura nacional y literatura mundial. Peor aun cuando se invoca –como él lo hace– el concepto de pluralidad por encima del de simple tolerancia. "En vez de pelearnos por estar falsamente unidos en torno a una obligación, hagámoslo por defender la diferencia de los demás", exhorta Thays. Pero no da el ejemplo. Si uno practica el pluralismo debe asumir a los otros en el espejo mutuo –para decirlo con una expresión de Julio Ortega–, sin importarle que ellos no lo hagan.
Aunque me he prometido a mí mismo no entrar en polémicas, ante la admiración y el respeto que me produce Abelardo Oquendo quiero poner los siguientes puntos sobre las íes:
En principio quiero aclarar que la conclusión a la que supuestamente llega mi artículo, en palabras de Abelardo Oquendo, se desprende de su lectura y, por tanto, es de su absoluta responsabilidad. No acepto que me hagan decir cosas que no he dicho. Sería no sólo contradictorio sino absurdo que yo abogue por la pluralidad y por defender las diferencias, y busque excluir obras de cualquier género o tendencia.
En cuanto al punto del maoísmo, sí debo darle la razón a Abelardo Oquendo: resulta inútil para esta discusión reducirla a una acusación de “maoístas” a quienes están en una postura, o de “liberales” a quienes están en la orilla opuesta. Y lamento que la referencia al maoísmo que hice pueda, quizá, interpretarse de ese modo. Lo que pretende el artículo es justamente lo contrario: enfatizar que no puede reducirse ni simplificarse una discusión literaria bajo ninguna dicotomía (excluidos y hegemónicos, criollos o andinos, maoístas y liberales) dada la complejidad del país y por ende, del concepto de literatura nacional.
Sin embargo, aclaro que no creo que sea un despropósito o un insulto –y menos aún una “grave acusación”- subrayar la importancia que tiene la doctrina maoísta para entender cómo enfocaron algunos esta discusión. ¿Acaso puede pasar por alto Oquendo que muchas de las acusaciones contra los “criollos” estuvieron teñidas de un sectarismo político? ¿Puede borrarse el expuesto pasado político de un escritor cuando éste defiende una causa con argumentos que se desprenden de esa ideología? Y por lo demás: ¿Acaso las discusiones literarias durante décadas o siglos, en el Perú y en el Mundo, no han sido sino la ampliación del campo de batalla político al terreno literario?
Pero ¿Por qué puede afectarle a Abelardo Oquendo que mencione la educación maoísta de algunos escritores? Vinculo su indignación a otras reacciones similares, como aquella de quienes calificaron de “soplonería” o “delación” al texto de Ampuero durante la bronca andinos-criollos en que recordaba las loas de Miguel Gutiérrez a Abimael Guzmán (una acotación pertinente cuando Gutiérrez, proponiéndose como una voz equilibrada y tolerante, introducía conceptos de innegable carga política como la existencia de una “clase social dominante” convertida en “mafia literaria”); o también al rechazo visceral que produjo en Oswaldo Reynoso el hecho de que Gustavo Faverón publicara sin fechas algunos cuentos en la antología Toda la sangre; o que el mismo Faverón identificara en su prólogo las siglas SL de un personaje del cuento de Gutiérrez con un grupo político determinado; o incluso que interpretara el cuento de Hildebrando Pérez como un anticipo de su radicalización política.
Manteniéndose aún vigente la legislación que pena la apología al terrorismo, los temores son comprensibles. Pero ¿es posible borrar de la historia literaria peruana la cercanía que tuvieron muchos intelectuales en los años 70 con la doctrina maoísta? Y más aún, ¿podemos entender las dicotomías entre escritores sin aludir a estas cuestiones ideológicas? Estoy hablando no de un prejuicio, sino de actos concretos y verificables. Me refiero al hecho de que el grupo Narración iniciara su revista colocando a página completa la tesis sobre el arte de Mao Tse Tung. Y a las innumerables reseñas de esos años en las que, siguiendo los dictados maoístas, incluso reconociéndose su valor literario las obras eran juzgadas duramente por las posturas políticas “decadentes y burguesas” de sus autores; y me refiero específicamente a este principio maoísta: “Lo que exigimos es la unidad de la política y el arte, la unidad del contenido y la forma, la unidad del contenido político revolucionario y el más alto grade posible de perfección de la forma artística”, que fue el norte con que Miguel Gutiérrez emprendió su valoración literaria de la Generación del 50 en Un mundo dividido y el que le permitió, además, dedicar las últimas páginas a una alabanza a Abimel Guzmán a quien calificó de “paradigma intelectual” de su generación amparado por el dictamen maoísta de unir acción con pensamiento. Entonces, ¿tiene o no, concretamente, el maoísmo importancia en la elaboración de algunos conceptos literarios en el Perú puestos en discusión durante la bronca andinos-criollos? Y si lo tiene, ¿por qué pacto no escrito debemos evitar la mención a esa influencia?
Mao, el intolerante, escribió: “Nuestro propósito es asegurar que la literatura y el arte encajen bien en el mecanismo general de la revolución, se conviertan en un arma poderosa para unir y educar al pueblo y para atacar y aniquilar al enemigo, y ayuden al pueblo a luchar con una misma voluntad contra el enemigo.” No es difícil darse cuenta de que esa precepto es el que justifica a aquellos que tienen una noción sectaria y demagógica sobre la existencia de una literatura peruana “auténtica” –y con una agenda específica de temas "peruanos" válidos, incluso- en contra de una “falsa”, escrita por “enemigos” literarios alienados por el capitalismo, que escriben obras "evasivas", publican en editoriales extranjeras y airean una influencia “sospechosamente norteamericana” (en el colmo de extremos, un escritor propuso delante de mí y de un numeroso grupo de alumnos de la Universidad San Marcos prohibir a los escritores peruanos con apellidos extranjeros –como el mío- publicar en el Perú).
Pero sobre todo, resulta obvio que ese dictado maoísta se opone a la idea de la pluralidad que yo traté de defender en mi artículo. Y debe quedar claro que es exclusivamente en ese sentido que consideré pertinente la mención al maoísmo de algunos (ojo que en el articulo especifiqué "algunos") escritores que defendieron la postura regionalista. Ese era el único objetivo de la mención, insisto, y no -como parece entenderlo lamentablemente Abelardo Oquendo- por un motivo mezquino como "delatar" a alguien y menos aún personalizar mi crítica contra una persona en concreto, algo que no me interesa en lo absoluto, y menos aún para “excluir” de la “literatura peruana” a quien tiene un concepto distinto al mío, cuando a todas luces el propósito de mi artículo es defender las diferencias.
Actualización 5/02.- El tema ha aparecido comentado por Gustavo Faverón en "Puente Aéreo" y por Silvio Rendón en el blog "El Gran Combo".
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Parece que algunos escritores si creen que tienen derecho a tildar a otros de "argolleros", "mafiosos" o "criollos". Pero si se les recuerda sus simpatías ideológicas, pasadas y presentes, y el probable efecto de esta ideología en sus escritos y en el ámbito académico, por poner un caso, resulta que se les está ofendiendo o causando un perjuicio.
Como egresado de universidad nacional, doy fe de lo ridículo a lo que llegaron ciertos tipos, como es el caso que menciona Ivan, es decir, proponer la prohibición de publicar a autores peruanos de apellido "extranjero".
Podría contar el caso de un amigo de apellido italiano a quien le quisieron cobrar de más por entrar a un museo, debido a su apellido.
Que me demuestren lo contrario, pero creo que ciertos escritores quieren imponer el criterio de que una novela "peruana" debe tratar por fuerza de campesinos explotados, terratenientes abusivos y blanquiñosos homosexuales, humus del cual debe surgir el prístino héroe nazi, perdón, senderista, de pura raza peruana incontaminada de decadentes genes europeos (así como de asiáticos y africanos).
El senderismo es el nazismo vestido con otro ropaje.
6:19 p. m.
Me parece interesante llevar el asunto del pluralismo al campo que lo genera y es propio: la democracia liberal (y creo que la comparación es útil porque permite no perder de vista el bosque entre tanto detalle menudo). La pregunta, en tales términos lo ha planteado MVLL más de una vez: ¿Debe la democracia aceptar entre sus muchos agentes políticos a obtusos prácticantes del totalitarismo e incluso permitirles tomar el control del gobierno para así hacerse harakiri a sí misma? Y, mutatis mutandi, ¿podemos aceptar como partícipes del debate literario a personas que sostienen ideas no solo distintas nuestros sino visiblemente antihumanistas y hasta crueles? La respuesta de Mario, que la toma de Berlin, es que sí. La democracia es el único sistema que tiene la grandeza de incluir en el espacio público a sus enemigos más pertinaces y, dadas las circunstancias, les permite triunfar y, con ello, se autoextermina. La república de Weimar que elige a Hitler de Canciller y Estados Unidos que elige de presidente a un oligarca fundamentalista e ignorante son ejemplos claros de ellos. Si la democracia -si el debate de ideas no los incluyera- no tendría sentido postularla como un sistema mejor que otros y tampoco nos permitiría darnos cuenta cuanto calan las ideas totalitarias en la comunidad. No nos daríamos cuenta cuándo hemos perdido la capacidad de argumentar, cuándo el pueblo nos ha quitado la confianza para apoyar a los bárbaros porque les hemos fallado, no sabríamos cuándo el equívoco nos ganó la partida por decir que el error no tiene importancia. POrque la democracia permite la diferencia es que se puede distinguir la crueldad para combatirla con ideas y acciones decididas, solidarias y humanistas. Sí, que los maoístas digan que lo son, que estén ahí y sigan debatiendo. Eso indica que la democracia funciona. Solo cuando los silenciamos, los obviamos o preferimos mirar en nuestro pequeño yo como suma del universo es que hay verdaderos problemas
4:35 a. m.
Amigo Thays: Todas las sangres es una novela de Arguedas y no del crítico Faverón. Lo mejor que puedes hacer es sincerarte y aceptar que tú tampoco eres pluralista, eso lo sabe cualquiera, no hace falta ser muy inteligente. No se equivoca Oquendo. Es más, acierta de una manera tajante.
Carlos Enrique Cordero
Estudiante Lit. UNMSM
5:36 a. m.
Amigo Cordero:
tienes razón, la antologhía de Faverón es "Toda la sangre". Y dado que tu único argumento es una suposición prejuiciosa ("eso lo sabe cualquiera, no hace falta ser muy inteligente") tu comentario es absolutamente desdeñable. ¿Ese es el nivel de tu Universidad? Qué pena. Ojalá te enseñen algo mejor que hacer suposiciones en la UNMSM. A argumentar, por ejemplo.
Suerte
IVAN
9:00 p. m.
guarda iván con las generalizaciones a partir de tu pregunta: "¿ese es el nivel de tu universidad?". lo mismo podría decirse de la católica (donde enseño trazegnies), la san martín (con el actual ministro de educación), etc.
es decir, a partir de un caso, ¿se puede preguntar por el nivel de una universidad? ya cuando hablas de "ojalá te enseñen algo mejor que hacer suposiciones en la UNMSM", partes de la idea de que es deseable que sea así y que, por lo tanto, pareciera que dices que en la UNMSM solamente enseñan a hacer suposiciones. podría darse el caso que enseñen a argumentar en la UNMSM y el estudiante anterior: a) no haya aprendido, b) no haya podido argumentar en esta situación en particular.
como digo, generalizas a partir de un caso. yo podría decir aquí, siguiendo tu lógica: "¿ese es el nivel de la pucp? qué pena. ojalá te enseñen algo mejor que hacer generalizaciones en tu universidad. a argumentar por ejemplo". ¿ves el absurdo de tu argumento -en este caso particular-?
porque hay casos también de alumnos de literatura con buenas argumentaciones, como que un grupo de ellos ganó reciéntemente un premio andrés bello por una investigación en un centro poblado en el norte de lima. y fue un trabajo hecho a partir de un curso, por lo que podría decir que en la UNMSM enseñan a argumentar.
saludos
8:50 a. m.
Cuánto le gusta utilizar la denominación "sospechosamente norteamericano" a Thays. Se nota que cuando alguien usa una idea o frase con la que no está de acuerdo y, consecuentemente, le parece risible, no para hasta convertirla en muletilla.
11:29 a. m.
Los totalitarios tienen esa costumbre: ellos nomas tienen la razon, ellos son dueños de la verdad, el resto no, noooo, el resto son los criollos, no, ellos no. Para ellos, paredón (si les fuera posible, claro).
Lo peor es que subestiman a la gente, irrogandose su representacion, pretendiendo decirles qué hacer, cómo pensar, como deben vivir. En el caso de la literatura, seria "qué debe leer el pueblo".
Por fortuna (aun) podemos elegir a quien leer y a quien no, optar entre "criollo" o "andino" sin que ello sea considerado un delito, como si lo seria en una dictadura comunista maoista leninista o cualquiera de esos otros "istas".
Yo pienso que si, hay que decirlo con su nombre. Para que esconder algo que los mismos autores con tanto encanto confiesan?
Saludos y no se desvien del tema.
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