Natsume Sôseki
La traducción en Argentina de Kusamakura. Almohada de hierbas de Natsume Sôseki nos permite conocer, gracias a un artículo de Eduardo Berti en el suplemento ADN Cultura, a este precursor de la literatura japonesa del siglo XX.
Dice la nota: "Kusamakura (Almohada de hierbas), publicado originalmente en 1906 y ahora traducido por Amalia Sato, se vincula con la segunda etapa de Sôseki, lo mismo que el delgado libro en que apuntó sus sueños o los Pequeños cuentos de primavera (1909), hechos de minúsculos detalles. "Según el autor, era una novela haiku -una novela con un propósito ante todo estético-, modalidad en la que no volvió a incursionar", explica Sato en un prólogo que describe con justeza el libro: "El protagonista se mantiene inmóvil mientras los acontecimientos se van sucediendo alrededor, con una oscilación entre el ejercicio del comentario artístico y la historia de misterio". El protagonista, un pintor de inclinaciones poéticas que anhela "apartarse del mundo", viaja a un recóndito pueblo donde hay aguas termales. Si se compara con Mont Oriol , de Maupassant, novela donde el descubrimiento de un manantial de aguas termales permite la pintura de una multitud de personajes, en este caso la atmósfera dista de toda mundanidad. Al contrario, el personaje femenino que cautiva al narrador es casi fantasmal. Y los tramos meditativos, los recuerdos o las digresiones líricas son tan importantes como la delgada trama.
A diferencia de tantos escritores que posan de pensadores, Sôseki lo es de forma genuina, sin que ello lo debilite como narrador. Abundan aquí las reflexiones estéticas ("un artista es una persona que vive en el triángulo que queda luego de que el ángulo que denominamos sentido común ha sido retirado de este mundo con cuatro esquinas") , pero también las opiniones sobre la ceremonia del té ("revoltijo de reglas triviales") o sobre los ferrocarriles, entendidos como el símbolo del siglo XX y de "los peligros que abundan en la moderna civilización" (...) El autor no solo logra este equilibrio con lirismo y profundidad, sino que, en más de un pasaje, parece aludir de manera autoconsciente a su procedimiento. De este modo, al menos, se pueden leer las menciones al Tristram Shandy de Sterne (novela a la que Sôseki le consagrara un largo ensayo) o, más aún, las teorías de la lectura del narrador que, en vez de leer "desde el principio hasta el fin", escoge al azar algunas partes, despreciando el argumento. Al hablar de la escultura en la antigua Grecia, Sôseki afirma, por medio de su narrador, que su ideal podía resumirse como una especie de energía en reposo: "¿ Movimiento o reposo? Esta pregunta candente domina el destino de los artistas".
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No sabía nada de Natsume Sôseki y consultando la Wikipedia, veo que es tan importante en Japón que su retrato aparece en los billetes de mil yenes. Veo también que su novela "Kokoro" es una especie de don Quijote para los japoneses. Habrá que leerlo cuando se pueda.
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