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La literatura alemana y el nazismo

Recordatorios nazis depositados por los fascistas letones en la manifestación en Riga. Fuente: voltairenet.com

En el ADN Cultura destaca nítidamente el artículo de Lionel Richard dedicado a la mala conciencia de los escritores alemanes de la post-guerra y su necesidad de airear los temas del nazismo y expiar culpas propias o históricas. Se habla por lo menos de tres generaciones de escritores que surgen después de la guerra: la primera, mucha de los cuales está conformada por ex soldados y cuentas sus experiencias; la llamada Generación del 47 en la que brilla con luz propia Gunther Grass; y una tercera generación en la que esos temas "pueden tratarse sin complejos, aprovechando todos los registros convencionales, hasta los más eficaces comercialmente". Además, comentan las reflexiones de Martin Walser en 1999 en torno al tema. La pregunta es: ¿Realmente es el nazismo un tema del pasado como dice Walser?

Dice la nota: "Basta del "mazazo moral" contra los crímenes nazis, basta de "la instrumentalización de la memoria de Auschwitz", declara Martin Walser en Frankfurt en 1999, al recibir el premio de la Paz que le otorga la unión de libreros. ¿Por qué ese arrebato de cólera, percibido como una provocación por una parte de los asistentes, especialmente por los representantes de la comunidad judía? Acaso se sintió ofuscado por los reproches contra su novela autobiográfica reciente Una fuente inagotable. Para relatar una infancia en la Alemania nazi, se basó exclusivamente en la visión y los afectos de su personaje exclusivamente durante la época en la que los vivió, sin alterarlos con los inventarios de la memoria supuestamente colectiva. En suma, tuvo la audacia de ofrecer un relato marcado por el sello de la inocencia, sugiriendo que un niño, aunque sin ser completamente ignorante de las crueldades que lo rodeaban, también podía ser feliz bajo el dominio nazi. Esta especie de lavado y blanqueado no careció de discípulos. Se instauró una moda, la de las "novelas familiares". El nazismo, cuando es evocado, pasa ser en el mejor de los casos, un decorado. Sin embargo, esto no es una regla. Con la llegada del siglo XXI, los nietos de los actores y los testigos, conscientes del rechazo del pasado que los rodea, replantean las acusaciones. También en su famoso discurso, Martin Walser condenó la complacencia en la "vergüenza nacional" alimentada, según él, por la prensa y la televisión. Pero la idea de "vergüenza", si se toma en cuenta lo que explica Emmanuel Levinas, ¿no es acaso algo ya diferente del sentimiento de culpa? En la "vergüenza" que en este caso nos invade, lo que nos tortura, según ese filósofo, es la inexorable exigencia de identificarnos con un ser, el nuestro "que ya no es extraño y del que ya no podemos comprender sus razones para la acción". Dicho de otro modo: reconocemos nuestra culpabilidad pero ya no estamos más en la situación que nos llevó a ella, se ha alejado de nosotros y sólo podemos considerarla desde cierta distancia. La tercera generación de autores alemanes de post-guerra, en este aspecto, parecer dar a la vez la razón y una desmentida a Martin Walser. Le da la razón porque la mayoría de ellos han descartado la obligación que sentían sus predecesores de impedir que se instalara un manto de silencio, de instar a los alemanes a machacar una y otra vez, ritualmente, sobre su culpa. Y lo desmienten porque muchos de sus integrantes conservan las peripecias del dominio nazi en su presente, en su búsqueda de identidad por medio de la escritura. A veces las expresan superficialmente, de manera evasiva, falaz, como si jugaran con un tiempo muerto. "Comerciantes del recuerdo", los ha calificado su colega Georg Klein, que practica una áspera ironía. Con todo, si el grado cero de la historia está al alcance de la vista, todavía no lo hemos alcanzado.

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