Hablando sobre egos
Ahora que está de moda entre los lectores más o menos jóvenes, muchos de ellos vinculados al periodismo por vocación, profesión o necesidad, hablar maravillas del new journalism y sentirse inspirados cuando pueden insertar el nombre de algunos de estos periodistas (Tom Wolfe, Truman Capote, Hunter S. Thompson y Norman Mailer) en sus conversaciones, sería bueno que lean el interesante post de Gustavo Faverón al respecto en "Puente aéreo". La carne sale con hueso.
Dice Faverón: "Lo curioso es que esa lista de nombres (me refiero a Wolfe, Capote, Thompson, Mailer, Christgau, Cabal y algunos otros) también podría ser la nómina de los escritores americanos más ególatras y ensimismados del último siglo, y en algunos casos --no todos, gracias a Dios-- también los más fascistoides. Estaremos de acuerdo en que esta observación no desconoce su talento de narradores; solo apunta a un hecho más o menos demostrable.Repasen los datos biográficos, recuerden los textos, y verán que no exagero. Al menos, no demasiado.
(...) En verdad, lo del ego no es un rasgo inesperado ni mucho menos azaroso: el elemento clave en la evolución de las formas de periodismo que vienen de Capote, Mailer, Wolfe, Christgau y Thompson, es decir, el nuevo periodismo y el periodismo gonzo, es el asunto de la centralidad del cronista convertido en personaje crucial de la narración, rasgo introducido por el nuevo periodismo y llevado al paroxismo en los textos de Thompson. Espero no ser confuso al decir esto: ese protagonismo del narrador, eje de los mejores valores narrativos en las crónicas de muchos de estos autores, y válvula de escape de su potencial tendencia a la ficción, es lo mismo que sigue haciendo, por decir lo menos, discutible el valor de sus textos en tanto textos periodísticos, por lo menos en la medida en que sigamos considerando al periodismo como la disciplina de la información.
No es que yo pierda de vista la importancia estética e intelectual del nuevo periodismo como forma narrativa (¿quién ha escrito crónicas más bellas que Capote o más agudas que Wolfe?). Tampoco es que deje de percibir la virtud potencial del narrador gonzo como elemento catalizador de un mundo narrado. Es algo bastante más simple: es que tengo la impresión de que las ansias de escándalo y la egomanía se han vuelto elementos centrales del ejercicio perodístico a costa del simple y básico impulso de decir algo no sobre uno mismo sino sobre el mundo allá afuera.Y también me pregunto en cuántos de los cursos de periodismo donde los estudiantes se familiarizan con los textos de Thompson, Mailer o Wolfe se estudia algo más que las virtudes formales de los textos. Por ejemplo: el trasfondo ideológico de los mismos, su tendencia violentista, su eventual impulso reaccionario, la moral del "vigilantismo" que sostuvo parte de la obra de esos escritores, etc. Porque las formas literarias no nacen en el aire: surgen ya impregnadas de unas ciertas inclinaciones, su estructura misma es ya un vehículo difícil de desligar de las tendencias políticas o ideológicas que le dieron origen, y en el caso del nuevo periodismo y del periodismo gonzo, da la impresión de que el aire de familia que vincula a muchos de sus cultores tiene demasiado que ver con la imposición del ego propio sobre el mundo.
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Decir que los jóvenes periodistas de vocación tienen como referentes a los del new journalism es inexacto. Algunos ni siquiera los han leído, no se puede generalizar; cuando yo pasé por la facultad de periodismo de una universidad me topé con una realidad muy diferente a la que plantea Faverón.
9:08 a. m.
Habría que hacer una última vinculación generacional, que se estira hacia la elección de una misma forma de expresión: el escritor testigo o presencial (ominipresente en tanto Gran Hermano de lo real), también responde al tipo de escritor blogger más generalizado en la red: un ego coruscando en la oscuridad.
1:37 p. m.
Se ha olvidado Faverón que Tom Wolfe, Truman Capote, Hunter S. Thompson y Norman Mailer también son escritores.
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