El escritor calmado
Poniéndome al día con las múltiples noticias que no pude leer mientras estuve en Bogotá, sabiendo que no podré postear todas, elijo una para comentar que no quiero que pase por alto. En el suplemento "El Dominical" apareció una entrevista, o más bien una semblanza, a Carlos Calderón Fajardo escrita por Enrique Sánchez Hernani. El artículo se titula "El escritor calmado" y aunque no sé si ese adjetivo es el que mejor le va a Carlos, entiendo la idea. En ella, el autor se queja de que, a raíz de su poca visibilidad pública, lo consideran un huraño. Y coloca como prueba de ello a sus amigos. Me considero uno de ellos, así que doy fe de lo entrañable que es Carlos y también de su capacidad para mantenerse vigente entre los lectores más jóvenes de cada generación. Todos queremos "descubrir" a Carlos. Eso y no otro es el talento de un verdadero escritor.
Dice la nota: "Con bastante humor admite que su estilo de escribir está vinculado al discurrir filosófico, por su influencia alemana, y muy metódico, por haber padecido TBC, lo que lo obligaba a cumplir horarios de reposo. "Somos un club -sonríe--: están Ciro Alegría, D. H. Lawrence, Kafka, Camus, Manuel Bandeiras. Somos el club de los narradores con TBC", y estalla en carcajadas. Ha trabajado como Sociólogo, especialidad que estudió en la Universidad Católica, lo que le permitió comprarse una casita en Punta Negra, donde se queda a vivir la mayor parte del año. "Yo soy el hombre que mira el mar. A mí Lima no me gusta", añade. Después ha sido profesor de la UNI, donde con ironía cuenta que ingresó ganando 500 dólares como jefe de práctica y que luego de 25 años, tras jubilarse como profesor a dedicación exclusiva, salió con 300 dólares. Y se ríe con ganas nuevamente, como durante toda la conversación. (...) Tampoco le ha dado mucho a la bohemia. Añade: "Soy un hombre más bien tranquilo". Esto a despecho de haber frecuentado a los narradores del Grupo Narración, bohemios natos, grupo al que, sin embargo, no se incorporó nunca. "Ni ellos me lo pidieron ni yo, probablemente, lo hubiese aceptado", precisa y explica que para ello se requería cierto compromiso político militante que no le interesaba. A ellos llegó congregado por Oswaldo Reynoso, en el célebre bar Palermo. Desde entonces su trabajo con la palabra ha estado dedicado más a su labor con la palabra que a tratar de figurar. "Se han hecho la idea que soy un hombre huraño, esquivo, tímido -reconoce--, cosa que no soy. Porque si hay alguien que tiene amigos, soy yo. Eso es un mito". Reconoce que ese rasgo lo heredó de Ribeyro, su gran amigo. Y ahora que ha publicado El huevo de la iguana, sigue, calmo, su labor de escritor, esperando el futuro, levantándose a las 5 o 6 de la mañana, dedicado a su obra, que los críticos deberán enfocar ahora con más constancia. Lo merece".
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Yo también quiero "descubrir" a Calderón Fajardo. Quiero saber si este tío es tan bueno como dicen. Pero uno va a librerías y no encuentra sus libros. O la Editorial San Marcos es quedadaza, o a este pobre tío, por más bien que escriba, las librerias lo están ninguneando. Pobre tío Calderón Fajardo, lo ningunean las editoriales comerciales, los criticos oficiales, y ahora las librerías. Sólo tú lo defiendes.
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