Borges privado
No dejo de recomendar a todos el libro “Borges” de Bioy Casares. Para quienes no hemos santificado a Borges, la parte de los chismes y las traiciones de Bioy son sólo un aspecto anecdótico, que no está en contradicción además con la ironía sutil (o no sutil) con que se saca de encima las preguntas incómodas sobre contemporáneos o con que menosprecia a otros autores en sus ensayos, entrevistas y hasta textos literarios. Todo estaba ahí para quien quería leerlo. Ahora, a la luz de este seguimiento detectivesco de Bioy Casares lo expuesto es obvio. Lo interesante, sin embargo, son las reflexiones que se han suscitado en torno al libro. Una de ellas las del estupendo Juan Villoro, quien publica en “Letras Libres” un ensayo titulado apropiadamente: “Vida privada de la tradición”.
Gracias al blog de Foguel, además, me entero de una reseña en inglés de David Gallagher, en el Times Literary Supplement
“El paradigma borgesiano se ha convertido en una forma habitual de leer el entorno. De ahí la dificultad de advertir lo que su mirada tiene de riesgo y desafío. El diario de Bioy regresa al momento, casi inconcebible, en que todo pudo ser distinto, la zona privada en la que se decidieron juicios que serían clásicos. Muchos de ellos surgen del barro común de la maledicencia, el arrebato pasional, el disparate. En cierta forma, el diario pone en escena el predicamento del protagonista de “La memoria de Shakespeare”. Un hombre común recibe los recuerdos de un autor incomparable. Curiosamente, se trata de imágenes bastante normales, incluso nimias. Esto en modo alguno rebaja a Shakespeare; saber que sus raros artificios surgieron de una percepción habitual representa un misterio superior. Bioy propone un desconcierto parecido; registra una voz admirable y plagada de defectos, con derecho a las arbitrariedades del discurso íntimo. “Borges come en casa”, la frase se repite como una clave. Un libro escrito por dos autores fantasma, desde el sitio donde la obra es apenas tentativa, todavía irreal. ¿Quién guía el diálogo, el que habla o el que escucha, el que pregunta o el que responde? En su coloquio de sombras, Borges y Bioy Casares entregan la trama íntima, la mitología privada, una verdad que pide ser apócrifa, el antecedente necesario para la segunda voz de su escritura”.
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