De Souza opina
[BABELIA] Después de perder un millón de dólares y la oportunidad de habitar en un Palacio Negresco o, por lo menos, en una casa de campo en el Perú donde comer papas hervidas (¿y qué tal un préstamo para pagar la costosa educación del pequeño Andreas?), Patricia de Souza se repone y escribe en Babelia un artículo donde analiza la temporada actual de ediciones en Francia. Dice: "Es curioso que dentro de esta cantidad de libros publicados en Francia haya encontrado varias veces la palabra bienviellance, en los títulos y en los contenidos. Quiere decir benevolencia, altruismo, generosidad. No es gratuito que el premio Goncourt 2006, otorgado el pasado lunes, y uno de los libros más comentados, el de Jonathan Littell, nacido en Estados Unidos y que ha escrito en francés (una novela de 1.000 páginas), lleve como título Les bienviellants (Gallimard, 2006), Los benevolentes".
Pero no solo está atenta al mundo editorial francés, sino también al peruano. En su blog "Palincestos" comenta la lectura que Marcel Velásquez hizo de la narrativa peruana actual. Dice: "No me queda muy claro, en tanto que lectora, el marco teórico del autor, las categorías que menciona, realismo socio-mágico, novela total o novela urbana. Y yo desconfío de las categorías aunque se diga que son necesarias. No me imagino a la crítica estructuralista calificando a las novelas de Marcel Proust como una obra filosófica, o novela total o novela post-moderna a las novelas de Jean Echenoz...". Por otra parte, se queja también de la ausencia de narradoras en la lista de Marcel (que, si no me equivoco, solo menciona a Laura Riesco). Dice: "(...) aquí toco el tema que seguro todos esperaban, y que verán como dedo en la herida: el de la novela escrita por mujeres. Pues sí, hay heridas, la de desear nombrar y no poder, la de darse de golpes con las palabras y sentir su tiranía, su alienación, y sin embargo, insistir. Y por eso, me sorprenden las omisiones, porque suenan a destierro, a ceguera, a una resistencia que tiene que ver con el poder de las palabras, que, al final de cuentas son un poder político, influyen en la opinón, la moldean y la condicionan. Por eso, ciertas negaciones son negaciones al derecho a la palabra, establecen jerarquías de valor, no solo estético, si no también de contenido".