MOLESKINE ® LITERARIO

Notas al vuelo en cuaderno Moleskine® .

Demasiado realismo

Clara Rojas y una de las versiones del secuestro en Colombia. Fuente: rtve.es

En el suplemento "Babelia" del fin de semana pasado, en la sección "Crónicas de América Latina", la escritora colombiana Piedad Bonett comenta el fenómeno literario colombiano según el cual cualquier persona que ha sido víctima de la "realidad real" decide que está en capacidad de publicar (no necesariamente escribir, claro, para eso hay ghostwriters) un libro. ¿Demasiada realidad? Sin mencionar nombres en concreto, dice Piedad:

En la era de la globalización y la posmodernidad todo el que no ha escrito un libro, o lo está escribiendo o querría escribirlo. Y por eso mismo se publican tantos perfectamente prescindibles. Si esta pasión por la escritura nace del prestigio de la letra escrita, o de una necesidad catártica o terapéutica, o del deseo de alcanzar reconocimiento o dinero -o las tres cosas, no lo sé-. El caso es que en Colombia, país donde todo tiende a ser hiperbólico, esta pasión ha llegado a la desmesura: casi cualquier ciudadano que ha pasado por una experiencia dramática -¡y son muchos!- decide, impulsado por la necesidad de expresarse -o por los editores, vaya uno a saber-, verter sus historias en un libro. Todos -el que fue secuestrado por horas en un avión, el que pasó diez años en la selva, el que escapó de sus raptores, el raptor mismo, desde la cárcel, el padre, la esposa, el hijo del secuestrado, el policía que dirigió el rescate- quieren hacer el relato escrito de lo vivido. Ese deseo de representación de la experiencia, que pareciera formar parte del Zeitgeist o espíritu de una época, no es censurable, siempre que represente una alternativa al ruido mediático e ilumine cualquier resquicio de nuestra oscura realidad. Y aun cuando no consiga la hondura emocional y la calidad literaria de los escritos de Primo Levi, Jean Améry o Imre Kertész. Pero no. Lo que suele suceder es que el protagonista de los hechos se lanza, en los meses siguientes al desenlace del evento, solo o con la ayuda de un profesional, y aprovechando la coyuntura mediática, a la escritura de su testimonio. Y que las editoriales publican lo escrito sin mayores exigencias, pensando sobre todo en los réditos económicos de las publicaciones coyunturales. Predominan entonces los relatos planos, en los que se nota la falta de decantación de la experiencia, meros vertederos de hechos en sucesión cuyo dramatismo sólo nace, cuando se alcanza, de la cruda realidad que encierran y no de otra cosa. Y es una lástima. Porque las que podrían ser expresiones hondas del espíritu humano, búsquedas de sentido a través de la palabra, se convierten, por falta de guía o de hondura, en relatos superficiales abigarrados de lugares comunes o de insidias, mero alimento del morbo de los lectores.

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