Zafer Senocak reseñado
Zafer Senocak, el autor turco germano de Una herencia peligrosa (Pre-Textos), ha sido reseñado por Patricia Almarcegui para ABCD las letras. Según la reseña, Senocak se ubica en el llamado "tercer espacio", aquel "lugar donde se produce el intercambio recíproco entre culturas y alteridades". Dice la reseña:
El protagonista de la obra, Sascha Muhteschem, es nieto de víctimas y verdugos. Su abuelo materno era alemán y judío, y su abuelo paterno era turco y participó en el genocidio armenio durante el mandato de Kemal Atatürk. Sascha, que ha pasado largas estancias en Turquía, vive en Berlín, donde reflexiona sobre la caída del Muro, un hecho que condiciona su vida, pues con su desaparición se «desprende una capa que protege lo desconocido». Ese desconocimiento es uno de los temas claves de la novela. Darse cuenta de que existe le obliga a plantearse nuevas cuestiones y a desvelar lo ignoto, y la ignorancia siempre genera miedos y fundamentalismos. (...) La ficción le permite la crítica a Alemania. Senocak pertenece a lo que él mismo denomina Brückenliteratur o literatura puente, por la que se circula de una orilla a otra -en su caso, turca y alemana-, y en la que los pertenecientes a la segunda y tercera generaciones, como él, mantienen incontables visiones. De ahí, también, la escritura del libro en fragmentos. Una intensidad que hay que recorrer para reconstruir la trama de la historia, imagen de la dificultad de situarse desde un único lugar para narrarse. El escritor avanza también en una interesante reflexión sobre la lengua y el lenguaje. Senocak ha trabajado como traductor y sabe que con dicho ejercicio puede acceder a una lógica ajena a la de la propia lengua. Esta permite desplazarse por las palabras y añadirles diversos significados. La gran dificultad sigue siendo nombrar lo que no existe, como los lugares recién colonizados de los mapas del siglo XIX, pero también continuar usando los mismos nombres cuando ya están cargados de nuevos sentidos que, además, se transforman sin cesar. Como bien sabe Senocak, es la palabra extranjero la que sigue siendo más difícil de traducir: «Y les pusieron nombres: a los turcos, nombres turcos; a los curdos, nombres curdos; a los alauitas, nombres alauitas. Ninguno debía responder al nombre del otro. Una profunda grieta atravesó a las familias, los niños crecían como extranjeros. Así los turcos se convirtieron en griegos porque eran cristianos y los griegos en turcos porque eran musulmanes. Se consideraban extranjeros entre ellos. Al vecino que nunca había viajado lo llamaban extranjero».
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