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Notas al vuelo en cuaderno Moleskine® .

La pluralidad literaria latinoamericana

Fuente: letras libres

"¿Hacia dónde se dirige la literatura latinoamericana?" fue la pregunta recurrente del encuentro Bogotá39. Y la respuesta era siempre un montón de dedos (aunque no precisamente 39, algunos preferían no contestar simplemente, lo que también es muy indicativo) que señalaban hacia lados contrarios. El sello literario por excelencia de la literatura latinoamericana actual es la dispersión. Eso es un hecho. Así lo constata justamente Gustavo Guerrero en un artículo en Letras Libres titulado "Crítica del Panorama" en el que se lee: "(...) en estos comienzos del siglo XXI resulta francamente muy difícil establecer algún vínculo entre los singularísimos libros del peruano Mario Bellatin, por ejemplo, y las propuestas narrativas igualmente singulares del guatemalteco Rodrigo Rey Rosa, el argentino Rodrigo Fresán o el mexicano Álvaro Enrigue. A lo sumo, se podría dibujar con ellos un circunscrito mapa de preferencias o afinidades electivas, pero no una visión de conjunto ni menos aún una poética". Guerrero no rehuye a la posibilidad de hablar del estado actual de la literatura latinoamericana, a pesar de que aquello es una construcción y no un estado fijo e inmóvil. Sus conclusiones, por supuesto, son estimulantes. La palabra pluralidad es la fundamental. Dice:

(...) creo percibir que, más allá de su aparente diversidad, la discusión gira, en el fondo, en torno a un problema esencialmente semántico: la interpretación del sentido del término latinoamericano cuando se le utiliza para calificar a la literatura de la última generación de novelistas y escritores del área. Digamos, para ser breves, que muchos de los más jóvenes sienten que su trabajo ya no tiene nada que ver con ese adjetivo, pues con él se sigue haciendo alusión, consciente o inconscientemente, a los dos grandes relatos modernos sobre cuyas bases se reelabora un concepto global de la literatura latinoamericana en tiempos del boom, allá por los años sesenta del siglo pasado. Me refiero, por un lado, al metarrelato revolucionario que encarna en aquel momento la Cuba de Castro, la narrativa marxista que hace de la literatura latinoamericana la vanguardia estética del combate político por la emancipación continental. Y me refiero, por otro lado, al metarrelato de lo real maravilloso o el realismo mágico, la narrativa cultural que ve en esta variante del género fantástico el punto final del largo viaje de la literatura latinoamericana en busca de una identidad colectiva. Ambos relatos, que tuvieron antaño el poder de reunir una multiplicidad de autores y de obras bajo un solo principio, hoy han perdido buena parte de su prestigio, de su fuerza descriptiva y su capacidad aglutinadora. En este sentido, uno no puede sino darle a razón a Fornet cuando reconoce que, entre las hornadas más recientes, “la Revolución cubana, aunque permanece como dato cronológico, se va diluyendo como punto de referencia político y cultural”. En lo que respecta al otro metarrelato, Jorge Volpi no puede ser más claro al señalar que la aparición en los noventa de grupos literarios como McOndo y el Crack parte del deseo de los novísimos de escapar a la obligación de practicar el realismo mágico y de ser así latinoamericanos. Álvaro Enrigue, que se asoma al debate, parece resumirlo todo en una frase al reseñar recientemente un libro de Alejandro Zambra: “Sí hay una literatura latinoamericana, lo que sucede es que ya no tiene los marcadores ideológicos que la hacían parecer clara y distinta" Pienso, como Enrigue y algunos más, que es bastante improbable que la denominación literatura latinoamericana vaya a desaparecer de veras en un futuro próximo, pero insisto en que todo el que quiera dibujar un panorama actual, tendría que tomar muy en cuenta este proceso de redefinición identitaria que se está desarrollando ante nuestros ojos y que no sólo marca el paso de una generación a otra, ni de una época a otra, sino que supone un cambio en el concepto mismo de identidad. Y es que, como buenos hijos de la postmodernidad, nuestros últimos escritores, muchos nacidos después del boom, son los primeros que viven su identidad latinoamericana no como una evidencia indiscutible e intangible, no como una esencia prácticamente sagrada, sino como un objeto histórico sujeto a cambios y variaciones, que puede construirse y reconstruirse, y que no excluye la libertad de elegir entre diversas versiones ni la posibilidad de reinventar versiones más personales o individuales. Dicho en otras palabras: hemos entrado en el tiempo de las identidades post-tradicionales, abiertas y reflexivas, en una dinámica en la que cada cual adapta de distintas formas los rasgos comunes al proceso de crearse un rostro propio y viceversa. Mi poncho es un kimono flamenco es el título de un libro del peruano Fernando Iwasaki, que aparece en 2005. Dentro de esta perspectiva, el gran reto, para cualquiera que pretenda pintarnos hoy un panorama literario, no está tanto en negar que puedan ser auténticamente latinoamericanas las novelas del colombiano Juan Gabriel Vásquez, del boliviano Edmundo Paz Soldán o del venezolano Juan Carlos Méndez Guédez. El gran reto está más bien en comprender cómo cada una de ellas es latinoamericana a su manera, es decir, como impugna, reelabora, tacha, modifica o desconoce el hipertexto identitario y, al hacerlo, desplaza o transforma la definición del campo entero (...) Yo no soy por principio ni optimista ni pesimista en lo que se refiere al porvenir de las letras de América Latina, pero sí creo, como ya lo he dicho en otra parte, que una de las claves del futuro reposa en la capacidad de las más recientes generaciones para renovar el horizonte de recepción local y global, y desvincularlo definitivamente de las solas referencias establecidas en la época del boom. Me parece ver en el debate identitario que acabamos de reseñar, un signo de que ese proceso está en marcha. No dejo de pensar asimismo en las extraordinarias posibilidades que ofrecería la creación de un espacio único del libro para todos los países de habla hispana, una reivindicación que viene tomando cuerpo entre editores, libreros y lectores en las dos orillas del español. En cualquier caso, lo seguro es que también será necesario que se renueven los hábitos de lectura y que algunos críticos, periodistas y universitarios acaben aceptando la desaparición definitiva del panorama, tal y como se le concebía hasta hace apenas unos años: a saber, como el ilusorio espejo de una totalidad. En lugar de aquellas visiones supuestamente totales –que, en el fondo, y como vectores de metarrelatos, siempre fueron parciales– habrá que acostumbrarse ahora a los paisajes segmentados que elaboran las comunidades de lectores en la red o a las arborescencias que resultan del modesto ejercicio de discernir fragmentariamente entre un puñado de obras y autores esos rasgos de un aire de familia que varían de individuo a individuo y que ninguno consigue agotar o resumir. Probablemente muchos vean en ello un proyecto crítico escasamente ambicioso, pero, en realidad, tal vez no lo sea tanto. Y es que al poner de relieve la coexistencia de estilos, temas, escrituras, formas y géneros distintos que no se neutralizan ni se excluyen, acaso se esté allanando el camino para la labor de los filósofos que hoy ven en la heterogeneidad de la creación contemporánea un modelo pluralista para pensar la universalidad sin totalidad de las sociedades que vendrán. ~

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5:07 p. m.

.......del peruano Mario Bellatin, por ejemplo,......

!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!no pues, si Bellatin es mejicano de nacimiento, no nacio en Peru ustedes academicos encerrados en sus cuatro paredes investiguen y dejen de insitir en lo mismo,parece que no saben donde nace fulano y sutano.dan verguenza ajena.    



8:16 p. m.

Bellatín no era mexicano????    



9:48 a. m.

El ensayo de Guerrero --vasto de expectatvas y sólido en sus referencias-- tiene como centro la formulación de una pregunta: ¿existe un rasgo o un conjunto de rasgos que alcancen para definir la línea maestra y la dirección en la que marcha la literatura latinoamericana contemporánea?    



9:49 a. m.

Quiero formular unos pocos reparos. El primero y más evidente es que el ensayo de Guerrero (como ocurre en mucha crítica con creciente asiduidad) se refiere de forma constante a "la literatura latinoamericana" pero jamás considera ni evalúa otra cosa que no sea la narrativa hispanoamericana de ficción. Si el tema que se discute es la posibilidad de una mirada panorámica, mal se hace en recortar el paisaje de manera tan arbitraria.    



9:49 a. m.

Iván: el llamado "metarrelato revolucionario" del proceso cubano sirvió de aliento retórico y objetivo idealista sólo para un cierto sector de las letras latinoamericanas, y apenas por un periodo breve de tiempo.

Sería ocioso recurrir a las cronologías para hacer notar cuán pronto el romance se deshizo, y con qué celeridad la figura de Castro pasó de ser un aglutinante a transformarse en una línea divisoria: no ocurrió ayer, sino cuatro décadas atrás.

La fe en la revolución castrista no es precisamente un rasgo que haya animado la obra de Alejo Carpentier, Guillermo Cabrera Infante, Virgilio Piñera, Reynaldo Arenas o Heberto Padilla, para mencionar únicamente a autores cubanos activos en aquel periodo y, la mayoría de ellos, sólidamente axiales en cualquier panorama de las letras hispanoamericanas del siglo pasado.    



9:51 a. m.

Sr. Thays, el realismo mágico y lo real maravilloso,que son cosas distintas y, por tanto, no configuran un mismo "metarrelato", no han sido nunca rasgos generales, ni mucho menos los rasgos cruciales, de las letras latinoamericanas, ni siquiera en el momento de mayor auge de la imaginación fantástica regional, e incluso a pesar de ser los modos literarios más plenamente identificados con nuestra tradición en el resto del planeta. Es más: adscribir enteramente las obras de autores como García Márquez o Juan Rulfo a alguna de dichas poéticas sería ya un ejercicio de simplificación y una parcialidad.    



9:51 a. m.

Tú debes saber que el realismo mágico no fue recusado recién cuando se produjo la aparición de McOndo o el Crack, tal como la crítica circunstancial y la autobiografía de algunos escritores insiste en repetir. El mismo García Márquez había abandonado el proyecto del realismo mágico mucho antes de que los autores de McOndo y el Crack hicieran siquiera sus primeros intentos literarios.

Esto para no mencionar un hecho todavía más transparente: que García Márquez fue el único escritor del boom cuya obra transitó parcialmente por el camino del realismo mágico, ruta notoriamente irrelevante en el trabajo de Vargas Llosa, Cortázar o Cabrera Infante, y apenas mínima y lateral en el de Donoso o Fuentes, de modo que inclusive si uno cometiera el pecado de reducir la literatura latinoamericana del siglo veinte al póker de ases de la novela del boom, la centralidad del realismo mágico estaría nublada de dudas.

En resumen, la crítica que habla del "metarrelato" revolucionario y de las poéticas del realismo mágico y lo real maravilloso como rasgos ubicuos y "totalizadores" de las letras latinoamericanas en cierto momento histórico (la segunda mitad del siglo veinte), no está formulando una constatación veraz, sino una generalización arbitraria e inconducente. ¿Por qué, entonces, seguir dándole crédito al error?    



9:52 a. m.

Esto que digo puede ser un truísmo para los anónimos pero no es poco importante. Si Guerrero encuentra que la diferencia central entre las generaciones pasadas y la contemporánea es detectable, precisamente, en el hecho de que las actuales hayan abandonado cualquier fe en los mencionados "metarrelatos", constatar que esos "metarrelatos" tampoco fueron rasgos generales ("totalizadores") en su tiempo nos deja sin diferencia alguna detectada.    



9:53 a. m.

Thays, noto un error: insistes en afirmar que el rasgo distintivo de la nueva literatura frente a la anterior es su pluralidad. Eso me parece injusto y sesgado: pocos momentos de las letras hispanoamericanas han estado tan poblados de disidentes y alternativos como las décadas que antecedieron al boom, o que lo siguieron inmediatamente o coincidieron con él: el tiempo de Levrero y el segundo Borges, de Bioy Casares y Sabato, de Hinostroza y Pizarnik, de Caicedo y Lamborghini, de Mujica Láinez y Di Benedetto, de Armonía Somers y Jorge Ibargüengoitia, de Rodolfo Wilcock y Blanca Varela.    



9:54 a. m.

Vamos por partes: el realismo mágico no explica la poesía de Paz, lo real maravilloso no entiende la narrativa de Ribeyro, ni el socialismo populista ni el marxismo heterodoxo comprenden a Onetti, y la filiación procubana no existe en las páginas de Eielson.

Por otro lado, Bellatín y Rey Rosa son muy distintos, como dice Guerrero, y es verdad que Zambra, Ronaldo Menéndez y Antonio José Ponte son disímiles hasta el colmo. Pero de ninguna manera son más distintos entre sí que Monterroso y Walsh, Arguedas y del Paso, Scorza y Pitol, Denevi y Edwards, Arreola y Lihn, Puig y Roa Bastos.

Señalar la pluralidad actual como diferencia ante una cierta homogeneidad de antes equivale a reducir el pasado a un panorama infinitamente deformado y violentamente privado de su rasgo más vivo: la profunda multiplicidad de miradas estéticas e ideológicas que habitó y dio forma a ese pasado y que condujo a nuestro presente. Es más: hacerlo nos deja sin posibilidades de comprender de dónde proviene la multiplicidad de hoy.    



10:54 a. m.

Mario Bellatn es peruano, nacido casualmente en Mexico de padres diplomáticos peruanos. Incluso pudo haber nacido en Cuba y seguramente en estos momentos estaría hablando con dejo cubano, como hoy lo hace con el mexicano. Aunque cada vez que regresa a Lima siempre habla como peruano. Sin embargo se podría decir de Bellatin que es un escritor extraterritorial.    



3:13 p. m.

Hace un par de años, en un encuentro de escritores jóvenes que hubo en Sevilla, en la Fundación Lara (que ha cerrado hace poco), se sacó la misma conclusión: entre los escritores españoles jóvenes -de entre 30 y 40 años- no hay nexos comunes que inviten a formar una generación. Será la globalidad, que ha tranformado las generaciones en voces individuales que no se interconexionan. Un abrazo    



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