Danilo Kis esbozado
La editorial Acantilado empezó hace varios años la recuperación de un autor fundamental para la literatura europea del siglo XX, Danilo Kis, cuya Enciclopedia de los muertos fue publicada el año pasado. Poco a poco Kis ha ido ganando lectores y páginas de suplementos en los medios españoles. El fin de semana en la Revista de Libros de El Mercurio, Patricio Tapia escribió una excelente semblanza del escritor serbio a 20 años de su muerte:
En uno de los ensayos recogidos en su libro Homo poeticus, Danilo Kis apuntaba: "Lo que más detesto es la literatura que quiere ser minoritaria. No importa de qué minoría: política, étnica, sexual. La literatura es una e indivisible. Buena o mala. Se puede ser homosexual y no ser Proust; judío y no ser Singer. Minoría o no, eso no me interesa para nada. El argumento de mis libros es, para citar a Nabokov, el estilo. O viceversa: el estilo de mis libros es su argumento. Eso es todo". Por cierto, eso no es todo, pues en su caso la pasión por la forma no excluía la voluntad de abordar grandes temas históricos -algunos traumáticos o trágicos, como los estragos del nazismo o el estalinismo-, generalmente refractados en destinos anónimos y tragedias silenciosas que se hunden en medio de un desastre mayor o en la indiferencia. Una parte de su obra es de inspiración autobiográfica, como La buhardilla (y la bohemia de sus años de formación) o el ciclo reunido en Circo familiar (que gira en torno a la figura del padre desaparecido). Otra parte, sin embargo, tiene una apariencia más "documental", como Una tumba para Boris Davidovich o Enciclopedia de los muertos: conjunto de relatos de "vidas imaginarias" (según las llamó Marcel Schwob), en que se diluye la frontera entre la labor literaria y la investigativa, con instrumentos formales y técnicas de trucaje y apropiación, que tienden a disimular su complejidad poética y su trabajo estilístico. La fascinación de Kis por las estratagemas y conspiraciones que figuran en su cuentos (por ejemplo, el engaño que sufrió Edouard Herriot, primer ministro de Francia, en Una tumba para Boris Davidovich; o la larga narración sobre la elaboración y destino de Los protocolos de los sabios de Sión, con otro nombre, en Enciclopedia de los muertos) tuvieron un correlato más amargo en la conspiración en contra suya por parte de la Unión de Escritores de Yugoslavia, tras la publicación en 1976, de Una tumba para Boris Davidovich -donde exploraba fundamentalmente la época estaliniana, con sus revolucionarios de profesión y sus asesinos-, en que se le acusó de plagio. Este episodio finalmente lo llevaría al exilio voluntario en París, y Christian Salmon, en su libro Tumba de la ficción lo menciona como una "fatwa" que pasó inadvertida. Según Salmon, Kis, consideraba que "el escritor de ficción tenía el deber de ser un archivero o un escribano cuya tarea no consistía en recrear un mundo desaparecido, como en las novelas históricas, sino más bien en juntar sus ruinas, sus vestigios, sus restos..." y que Enciclopedia de los muertos revelaba la obsesión que lo impulsaba a escribir: salvar lo que está en trance de desaparecer.
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