Norman Manea publicado
El sobre negro es el reciente libro recuperado por Tusquets (yo lo leí en una antigua edición de Metáfora) de ese genial escritor rumano llamado Norman Manea. La especialista en literatura de Europa Central, Mercedes Monmany, le sigue la pista en una reseña en el ABCD las letras:
Si James Joyce realizó una parodia magistral, desde el exilio, de su orgullosa pero frustrada Irlanda natal; si Musil satirizó sin piedad la decadencia y el inmovilismo agónico del Imperio de los Habsburgo, o Bulgakov e Ilf & Petrov (citados en El sobre negro) hicieron lo mismo con la degeneración cotidiana y soez del sistema soviético, Manea se ha convertido con el tiempo en el más feroz e implacable retratista de la sociedad y de su país, Rumanía, durante los años de la dictadura de Ceaucescu. Como si se tratase de una esperpéntica y sombría obra teatral, que navega sin cesar entre una realidad abolida y una pesadilla en la que no dejan de surgir espectros del pasado que lanzan sus mensajes, sus incómodas «cartas», a una ficción de presente letárgico, basado en la sumisión y la ambigüedad de discursos estereotipados, el autor nos presenta a unos figurantes que son en sí un resumen concentrado del régimen de partido único y uniformidad obligada: «Helos aquí: a los abigarrados figurantes de la gran farsa, al gran ejército de los vencidos que rechaza la salud, la indiferencia y la normalidad». Una farsa o investigación detectivesca que en el Bucarest de principios de los ochenta, ese petit París de antaño, por cuyas calles caminan hoy «hombres alegres y olvidadizos», emprende un intelectual, «un lunático» por elección y escapismo, Tolea Voinov, cuyo padre, filósofo de prestigio y «judío errante» que predijo con claridad «la llegada de los bárbaros», se suicidó cuarenta años antes. Tolea, profesor depurado que trabaja como recepcionista en un hotel, acaba de recibir un misterioso sobre negro que quizá contiene la verdad de aquella desaparición. Junto a Tolea, junto a Matei Gafton, el periodista jubilado de «medios oficiales» que ahora se dedica a «redimir su pasado», o junto al siniestro psiquiatra Marga, que reparte condenas inapelables y grados diversos de adaptación y conformismo en sus pacientes, desfilará todo un Gran Teatro del Mundo, aplicable a cualquier dictadura.
La edición del ABCD las letras trae además una entrevista de Valerie Miles a Norman Manea. En la entrevista le preguntan qué opina sobre los intelectuales que siguen apoyando aún a Fidel Castro. Responde:
Me parece que no han aprendido nada de una ya dilatada experiencia intelectual y política. No pueden aducir que no conocen o no entienden lo que es un régimen autoritario o una sociedad cerrada. Infortunadamente, los escritores, ayer como hoy, son «seres humanos» con muchas debilidades: la ceguera, el cinismo, la vanidad y el propio interés cumplen una función protagónica en semejantes casos vergonzantes.
Luego, habla de un tema que se vuelve central en el mundo contemporáneo: el exilio:
Hablo varios idiomas; sin embargo, mi idioma íntimo aún es el rumano, la lengua que evolucionó en mí y conmigo, en distintos estadios de mi vida. Considerar el bilingüismo un insulto implica una suerte de idiotez y provincianismo intolerante que no resulta tan infrecuente, infortunadamente, en nuestros intolerantes tiempos, cuando la cultura a menudo se percibe como algo «elitista» y arrogante (ello es patente a menudo en la vida estadounidense y sobre todo en las elecciones presidenciales). La mentalidad tribal y el nacionalismo feroz ya han causado sufrimiento suficiente y deben rechazarse de un modo tajante en la «aldea global» de hoy. El exilio es siempre doloroso, pero también da anchura de miras. El exilio fue traumático sobre todo para un escritor ya no tan joven. Sin embargo, fue y sigue siendo un privilegio, una oportunidad excepcional de cambio y renovación, un desafío doloroso y gratificante a las rutinas y prejuicios sedentarios, un proceso profundo de revisión del pasado; permite aprender o aprender de nuevo, comprender e insertarse un mundo más amplio.
Por cierto, me pregunto si Mercedes Monmany o Valerie Miles, tan interesadas en la literatura de Europa Central, han leído este brevísimo post de The Literary Saloon donde nos dirige a dos enlaces: la invitación a un foro titulado Dilemmas of the Central European Writers y en especial a este interesante artículo de Anna Marczisovszky titulado: Between Fiction and Reality: Dilemmas of Central European Writers, reflexiones a partir del Foro universitario.
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