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Más Pavese

Césare Pavese. Fuente: tamaño oficio

La bella poesía de Cesare Pavese, sus textos tan simples como nostálgicos (aquel "realismo interior" del que habla Goloboff), las dolorosas páginas de su diario, su suicidio en un solitario hotel, todo hace que nos olvidemos que Pavese era también un gran editor y también un teórico del arte narrativo. Ahora que se cumplen 100 años de su natalicio, en el ADN de "La Nación" no quieren pasar por alto esas dos perspectivas. Sobre su oficio editor dice Mario Goloboff:

Todo un programa cultural queda también delineado si se observa cuidadosamente su trabajo para "la Einaudi", donde creó novedosas colecciones, entre ellas la de "Estudios religiosos, etnológicos y psicológicos", sin hablar de su labor estrictamente literaria, gracias a la cual se publicó, por su elección y consejo, a Kafka y a Proust, a Whitman y a D. H. Lawrence. Ya como director editorial, descubrió, entre otros, a Elsa Morante y a Italo Calvino (al que bautizó "ardilla de la pluma", y que fue su sucesor en esa tarea). Y fue, luego, el introductor en Italia, y en muchos casos el traductor, de la mejor literatura estadounidense, de Melville a Faulkner, pasando por O. Henry, Sherwood Anderson, Theodore Dreiser, John Dos Passos, Gertrude Stein, y también inglesa, desde Dickens y Stevenson hasta Conrad.

Y en cuanto a su concepción humanista y materialista sobre el oficio:

Pero quizá sea por una de sus tantas, complejas y ricas facetas que Pavese ha quedado y perdurará en la memoria de muchos escritores: la de un cultor empecinado, obsesivo, del "oficio", ese lugar "en el que me siento rey". Acaso donde más temprana y certeramente diseñara sus ideas acerca de un arte de factura humanista fue en el artículo "Di una nuova letteratura", publicado, a la caída del fascismo, en Rinascità (mayo-junio de 1946). Establece allí ciertos deberes de la inteligencia, una solidaridad en la lucha común. Pero también advierte sobre la especificidad del trabajo literario "que parece llevar fatalmente consigo una separación, un aislamiento, y ciertamente, por lo menos en su fase conclusiva, excluye toda colaboración y contacto". La razón es que, en esa actividad de "la fantasía inteligente", es necesario aislarse y romper los lazos con el exterior para captar la verdadera realidad. Frente al mandato que se impone "por necesidad histórica", el escritor debe, ante todo, aceptar su propio destino y estar de acuerdo consigo mismo. El que esté ansioso por crear "el arte de su tiempo" hará a lo sumo un manifiesto, una poética. El camino es atenerse con más humildad a su función en la sociedad, sin hablar tanto de ella: "El zapatero hace zapatos y el albañil, casas; y cuando menos hablan del modo de hacerlo, mejor trabajan: ¿es posible que el narrador deba, en cambio, charlar impunemente sólo de sí mismo?" (...) Desde los tiempos de la resistencia, Pavese venía elaborando una actitud estética del realismo, que bien podría llamarse "interior". Y se encontraba a cada paso con las consignas políticas, con los impulsos a la inmediatez y a la simplicidad, que provenían de su propio campo de afinidades (...) en Italia se venía polemizando sobre el "compromiso" (entre los años 1945 y 1947), sobre la política a llevar en "el frente de la cultura" (1948) y sobre el "neorrealismo", para llegar a la máxima discusión del "realismo socialista" hacia 1955. (Hay que tener en cuenta, además, la influencia que en ese proceso jugaron los principales textos de Antonio Gramsci, publicados y conocidos entre 1947 y 1953.) En ese contexto, ciertas reflexiones de Pavese, aunque dirigidas a juzgar el pasado, apuntan prudentemente a la posguerra: "En el fondo -asienta en su diario personal [ El oficio de vivir ] el 5 de marzo de 1948-, la inteligencia humanista -las bellas artes y las letras- no padeció bajo el fascismo; pudo perder presunción, aceptar cínicamente el juego. El fascismo sólo vigiló en lo tocante al paso de la intelligentsia al pueblo; mantuvo al pueblo en la oscuridad. Ahora el problema consiste en superar el privilegio -servil- de que gozamos y no ´ir hacia el pueblo sino ´ser pueblo , vivir una cultura que tenga raíces en el pueblo, y no en el cinismo de los libertos romanos". De tal forma, Pavese no dejaba de advertir la caída de la izquierda en el populismo. Sus convicciones y temores se reflejan también en los escritos públicos. Ya en "Ritorno a l uomo", publicado en L Unità , de Turín (mayo de 1945), había sostenido el programa de un comportamiento intelectual no demagógico: "Proponerse ir hacia el pueblo es, en definitiva, confesar una mala conciencia" (...) La idea pavesiana del oficio se inscribe en una verdadera concepción materialista: para él, "el hombre es la técnica, desde el día que empuñó un hacha para combatir contra las fieras o un punzón para escribir". Y agrega: "Nosotros respetamos demasiado nuestro oficio para pensar que el ingenio, la invención, bastan..."/.../"Nada que valga la pena puede salir de la pluma o de las manos si no es por fricción, por choque con las cosas o con los hombres".

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