La venganza de Gary
No sabía que Jean Seberg, la bellísima musa de Al final de la escapada de Godard, se había suicidado. Tampoco sabía que estuvo casada con el escritor Romain Gary. Y tampoco sabía la epopeya personal contra sus críticos que trasnformó a Romain Gary (quien luego también se suicidió) en Emil Ajar. De todas estas cosas me enteré en este estupendo artículo de Fernando Ampuero en "El Dominical":
Un mal día, a causa del gaullismo manifiesto de Gary, la intelectualidad gala, dominada entonces por la izquierda, le bajó el dedo. Y algunos críticos literarios de renombre, vinculados al 'nouveau roman', comenzaron a encontrarle defectos. Lo calificaron de 'démodé', y lo tildaron de ser un remedo pálido de Graham Greene. Entonces Gary, un certero bromista, decidió burlarse de sus críticos y, tras dejar de publicar con su nombre, ejecutó una de las venganzas más extraordinarias y novelescas que puedan concebirse. "Estaba harto de la imagen de Romain Gary que me habían colgado a la espalda y sobre todo añoraba la juventud, el comienzo, el primer libro", explicó Gary en un texto que él pidió que se publicara después de su muerte. Así que se reinventó, como ya lo había hecho al llamarse Gary, su primera apuesta. (Se quitó el apellido ruso por consejo de su madre: "En París un nombre ruso solo sirve para ser bailarín. Si aspiras a la gloria de las letras, necesitas un nombre francés"). Y esa vez, para su nueva metamorfosis, jugó más fuerte: buscó un seudónimo ambiguo. Emil Ajar. "¿Es un repatriado argelino, un 'pied noir'?", se preguntaron muchos. "¡Quién diablos es este tipo!" Corría 1975 y la novela "La vida ante sí" se había transformado en el suceso literario de Francia. El tal Emil Ajar, su autor, logró incluso el Goncourt de ese año, aunque hizo saber por su editor que no lo aceptaría. (Gary no quería cometer la ilegalidad de recibir dos Goncourt, premio que puede ser obtenido una sola vez en la vida). "La vida ante sí" cosechó enjundiosos elogios de la crítica. Especialmente la de aquellos que solían abuchear a Gary. Fue llevada al cine y ganó el Óscar a la mejor película extranjera y el César de mejor actriz para Simone Signoret. Entretanto, crecía el misterio de Emil Ajar, ya que este no daba entrevistas ni se mostraba en público, y los diarios y revistas se desvivían en un torrente de especulaciones. Las conjeturas más aventuradas decían que, detrás de ese nombre, se hallaban las plumas de Raymond Queneau o de Louis Aragon, dos grandes que por entonces llevaban una vida discreta. Gary reía mucho, sí, aunque sus allegados lo sabían triste. La broma, en el fondo, le dolía. Veía a través de ella la mezquindad y la injusticia de las personas. La vida literaria (similar a la que décadas antes los hermanos Goncourt retrataron en sus diarios con su más refinada maledicencia), se ensañaba con él. Pero el Goncourt, sin duda, lo confortaba.
En el artículo de Ampuero también se comenta la novela de Emil Ajar:
"La vida ante sí" es un libro conmovedor. Cuenta la estremecedora historia de un niño musulmán que nunca conoció a sus padres y que vive en una pensión de un barrio de París con Madame Rose, una anciana prostituta judía --sobreviviente de Auschwitz y atormentada por sus recuerdos--, quien se encarga de cuidarlo a él y a los hijos menores de sus amigas prostitutas. Sumergido en la sordidez, Gary nos lleva a reflexionar, con humor y ternura, sobre un universo sitiado por la más desgarradora soledad
Estimable Iván:
Hay un interesante para-tratamiento literario del caso Seberg-AjarGary: "El cobrador" de Rubem Fonseca.
En las cloacas del mundo literario, Fuentes ha hollado el nombre de Seberg, por si el "slumming" te interesa.
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