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Notas al vuelo en cuaderno Moleskine® .

Los trabajos de Eggers

El famoso 826 valencia de Dave Eggers. Fuente: wikimedia

Ya antes he comentado en Moleskine sobre la novela de Dave Eggers, traducida por Mondadori, ¿Qué es qué? Sin embargo, ahora en "El País" ahondan no en su figura de escritor sino en la de activista literario desde un edificio anodino en San Francisco. Dice la nota:
Si en la planta baja un puñado de treintañeros edita primorosamente las revistas The Believer y McSweeney's, acaso las mejores entre las consagradas a la nueva narrativa inglesa, en el sótano varios adolescentes llegados de la parte baja de la rueda de la fortuna ultiman la edición de 2008 de The best american nonrequired reading, que es precisamente eso: las mejores lecturas escogidas entre aquellas que no figuran en sus planes de estudios. La cosa funciona así: una decena de muchachos con problemas de la bahía de San Francisco se reúnen cada semana convocados por el escritor Dave Eggers; leen, comparten y puntúan textos procedentes de más de 200 revistas editadas en EE UU, y el veredicto de tan inusual jurado se publica en una antología anual en tapa blanda que resulta cualquier cosa menos predecible. Mientras tanto, al otro lado de la calle, en el número 826 Valencia (la dirección postal que da nombre a su fundación benéfica), 75 chavales de entre 8 y 16 años reciben clases extraescolares y consejos de escritura creativa en la trastienda de un establecimiento que para sostenerse vende a los turistas 'suministros piratas'. Botellas para mandar mensajes de náufrago, barriles de pólvora y parches, además de libros, revistas y el resto de la ingente producción editorial de la casa.

Desde luego, el proyecto McSweeney's , del que Eggers es editor desde hace diez años, es la niña de los ojos. Para muchos, es la mejor revista de ficción del mundo. Dice:
Con una tirada de unos 20.000 ejemplares, es una revista literaria que combina nombres como los de Joyce Carol Oates, William T. Vollman, Zadie Smith o el propio Eggers con la prosa de cualquier debutante con algo que contar y la dirección correcta a la que enviar los textos. Cualquier parecido con una gaceta sobre narrativa al uso acaba ahí. Cada número es radicalmente distinto al anterior en McSweeney's, bautizada así en honor a un tal Timothy McSweeney, loco inofensivo que, según recuerda Eggers, 'mandaba cartas' a su madre, Adelaida, en las que se presentaba como 'un familiar perdido presto a reunirse con ella'. Ahí está el número 17, que adquirió el aspecto de la correspondencia (folletos publicitarios y facturas incluidas) de una supuesta Maria Vasquez. O aquel tercero, descatalogado, para el que David Foster Wallace escribió un relato en el lomo.

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