Chesil beach
Definitivamente, la vida oscila entre los años de introspección y los de exteriorización. Luego de un cliclo vital en el que viajar no me apetecía nada sino, al contrario, me creaba ansiedad, ahora necesito viajar rabiosamente. Ya he hecho tres viajes este año, y planeo uno cuarto maravilloso para agosto, pero como viajar en realidad no es suficiente mi imaginación viaja mucho a través de los libros que leo. Ahora que leo Chesil Beach de Ian McEwan me ha dado ganas, cómo no, de viajar hasta esa playa, hasta ese hotel, y quedarme descansando unos días pese a la pésima comida. Leo además la reseña que le hacen en ADN Cultura y estoy completamente de acuerdo con Walter Cassara:
Bastaría con hojear las páginas que dedica a describir la antigua playa situada en la costa de Dorset, al suroeste de Inglaterra, donde los personajes pasan su noche de bodas, para comprobar que aquí el paisaje es tan importante como en una novela decimonónica. De hecho, podría incluso decirse que el paisaje es el factor determinante de la ficción, como si el autor hubiera tenido en mente el locus antes que la intriga y la época en que se desarrollaría la historia. Las finas y precisas pinceladas con que McEwan muestra dicho escenario, una reserva geológica cuyos yacimientos datan de la era mesozoica, evocan de inmediato las líricas acuarelas de Joseph Turner o John Constable, dos grandes pintores del romanticismo inglés. De este modo, como las esqueléticas nieblas londinenses de Stevenson o las ásperas landas en la prosa de Thomas Hardy, los guijarros inmemoriales de Chesil Beach se ajustan a la perfección a la historia de amor, ligeramente trágica y fuera del tiempo, que cuenta esta novela. No se trata pues de una locación accidental o puramente decorativa. McEwan ha optado por la playa de Chesil, que conecta las islas británicas con la isla de Portland (vale decir que el lugar es, de algún modo, una isla dentro de otra isla), para proyectar el conflicto íntimo de los personajes, su extrema insularidad cultural y su inexperiencia frente al deseo.
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