MOLESKINE ® LITERARIO

Notas al vuelo en cuaderno Moleskine® .

Sergio Chejfec comentado

Carátula del libro. Fuente: adn cultura

Antes he dejado consignado mi interés por conocer a los autores argentinos que no se consiguen en el Perú (felizmente ya está confirmado que sus ansiados libros los tendré la primera semana de diciembre). Uno de ellos es Sergio Chejfec cuya obra Baroni: un viaje, editada por Alfaguara, ha sido comentada en el ADN Cultura por el también narrador Luis Gusmán. La novela de Chejfec, dice, mezcla la biografía con el ensayo: un híbrido literario que en América Latina ha originado estupendas obras.

Dice la reseña: "Después de casarse, a Baroni le sobrevienen las crisis nerviosas y los primeros ataques, con lo cual su estado emocional y psíquico se torna insostenible. Abandona al marido, se refugia en la casa paterna, de la que un día huye por el temor de que un acceso de locura la lleve a matar a sus hijos. Llega luego a Boconó, y se instala temporalmente en el cementerio. Con el tiempo, se dedica a cuidar enfermos y a "arreglar muertos." Finalmente, como Felicitas de "Un corazón simple", de Flaubert, es acompañada por un loro. En estos trópicos, el loro flaubertiano termina por entonar el himno nacional venezolano. Existe también un costado escenográfico. Hay referencias a varias fotos de Baroni en las que se la ve disfrazada de animal, con trajes hechos por ella y con los que a veces hace presentaciones públicas. No solo su casa parece una utilería teatral, con espejos de papel metalizado y árboles pintados que duplican los rostros de sus habitantes, sino que Baroni misma parece vivir y morir en el espacio y el tiempo de una instalación sacra. En una de las exhibiciones de su propia muerte, que suelen llamarse "la mortuoria", la acompaña a pocos pasos una adusta guardiana con atuendo color azul, manos unidas a la altura del pecho. Se trata de una gran talla de tamaño natural que duplica a Baroni. Es más, esta figura que se llama La mortuoria, la reemplaza en el féretro cuando Baroni está afuera. Aquí se instala una mirada doble o, sería mejor decir, desdoblada. Baroni se ve a través de los ojos de los que se mantienen vivos. La mirada doble, "la normal desde el mundo de los vivos" y la construida desde la zona de la muerte. Por fortuna, el lector, debido a la belleza y precisión con la que está escrita la novela, no percibe tan claramente esa "mirada normal" y deambula en esa frontera entre la vida y la muerte. Pero eso ya pertenece al arte de esta novela.

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