MOLESKINE ® LITERARIO

Notas al vuelo en cuaderno Moleskine® .

Invitados al Paraíso, 50

Manuel Mujica Láinez, un dandy a destiempo. Fuente: Radar Libros.

La cantidad de escritores argentinos extraordinarios es tanta que siempre existe una larga lista de "los que aún no han sido reconocidos como se merecen". Una lista interminable. Se me ocurre ahora mismo una docena de ellos. Y en esa lista está sin duda Manuel Mujica Láinez. Quién no ha leído Bomarzo no está en capacidad de descubrir que aquello de que los escritores latinoamericanos han dejado de escribir sobre América Latina recientemente es una mentira. Pero Mujica Láinez no sólo escribio novelas cosmopolitas -por usar un término feo- sino que inicio su carrera literaria con obras sobre Argentina (como si escribir sobre Buenos Aires no fuera ya suficiente cosmopolitismo). Este año se cumple justo 50 años desde la aparición de una de sus novelas capitales, Invitados al Paraíso, y "Radar Libros" le rinde un homenaje llamándolo "dandy a destiempo" y buceando entre amigos la historia detrás de la novela y de aquel lugar llamado El Paraíso.

Dice la nota de Claudio Zeiger: "Invitados en el Paraíso fue escrita entre abril de 1956 y febrero de 1957, y publicada en ese mismo año. Plasmó Manucho en su novela una chacra en las afueras de Buenos Aires donde funciona una pequeña comunidad decadente y, a su manera, solidaria con los exiliados de la ciudad y los expulsados de la fortuna, un lugar “fuera del mundo” donde el mundo se rehace idealizado y yerto, donde el pasado congelado y el futuro incierto hacen que las personas prefieran anclarse en un presente fantasmagórico, vivir en un estado de evasión que puede rayar con la pérdida del sentido de realidad. Por eso, y probablemente sin ironía, Mujica Lainez eligió llamar a ese lugar El Paraíso (...) El origen del Paraíso debió ser una estancia. En Los ídolos (1952) ya aparece una versión de estancia heteróclita donde peones y fogón conviven con una biblioteca señorial, tapices que representan escenas míticas del universo, un excéntrico castillito o un invernadero sin plantas construido por el pariente loco que nunca falta en las grandes familias. Personajes insólitos y fantasías ambiguas pueblan lugares que inadvertidamente se han ido convirtiendo en símbolos de lo que está ausente, aquello perdido para siempre. Dentro de las estancias podía haber de todo. Las casas, tranquera adentro, escondían verdaderos tesoros ocultos para deleite del fetichista impenitente: muebles, porcelanas, cachivaches, piezas únicas, molduras de yeso, estatuas, candelabros, cuadros. Mujica Lainez se documentaba exhaustivamente para ambientar tramas y personajes, y seguramente no era tanto por afán de realismo sino por el enorme goce que le deparaban los objetos y el no menor goce vicario de quien entra a visitar las propiedades de los otros para llevarse grabado en la mirada el recuerdo de viejos esplendores. (Placer que se extendió prácticamente hasta el último día de su vida, ya que Manucho moriría apenas después de visitar unas estancias en San Pedro donde buscaba documentarse para la novela Los libres del Sur, que quedaría inconclusa. Ese viaje fue un desvío del trayecto de regreso a Córdoba desde la Capital; Manucho volvía de la Feria del Libro, y es probable que el exceso de fatiga haya precipitado el final.)"

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