MOLESKINE ® LITERARIO

Notas al vuelo en cuaderno Moleskine® .

El poeta y Garrincha

Mané Garrincha: estoy seguro de que pasa entre los tres. Fuente: Impedimento

Alguna vez jugué una versión de Winning Eleven donde en la selección brasileña de clásicos aparecía Garrincha. Ya no aparece más, creo. Aquel jugador de winning era extraordinario: corría siempre pegado a la línea y dribleaba sin perder la pelota. Se metía al área como un diablo. Dicen que así era él, en realidad, el llamado "La Alegría del Pueblo". Pero Garrincha, a diferencia de Pelé, fue un ídolo caído, una estrella solitaria, un piernas chuecas incomprendido. Y por eso lo admiraban los poetas. Por ejemplo, el extraordinario Carlos Drummond de Andrade que, dos días después de la muerte de Mané en 1983, le dedicó este homenaje que publica ahora el suplemento cultural de "La Jornada." Me encanta sobre todo esa frase: " Si hay un dios que rige el futbol, ese dios es ante todo irónico y burlón". Se las dedico a mis amigos de Neverland a quienes ayer les dimos, junto con mi compañero de tándem, una verdadera zandunga.

Dice el texto: "La simpatía nacional acogió a Mané en todas las jugadas de su vida, por más desastrosa que ésta fuera, y eso es algo que nos libra del remordimiento que nos causa su triste fin. El niño grande que él nunca dejó de ser fue víctima del germen de autodestrucción que traía consigo: le faltaban las defensas psicológicas que lo salvaran del clamor de amigos y fanáticos. Garrincha, adorable, era una hoja al viento. Queda el maravilloso recuerdo de sus increíbles hazañas, que regalarán siempre una sonrisa a quien las traiga de nueva cuenta a la memoria. Basta ver un video de los partidos que disputó: se percibe al instante cómo el cuerpo humano puede ser instrumento de las más geniales creaciones en el espacio, rápidas como el relámpago e imborrables en la memoria. Quien vio jugar a Garrincha no puede tomar en serio las teorías científicas que predicen la inminente parábola de una pelota y garantizan la victoria –que no llega. Si hay un dios que rige el futbol, ese dios es ante todo irónico y burlón, e hizo de Garrincha uno de los enviados suyos con la encomienda de burlar todo y a todos en los estadios. Pero como es también un dios cruel, despojó al pobre Garrincha de la facultad de percibir su condición de enviado divino. Fue un pobre y pequeño mortal que ayudó a un país entero a sublimar sus tristezas. Lo malo es que las tristezas vuelven, y ya no tenemos otro Garrincha. Necesitamos uno nuevo, que nos alimente el sueño.

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