Seis hipótesis sobre el "tú"
En el suplemento Ñ de Clarín, Gabriela Saidon ha descubierto en una serie de novelas actualmente en librerías (desde Más liviano que el aire, de Federico Jeanmaire, hasta Las benévolas de Jonhatan Litell u Ovejas feroces de Lange Muller), además de una cantidad de referentes realmentes estimulantes, el uso de la segunda persona. ¿Por qué? Ella elabora seis hipótesis al respecto. Vale la pena tenerlas en cuenta para cuando uno decida usar el tú a la hora de contar (PD.- he usado la segunda persona alguna vez en un relato, pero no me acomoda, lo confieso, me quedo con el egocéntrico "yo"):
Primera hipótesis (y su negación): la segunda persona vendría a reaccionar contra la tan visitada "literatura del yo" o "autoficción", incorporando a otro cercano con el que dialogar, al que contarle la historia, a quien apelar, representación de esa otra ausencia: el lector. O, por el contrario, las ficciones del tú no son sino una derivación de aquellas ficciones del yo.
Segunda hipótesis: la segunda persona es la mejor elección cuando se trata de seguir la perspectiva de un chico, o de un adolescente. En "Conejo" ( Las otras puertas , 1962), cuento de Abelardo Castillo, un chico abandonado por su madre "se las agarra con" su peluche en un monólogo modelo. Hablando de J. D. Salinger, El cazador oculto (1951) apela a la segunda persona del lector ("Si en realidad quieres escucharlo, lo primero que querrás saber es dónde nací y cómo fue mi jodida niñez..."; también fue traducido en segunda del plural). La apelación es intencional: una novela iniciática en grado sumo necesita acercar lo más posible a ese nuevo público adolescente, buscando un lector cómplice, de códigos comunes.
Tercera hipótesis: del lado de afuera de la literatura, pero cerca del mundo femenino, Buenos Aires se está llenando de casas de ropa que usan como marca la segunda persona: Cómo quieres que te quiera; Agarrate Catalina; Decime tortuga; Haceme tuya; Cuando te conocí; Te conozco Margarita; Lo que tú digas; Me importas tú; Palito bombón, vestite y andate; Ponte guapa, y así (algo de encajes y puntillas tendrá la segunda persona).
Cuarta hipótesis: la segunda persona no es uniforme pero siempre es inclusiva, implica y contiene necesariamente a la primera y la tercera. O dicho de otra manera: no hay dos sin tres. El mismo procedimiento de Meradi y de Forn (un tú que "camufla" a un yo) utiliza Matías Capelli (Buenos Aires, 1982) en su relato (o capítulo) "Sólo estás sangrando", de su libro Frío en Alaska (Eterna Cadencia). Y al contrario, en el cuento "Ser otro", que cierra su libro Mármara (Alfaguara), Inés Fernández Moreno (Buenos Aires, 1947) utiliza el recurso de un "usted" lector o interlocutor que se "traga" la historia que le cuenta un narrador-guía. Pero las nuevas ficciones del tú no sólo se producen en la Argentina, no son generacionales ni de género. En Alemania, donde los escritores vienen anunciando una salida estratégica de la literatura del yo, de la escritora Katja Lange-Müller (1951, Berlín Oriental), acaba de publicarse Ovejas feroces , la historia de un amor "autodestructivo" de los 80, entre Soja y Harry, una mujer de 39 años y un adicto en proceso de supuesta recuperación, en la que "tú" es él, el otro, el ex, el amor que fue.
Quinta hipótesis : la narrativa toma la segunda persona en préstamo de la lírica (la gran mayoría de la poesía amorosa: amor se dice en segunda persona), las canciones, algunos rezos. Podríamos llenar miles de páginas con ejemplos. Pero hay uno en particular que "ilustra" estos conceptos. Es el comienzo del Canto a mí mismo , de Walt Whitman: "Me celebro y me canto a mí mismo / Y lo que yo diga ahora de mí, lo digo de ti". Y uno de los fragmentos más bellos de la literatura de todos los tiempos: hacia el final de Romeo y Julieta (William Shakespeare), el monólogo de Romeo frente al cuerpo de Julieta narcotizada. Aquí deberíamos hacer un mínimo recorrido por aquellos clásicos del tú. Los 60 alentaron el uso de la segunda persona, tendencia que se instaló en esa década en Latinoamérica. Diez años después del paradigmático y contagioso La modificación (1957), de Michel Butor (21.35 horas de viaje en tren, París-Roma, en segunda persona del plural), otro francés experimentador y único, George Perec, publicaba Un hombre que duerme , con un lector-protagonista.
Sexta hipótesis: las instrucciones, recetas y manuales son textos que usan la segunda persona pero en modo imperativo, así como los libros de autoayuda. Géneros no literarios pero, una vez más, que ponen a esa persona, la segunda, en primer plano. Tataranietos de ese famosísimo texto imperativo que son Los diez mandamientos . Tú o usted también es el modo en que curas y psicoanalistas se dirigen a sus fieles en el confesionario o sus pacientes en el diván. Entonces: mails, mensajes de texto, recetas, autoayuda, manuales de instrucciones, giros de la oralidad, insultos, negocios de moda, confesionarios y consultorios... las acciones de la segunda persona cotizan, y el contexto empapa, o se cuela en la literatura, y están aquellos autores que pescan algo en el aire, algo que estuvo y ya no está: un amor, una ausencia, una evocación, la niñez, la adolescencia, en fin, algo que se fue para no volver.
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