MOLESKINE ® LITERARIO

Notas al vuelo en cuaderno Moleskine® .

Lorrie Moore come zanahorias

Lorrie Moore. Fuente: flavorwire

Vestida de negro, Lorrie Moore está sentada en esa terraza de un bar-restaurante, con una tira de zanahoria entre los dedos como si fuera un largo cigarrillo que se lleva a los labios, al mejor estilo de las antiguas estrellas del cine. Mira a los ojos, y suelta el humo invisible para reconocer: "Sí, en esta novela he tratado de reflejar el mundo surgido en mi país después de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Es un pequeño golpe bajo a la vida estadounidense", y cierra su actuación hollywoodesca dando un mordisco a su colorido cigarrillo. Así empieza la excelente crónica que Winston Manrique Sabogal ha hecho de una visita a Lorrie Moore, la autora del libro más comentado del año en EE.UU., Al pie de la escalera, editado en castellano por Seix Barral. Y aunque algunos narradores latinoamericanos como Edmundo Paz Soldán y Rodrigo Fresán han coincidido en que la mejor Moore no es la novelista, sin duda las virtudes de la escritora (su sensibilidad, su fragilidad, su humor sarcástico) están presentes aquí como en Anagramas u Hospital de ranas, sus otras novelas. Copio aquí algunos momentos de la extensa crónica publicada el fin de semana pasado en "Babelia":


En su crujiente compañía, Moore recuerda que ganó a los 19 años un concurso de cuentos en la revista Seventeen. Y cómo ahora, 33 años después, ha publicado tres libros de relatos, acaba de editar su tercera novela y es miembro de la Academia de las Artes y las Letras de América desde 2006. No sabe muy bien qué ha cambiado en la literatura, ni en la suya en particular, en todo este tiempo. Lo único claro es que ahora tiene un hijo adolescente, se ha divorciado y se han mudado del Este al Oeste, a la mitad de Estados Unidos. "Aquí hay un muy buen resumen de la sociedad estadounidense. Al principio no era consciente de eso, de todo lo que había aquí, y ahora estoy tratando de reflejarlo. Éste es un micromundo del país con todos sus microambientes políticos, culturales, sociales y de sueños". Calla un instante y su voz pausada encuentra un punto de cambio como narradora: "Antes, cuando era más joven, escribí mis dos novelas, Anagramas y El hospital de ranas, sobre mujeres mayores, y ahora que ya soy mayor escribo sobre una mujer joven", y se interrumpe con una risa clara y dosificada. "Eso quería hacer en esta novela. Quería contar estas cosas como un resumen de Estados Unidos".
¿Acaso la tan mentada y esperada gran novela de la sociedad estadounidense del siglo XXI?
Silencio...
Al pie de la escalera tiene más dosis de su humor envenenado, a veces usado por sus personajes como escape al dolor, mientras se explaya en las descripciones del ambiente y las psicológicas de personas puestas en un cruce de caminos frente a temas como los prejuicios en torno al racismo, la inmigración, la adopción, las nuevas familias, la religión, los miedos modernos, la guerra, la desolación de ciertas pasiones y la culpa y la expiación. Un paisaje devastador que descubre Tassie Keltjin, una joven universitaria, en su travesía hacia la vida de verdad, teniendo como fondo la larga y oscura estela del 11-S y la guerra de Irak.
A Moore no le queda la menor duda de que no somos impermeables al tiempo. A su arte para moldear las vidas solapadamente, y a pesar de quien sea. "Las cosas cambian, las ideas cambian, las familias cambian. Las cosas que importan en el mundo. Y ahora resulta que ese paradigma que teníamos en Estados Unidos de la sociedad inmigrante se ha roto. Eso me ha llevado a abordar este tema que es fundamental. Antes, mis dos primeros libros hablaban de la familia. Cada libro es diferente".
Su aproximación y percepción de la gente y la manera como refleja sus relaciones personales y sentimentales en sus libros ha variado. Y para demostrarlo toma prestada una frase de unos amigos que le han dicho: "Lorrie, tú escribes todo el tiempo sobre los sentimientos mutuos entre hombres y mujeres; pero ahora te preocupas de cómo las mujeres fracasan unas con otras", y termina subiendo las cejas.
Cuando la luz empieza a tornarse bronceada, y a regalar los últimos haces de sol danzarines, Lorrie Moore, con el cigarrillo-zanahoria entre los dedos, reconoce el alcance que quiere darle a su novela; la de una obra que represente y retrate el mosaico de la sociedad estadounidense del nuevo siglo XXI, engendrada súbitamente tras los atentados terroristas de Al Qaeda en 2001 en Nueva York y Washington. Le gustaría que Al pie de la escalera fuera una especie de espejo en el cual se pudieran mirar sus compatriotas. Porque de ese suceso procede la nueva sociedad que ella describe. De ahí que defina la novela como "un pequeño golpe bajo a la vida estadounidense", tras lo cual suelta el humo invisible de su cigarrillo-zanahoria.


(...)


...Y Lorrie Moore estira la mano hasta el centro de la mesa donde está el Rilish para coger otra tira de zanahoria y volver a jugar, entre risas, a la fumadora glamourosa de los años treinta. Ya no hay sol. Sólo una luz cobriza que lo baña todo bajo el susurro de la parra movida por la brisa como preámbulo a sus ideas sobre los miedos contemporáneos que palpitan en Al pie de la escalera.
Insiste en el temor ante la desconfianza o descalificación que ahora se da a alguna persona según su credo. Miedos individuales y miedos colectivos que parecen acorralar a la gente en su novela. "Cada generación tiene su colección de nuevos miedos", reconoce resignada. "Es también una forma de confrontar el mundo. De cómo tú miras ese mundo y cómo tú sacas lo que tienes para salir adelante en la vida. Cada uno de nosotros asumimos unos temores, es interesante, y son diferentes sus grados en cada persona".
Aunque en el camino se han perdido cosas que no comparte, como cambiar privacidad por seguridad. "Cuando John Kerry dijo que se debía tratar como una cosa más, yo estaba de acuerdo, pero cuando lo pusieron más grande y lo exageraron lo convirtieron en un problema. El terrorismo es una manera de manipular a la gente".


(...)


Y para que todo encaje, Lorrie Moore tiene que inventarse un mundo perfecto para su obra, acorde a lo que va a contar. Sin olvidar, recuerda, que también tiene que traer a él cosas del mundo real, que es lo que al final contribuye a hacerlo creíble y verosímil. Reconocible para el lector. En su caso, con temas cotidianos poblados de personajes cuyos mundos interiores ella muestra como seres a veces inconformes o amordazados o devastados por frustraciones, desencuentros o sueños.
Sus manos, que a veces acompañan a sus palabras, aquí ganan protagonismo. Confiesa que no piensa en el humor cuando escribe. "Las cosas tienen humor en sí mismas. Es cuestión de saber verlo. En esta novela creo que no hay mucho, pero mi editor me dijo que era muy graciosa", y sonríe perpleja porque no termina de entenderlo.
Cuando intenta explicar la procedencia de su ironía y de aquello que parece políticamente incorrecto, manda atrás su brazo izquierdo, que se topa con una ramita de parra descolgada como una serpiente que le hace girar rápidamente la cabeza. Se percata de lo que es, sonríe y sube las cejas mientras dice que "es importante la interacción que tienen las personas, mostrar el mundo interior y exterior del individuo. Arrostrar dichos mundos. En el cine es difícil hacer esto, pero en la literatura se puede hacer con tres o cuatro frases".


(...)


Así, entre la crianza, la mudanza, las clases y la adaptación a la nueva vida en Madison, a finales de los noventa, empezó a concebir Al pie de la escalera con algún rasgo autobiográfico. La escritura llegó después del 11-S. Luego tardó un año en arreglar lo escrito porque lo que pretendía era que la novela reflejara el mundo surgido de allí. Mientras tanto la gente se preguntaba dónde estaba la autora de Pájaros de América. Y ahora que ha vuelto, después de once años sin publicar, lo dice: "Me he repartido entre varios quehaceres. En un año pensé que ya tenía toda la novela en la cabeza, pero resultó que eran únicamente 50 páginas. Y, encima, la historia era muy triste, así que tuve que rehacerla. Además he publicado cuentos en revistas como The New Yorker y en The Guardian".
Una hora después, dentro del restaurante, al final de la cena, Lorrie Moore lee el comienzo de su novela en inglés como en un recital secreto... Luego pregunta cómo suena en su traducción al español. Se recuesta en la silla, y escucha atenta: "El frío llegó aquel otoño y a los pájaros cantores los cogió desprevenidos. Cuando la nieve y el viento empezaron a ser intensos, demasiados habían sido engañados para quedarse, y en vez de partir hacia el sur, en vez de haber volado ya hacia el sur, estaban acurrucados en los jardines de las casas, con las alas ahuecadas para conseguir un poco de calor...". Sonríe... Le gusta lo que ha escuchado en un idioma ajeno al suyo. El sonido de ese comienzo cuya imagen presagia la historia por venir.

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