Tabarovsky entrevistado
Autobiografía médica (Mondadori) es la nueva novela del escritor argentino Damián Tabarovsky, que ha llegado a Argentina hace poco y Silvina Freire aprovecha la oportunidad para entrevistarlo en Página12. Tabarovsky es un escritor que no ha estado ajeno a las broncas literarias argentinas. Recuerdo una muy cacareada con Guillermo Martínez, en la que se discutía la falsa dicotomía "literatura marketera" y "literatura experimental". Por una de las respuestas de Damián, parece que aquí también hay un guiño a esa bronca. Eso motivo un guiño de Guillermo en La muerte lenta de Luciana B. Aquí algunas preguntas:
–¿Cómo es una novela que se titula Autobiografía médica, pero tiene un narrador en tercera persona?
–En buena medida es un chiste. Esta novela la escribí hace unos años, antes de que aparecieran tres o cuatro novelas en primera persona y hubiera como una minimoda de la “literatura del yo”. El yo es una categoría que aparecía demasiado plena en esas novelas, y buena parte de la teoría y de la literatura a partir del siglo XIX problematiza el yo. Desde Freud, con el olvido del nombre propio, hasta Deleuze y Guattari con el rizoma de llegar al punto donde decir yo no tiene la menor importancia, el yo no es una categoría plena. Como en todas mis novelas hay algo autobiográfico, se me ocurrió este chiste de escribir una novela que se llame Autobiografía... pero en tercera persona, con un personaje que se llama Dami y que funciona como una ironía sobre una larga tradición, que es la del alter ego. Cuando se escribe en primera persona en los blogs y en otros lugares hay un olvido de la extrema problematización de lo que fue el yo en la teoría, la filosofía y en la propia literatura. A mí me gusta reproblematizar eso. No es tan sencillo decir yo. La literatura tiene que poner una distancia. La primera distancia es la tercera persona.
–¿Esta novela es más radical que las anteriores en tanto la enfermedad no aparece como metáfora de nada?
–No sé si radicalizada es la palabra, pero voy perseverando en una serie de intuiciones que tengo, como poner en discusión ciertos aspectos de la trama. No es que no haya trama, como a veces se lee. Hay un sistema lógico, pero no es el tradicional de introducción, desarrollo y conclusión. Es muy obvio decir que la enfermedad es la gran metáfora del capitalismo contemporáneo. La literatura es un objeto que no abre ninguna puerta a la interpretación, aunque cada uno la pueda interpretar como quiera, pero sin que la narración favorezca una interpretación de tipo humanista, aposentada, de denuncia sobre el capitalismo o la vida humana. Y sin embargo, Autobiografía médica fue elegida una de las novelas del año en el sitio del Partido Obrero Español (risas). Había una reseña muy favorable que decía que mi novela era una gran metáfora del capitalismo contemporáneo. Yo mandé un post, la única vez que escribí en un blog, en el que agradecí los elogios, pero aclaré que no entendía así la novela, que no había ninguna metáfora. No me gusta la idea de la metáfora en la literatura, más allá de que el lenguaje per se es metafórico y alegórico desde que decimos “buenas tardes”. Como dice en algún lugar Lacan, todo lenguaje es sentido, por lo tanto es doble sentido. Entonces si ya tiene doble sentido, para qué ahondarlo más.
–El narrador plantea que un consultor joven, si es inteligente, busca la figura del precursor. ¿Fue deliberado este paralelismo “tan borgeano” entre el consultor de marketing y el escritor?
–Hay una ironía sobre la literatura y la consultoría, “El consultor de marketing y sus precursores”, sería parafraseando el famoso texto de Borges (risas). Nunca lo pensé como tan borgeano, pero es verdad. Borges dice en voz alta lo que todos hacemos en voz baja, que es construir nuestros propios precursores. Hay una metonimia evidente, estoy hablando de literatura usando el chiste de la consultoría de marketing. Como la literatura se parece cada vez más a la consultoría de marketing, por qué no plantearlo directamente.
En el final de la novela pone en discusión la idea del potlatch para optar por el don de la interrupción. ¿A qué se debe esta estrategia?
–Blanchot dice que la literatura marca, pero no deja huellas; ésa sería la idea, en un contexto donde las experiencias intensas tienden a desaparecer. Es una experiencia intensa, pero a la vez encerrada en sí misma, que no logra ir más allá. Ese es el trauma de la literatura contemporánea. La literatura como me interesa a mí es una experiencia intensa, a veces, que no puede ser transferida casi linealmente al mundo, como se imaginó en otras épocas. No hay que renunciar a que la literatura sea una experiencia fuerte, radical, que descentre, que perturbe, pero sabiendo que eso no va tener efectos más allá del propio acto de lectura, lo cual es una tragedia en algún punto, pero es lo máximo que se puede decir hoy. Y no es poco. La literatura es un lugar de la negatividad radicalmente negativa; no da sentido al mundo, no es programática, pero pone entre paréntesis los discursos dominantes.
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