MOLESKINE ® LITERARIO

Notas al vuelo en cuaderno Moleskine® .

Watanabe reseñado en Argentina

José Watanabe. Fuente: adn

José Watanabe, queridísimo y extrañado amigo, el mejor poeta peruano de las últimas décadas para este blogger repentinamente conmovido al recordar la ausencia de Wata, ha sido reseñado por Pedro B. Rey en el suplemento ADN Cultura. Es a raíz de la publicación de La piedra alada en la editorial Pre-Textos. Todos, todos los elogios se los merece Wata. "Una sabiduría que domina el humor" dice Rey. Como si lo hubiera conocido. Como si a él también lo llamara en la madrugada para preguntarle si estaba despierto. Como si cada vez que ocurría un accidente aéreo se hubiese comunicado con él porque compartir un pánico le divertía. Como si también se hubiera metido en el cubículo gélido de una isla de edición para hablar de cualquier cosa, de todo, porque Wata sabía todo sobre todo. Te extraño, amigo. Dice la reseña:

Watanabe, que murió demasiado temprano, hace dos años, es un caso singular dentro de la última poesía latinoamericana. Nació en Laredo, un misérrimo pueblo del noroeste peruano, de madre andina y un padre japonés que lo introdujo en el arte del haiku. La familia era pobrísima, pero un golpe de suerte (la justicia poética existe: los padres ganaron la lotería), le permitió el traslado a la cercana Trujillo y luego a Lima, donde el futuro poeta comenzó estudios de arquitectura. La poesía funda su mito en aquellos orígenes. Por un lado, está el pueblo y la naturaleza que lo circunda. Ese territorio de la infancia aparece y reaparece en la colección, no como nostalgia, sino como espacio que permite que proliferen la memoria y la imaginación. En el pueblo "la vida/ transcurre como una lenta ceremonia/ y el tiempo es más mesurado"; la hambruna puede ser "una especie de inocencia" y los problemas de próstata encontrar un arcaico tratamiento ad hoc . (...) Los poemas de La piedra alada no condescienden nunca al exotismo. Las estrategias sutiles del haiku repercuten en un terreno ajeno al de las formas (los textos son, en comparación con la brevedad oriental, extensos). Actúan, en realidad, sobre la conducta de los versos: la voz parece siempre a punto de capturar, en su red de mariposas, un instante luminoso e irrepetible. Esa armonía (en la que "se muere/ por la disonancia de un pie en falso") encuentra su mejor complemento en el humor. Como Kobayashi Issa, el más irreverente de los vagabundos del haiku, Watanabe conoce el liberador poder terrenal que se oculta en la ironía. Valga el ejemplo de "Fábula", una lacónica obrita maestra: el poeta observa una yegua espigada que orina sobre un sapo y piensa en la ley compensatoria de la magia ("más feo el sapo/ más bello y deslumbrante el príncipe"), pero cuando la yegua se va, moviendo las ancas como una muchacha, no se produce ninguno de nuestros milagros humanos: el sapo "se quedó solo/ y soportando su fealdad inmutable/ y ahora meada".

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