Requena, escritor oral
Mientras su generación intenta escribir sin el peso ni la herencia de Borges, usted escribe con Borges. ¿Qué piensa de esto?
–Borges estaría indignado de saber que escribo con él (risas). Borges es una de mis lecturas esenciales. De los contemporáneos leo muy poco, sólo por mi trabajo de editor. ¿Qué leía un criollo formado en los años 20 en Buenos Aires? Es el momento en que irrumpen las vanguardias y se establece una relación muy curiosa entre la tradición y la ruptura con esa tradición. Por suerte, Requena es un hombre que cree y descree por igual de la tradición y la vanguardia. En tal sentido, es alguien que escribe poco, y si escribe no publica porque no cree que sea importante publicar. Para él alcanza con comunicar las ideas a un grupo reducido de amistades. Esto es algo que se perdió. En el presente, la publicación se considera una consecuencia natural de la escritura. En oposición a ello están los maestros orales, que siempre abundaron.
–¿Habría un intento en esta novela de recuperar esa tradición de escritores más “orales”, “del pensamiento”?
–Fue una de las pretensiones. Es sabido que hay verdades que la palabra escrita es incapaz de describir. A quién no le ha sucedido vivir experiencias que no son comunicables a través de las palabras, pero que sí describen la música o la pintura.
–Requena dice que cuando se sienta a escribir “las ideas huyen espantadas”. ¿Le pasa algo parecido?
–Sí, y a eso se añade que la escritura es un proceso sin fin. Carlos Alonso me contaba que cuando un cuadro está terminado el mismo cuadro lo “dice”, no hace falta seguir pintando. En la escritura, y en la traducción, eso no sucede. No hay punto final. ¿Cuándo se termina un texto?
–Sin contar el final de Requena, ¿supo que era ése?
–Sí. Pero el fantasma de Requena todavía me visita y me dicta algunos recuerdos.
Etiquetas: alejandro garcia schnetzer, argentina, entropia, NOTICIA