Frankfurt desde dentro
Me fascina este texto del ex-editor de Planeta y Alfaguara, y ahora agente literario en Barcelona Guillermo Schavelzon. Luego de décadas asistiendo a la Feria del Libro de Frankfurt, nos entrega su visión del monstruo desde las entrañas mismas. Y nos destruye varios mitos. Imposible no devorarse este texto aparecido en "El Mercurio". La pregunta central es cuál es el secreto de la Feria de Fráncfort. Y entre ellos, habla del Método del Escándalo:
La cobertura de prensa es enorme, y me sorprende ver cómo los editores, los agentes literarios y los periodistas jugamos año tras año el mismo juego, aunque ninguna de las partes se lo crea: el anuncio de las grandes contrataciones. Que tal editorial se ha quedado con tal autor o con tal obra, que la primera novela de una joven afgana de Brooklyn fue contratada por cinco millones de dólares, etc. Una sensación -la que trasmiten los medios- de que la feria es un gigantesco plató de subastas donde editores multilingües, chequera en mano, compran y venden histéricamente como en la clásica foto de las bolsas de valores. Hay otro juego, bastante más peligroso, para el que la feria suele ser buena plataforma: generar un tremendo escándalo alrededor de un escritor, justo unas semanas antes del lanzamiento del libro o de la puesta en venta de los derechos. Recordemos el escándalo mediático que precedió la publicación de los Versos Satánicos, de Salman Rushdie, o la acusación del supuesto pasado nazi de Günter Grass justo antes de la publicación de sus memorias. Se trata de vender por sobre todo. ¿No les hace pensar en el sistema financiero que hoy se está viniendo abajo? Un juego donde el escritor es quien pagará las consecuencias: Rushdie, quince años escondido con custodia; Houellebecq se tuvo que ir a vivir a Irlanda, y luego al sur de España; Martin Amis perdió a sus amigos de toda la vida y dejó Londres... Leyendo la prensa de la semana previa a la feria, me pregunté, a propósito de Milan Kundera, si lo que está en discusión es un esclarecimiento histórico, o asistimos al prolegómeno de una operación de marketing. Lo sabremos si en las próximas semanas aparece un libro de memorias.
Otro mito que cae como árbol podrido: el mito de las grandes operaciones en la misma feria (aunque es cierto que algunas ventas sí se hacen ahí):
Puedo sostener con conocimiento de causa que casi todos los anuncios de grandes adquisiciones en la feria no son ciertos. Lo fueron alguna vez, cuando las comunicaciones eran precarias. Es muy ingenuo creer que en la época de internet, con llamadas internacionales cada día más baratas o gratuitas, haya que reunirse físicamente en un lugar para conocer una obra y tomar decisiones. Todo lo que la gran mayoría de los periodistas da como decidido en la feria, ya estaba acordado antes. Es cierto que a veces hay algún descubrimiento, pero suele ser ocasional y poco significativo.
Entonces ¿Para qué ir a la Feria? ¿Para qué gastar tanto dinero? ¿Para qué tanta adrenalina?
Frankfurt permite conocer a otros editores y sobre todo otras maneras de publicar, otras concepciones del negocio editorial. Permite anticipar tendencias o mejor dicho conocerlas por anticipado. Y para los más avezados, permite algo excepcional: generarlas. Frankfurt es una enorme caja de resonancia, donde un rumor recorre los pabellones más rápido que las gigantescas cintas transportadoras que nos llevan de un edificio a otro. El nombre de un autor, el título de una novela, el anticipo que se ha pagado, cualquiera de esas cosas puestas en el oído de una docena de "reproductores" adecuados (scouts los llamamos), da la vuelta a la feria en menos de un día. ¿Cómo llega un dato desde el centro de agentes al pabellón de los editores griegos o coreanos? Imposible explicar el viaje, pero los asistentes de años lo hemos experimentado reiteradamente. (...) Para las reuniones importantes fuera de agenda, existe un intenso plan etílico after-hour, cócteles que ofrecen las grandes editoriales. En Alemania, en las invitaciones se pone la hora de inicio y también la de finalización, con lo cual se puede estirar la agenda de trabajo unas cuantas horas más cada día. Allí se recogen los mejores resultados, y el único secreto consiste en haber bebido menos que el interlocutor, para no olvidar que todo encuentro, todo contacto, es un acto de negocios. Que toda copa es una oportunidad extra, y todo intercambio de tarjetas un posible contrato. Hay editores y agentes tan comprometidos(as) con su trabajo, que entre la última copa nocturna y el desayuno, aprovechan para seguir haciendo negocios (...) Sentado en una de las mesas de mi agencia, sin poder ni hablar en todo el día con mis dos colaboradoras que estaban en la mesa de al lado, las pocas veces que se me ocurrió levantar la cabeza tuve un ataque de pánico. Me sentí una gallina más dentro del gallinero, presionado a poner y poner huevos. El barullo, un murmullo permanente a mi alrededor, era desesperante, y sin embargo, cuando uno habla con "su cita" -en los 30 minutos en que estamos obligados a cacarear para poner un huevo más- pareciera que todo ruido desaparece. Al final del día, encerrado en ese galpón de luz y clima artificial siempre constante, perfecto, sin saber si afuera llueve o hay sol, no sólo se pierde la sensación de lo que sucede en el mundo, sino que uno se cree que está en el centro del mundo y que no hay nada importante fuera. Cada vez que un periodista se acerca, le recitamos en un minuto todo "lo que hemos vendido" (los profesionales lo llaman "intoxicar"), y lo más increíble es que al día siguiente sale en los diarios.
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"Intoxicar", excelente definición.
A la prensa le (nos) cuesta cada vez más formar gente en poco tiempo (es bastante obvio) y en ocasiones llega/mos con periodistas sin anticuerpos a no pocos encuentros con fuentes.
(Quiero ser claro: en las ferias, los periodistas habitualmente saben bastante de literatura --quiero creer-- pero es muy probable que no sepan "leer" planes o modelos de negocios, que es parte de lo que debe mirarse en esas ferias si vamos a ir a rebujo de contratos millonarios y operaciones de marketing).
Luego, no tienen demasiado tiempo para chequear información y acaban publicando material predigerido.
Me temo que la prensa está (estamos) ante desafíos enormes para manejo de volúmenes de información crecientes y divergentes.
PD1: Esto merece más que un simple comentario.
PD2: Hay, en la carpintería de las ferias, una excelente crónica para contar en Etiqueta Negra o Gatopardo, por ejemplo. El texto de Schavelzon es un excelente disparador.
Saludos.
4:38 p. m.
La comparación de la feria y las finanzas es escalofriante, además del lobby y todo el tema en realidad, es lo menos literario en comparación al simple hecho de escribir un libro, y hasta con eso da cierto miedo publicar...Gracias por compartirlo.
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