Correspondencia de Mailer
Ya empezaron a aparecer las obras póstumas de Norman Mailer. Y lo primero en aparecer son sus cartas, casi todas ellas cargadas de reflexiones políticas a lo Mailer. No esperen corrección pero, quizá, con suerte, sí literatura. En "El País" adelantan algunas de esas cartas hasta ahora inéditas:
Sólo voy a decir -y todavía no he escrito sobre este tema- que, mientras los demócratas, y en primer lugar Clinton, me repugnan con lo que llamo su 'política de boutique' -un poco aquí, un poco allá, y todo servido con grandes dosis de gilipollez por encima-, los republicanos son una monstruosidad psicótica. Por un lado, son Dios, bandera y familia -aunque pocos de ellos reconocerían a Jesucristo si estuviera haciendo pis en el retrete de al lado-, y un número asombroso no ha servido jamás en las fuerzas armadas ni ha oído una bala, y, como políticos, engañan como conejos a sus esposas y sus familias. Pero da igual, ¿de qué sirve ser político si uno no puede ganarse la vida siendo un hipócrita?".
A Sal Cetrano
28 de marzo de 1999
Además, también se publica el texto introductorio de Barbara Probst Solomon titulado "El fantasma de Harvard, Norman Mailer y la CIA" en el que contextualiza estas cartas y dice por ejemplo:
Norman era el joven novelista deslumbrante, el trofeo que se disputaban las distintas izquierdas. En estas cartas que ahora ven la luz late el deseo de Mailer de no ser un peón en la guerra fría de la izquierda, que pretendía reivindicarlo como su novelista. Es evidente, como se desprende del cuerpo de misivas del que procede esta selección, que tenía reservas sobre Partisan Review, Diana Trilling, incluso Irving Howe, más socialista, y que siempre tuvo el deseo, hasta la muerte de Lillian Hellman, de hacer de árbitro entre ella -que no denunció ningún nombre al HUAC y cuya pareja, el escritor Dashiell Hammett, acabó en la cárcel- y Mary McCarthy, la sofisticada intelectual de la izquierda anticomunista. En cierto modo, la conferencia de 1949 y el posterior suicidio de Matthiessen debieron de atormentar a Norman, que quizá tuvo la impresión de que, como sugería Hellman, su discurso fue la razón por la que el HUAC nunca le pidió que testificara. Su novela sobre Hollywood, El parque de los ciervos, indica su preocupación por los que prestaron testimonio, por los que dieron nombres y los que no.
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Curioso, eso de "política de boutique" lo leí en El Comercio antes de venir por acá. Tiene palabras muy duras, interesantes, aunque no concuerdo con lo de las balas. ¿Qué americano no ha escuchado una si todo el mundo las ha escuchado gracias a Norteamérica...Suerte.
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