El escritor terráqueo
Mi querido amigo de Bogotá39, el brasileño Joao Paulo Cuenca, ha escrito un texto en "Babelia" titulado "Escribir detrás de los tiros en Río de Janeiro" en el que reflexiona en torno al compromiso del escritor con su realidad. A partir de una mesa redonda en la Feria del Libro de Madrid, donde participó, opinó así sobre la necesidad (impuesta externamente) de hablar sobre la realidad social:
Para distraerme de las balas, invento oxímoros, escribo haikus en silencio, silbo una sonata de Schubert, pienso en la distancia que me separa de la mujer que perdí. Algunos abandonan la timidez y corren por las calles, pero la mayoría caminamos despacio, con la cabeza erguida, los ojos fijos mirando hacia adelante. Otros beben en las tascas donde los omnipresentes televisores transmiten la repetición de un partido de fútbol. Me acordé de ese poco más que banal episodio ya en Madrid donde participaba en una mesa sobre Realidad social en América Latina y su impacto sobre las letras. En una de las intervenciones se dijo que muchos escritores latinoamericanos daban la espalda a la dura realidad de sus países. Se citó el término "Belíndia", acuñado por el economista Edmar Bacha para definir el contraste social en Brasil, y se insistió en que algunos escriben como si estuvieran en Bélgica, olvidándose de la "India" que hay en el seno de sus países, escapando de una supuesta responsabilidad social en su literatura. (En el caso de Río de Janeiro, donde la desigualdad tiene ese lado, digamos, más belicista, podría hablarse de "Beliraq"). Después alguien preguntó, con un sentido del humor claramente involuntario: ¿no sería inmoral que un escritor huya de su país, de la violencia de su país? Antes de que diga que pedir responsabilidad social y posicionamiento moral a escritores es lo mismo que esperar talento o capacidad inventiva de un cura, preciso decir que en mis novelas y cuentos nunca nadie sintió hambre. Y además, nadie disparó nunca un tiro en una favela.
También habla, cómo no, sobre ese "folklorismo" que le ha hecho tanto daño a la literatura Latinoamericana y que ahora no se limita al ganado, al indigenismo o a la tierra, sino a la violencia social. Ante eso, obvio, propone la libertad de escribir como "escritor terráqueo":
El gran escritor de esta nación insular, y uno de los mayores del planeta de todos los tiempos, se llamaba Machado de Assis y era un carioca mulato, descendiente de esclavos. Pasó décadas siendo tachado de alienado y despolitizado porque, supuestamente, nunca se comprometió con los problemas sociales de su país, por entonces, preabolicionista. Lo cierto es que Machado nunca necesitó ser didáctico o panfletario, cosa que, lamentablemente, muchas veces se espera de un escritor, sobre todo si es tercermundista. Las contradicciones de aquella sociedad estaban presentes, y no podían dejar de estarlo, en todas y cada una de sus palabras. La libertad de no colocarse bajo ningún paraguas folclórico o ideológico y salir a la calle, perdido en medio del tiroteo, huyendo de la frívola fiesta en la que pudimos permanecer, obviamente no es confortable. Pero me es muy querida esa sensación de incomodidad, y creo que toda una generación de nuevos escritores latinoamericanos se ha expresado a través de ella, con la libertad de escribir, incluso, sobre sus aldeas y sus propias guerrillas. No como escritores latinoamericanos, sino como escritores, punto. Escritores terráqueos, si se prefiere.
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