MOLESKINE ® LITERARIO

Notas al vuelo en cuaderno Moleskine® .

Félix Romeo vuelve

Félix Romeo. Fuente: zaragózame

Conocí a Félix Romeo en Lima y lo volví a ver alguna vez en Madrid. No supe más de él, salvo la preocupante noticia de que había dejado voluntariamente de escribir ficción. Sin embargo, leo hoy que ha regresado a la literatura con una obra titulada Amarillo (que tiene un blog especial) que al parecer es un dolorosa expiación por el suicidio de un amigo. No era difícil descubrir conversando con él que tras ese aspecto intimidante (dos metros, barba crecida, mirada verde y brazos que retorcieron los fierros de un futbolín en el Barra Brava) había una enorme sensibilidad y generosidad, que aparece sin ataduras en esta novela. Contrastes de la vida: Una pérdida lamentable que, sin embargo, implica también una recuperación para quienes admiramos la obra de Félix.

Dice la reseña: "Los recuerdos de Romeo se encadenan. Algunos, durísimos: «Los amigos no pueden reconocer un cadáver. Sólo los familiares. Y nosotros no éramos familiares, y tus familiares no aparecieron en toda la tarde ni en toda la noche». También se encadenan los remordimientos: «Todo empieza con una pregunta: ¿cómo no me di cuenta de que te ibas a suicidar? De esta pregunta sale otra pregunta: ¿por qué tu muerte me produjo un alivio tan grande? De esta pregunta sale otra pregunta: ¿soy responsable de tu muerte? Y de esta pregunta sale una última pregunta: ¿por qué desde hace años arrastro una terrible sensación de culpa por tu muerte?». Cartas, críticas firmadas por el propio Izuel, fragmentos de sus cuentos, que serían recopilados en Todo sigue tranquilo (Ediciones Libertarias, 1994): cada nueva pieza del rompecabezas le sirve a Félix Romeo para ir completando el retrato del amigo muerto, al que siempre protegió y al que siempre quiso. Un retrato que no tiene nada de biográfico, porque a Romeo no le interesa hacer biografía; le interesan los pequeños detalles: la aversión de Chusé a dejarse fotografiar, su melancolía, sus lecturas, su música, sus sueños: «Me gustaría estar metido en un tren, y largarme y quedarme dormido en el asiento del vagón y despertarme en cualquier parte».

Lo que no hay en Amarillo son adornos. Tampoco sentimentalismo. Ni moralina. Porque de lo contrario se quemaría, para hablarnos de «la peor muerte» Romeo ha preferido tomar distancia. Como si estuviera redactando un informe forense. Un informe policial en el que se reconstruyen los últimos pasos de la víctima. Sus últimas palabras. «Tu muerte fue una bendición para mí: no habría vuelto a escribir si tú hubieras seguido vivo -confiesa el autor de Dibujos animados y Discothèque-. No paro de pensar que tu muerte es un siniestro crimen perfecto con un único beneficiario: yo. No te induje. Yo quería que te repusieras, que abandonaras esa tristeza, que a mí me parecía totalmente autoimpuesta, ridícula.» Chusé Izuel no se repuso. Saltó. A lo mejor porque, como escribió Emily Dickinson y repite aquí Javier García Sánchez, morir no duele, lo que duele es la vida.

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