Saramago, 85
José Saramago cumple 85 años y han descubierto su "otra vida"; en realidad, un montón de papeles viejos y una novela inconclusa escrita en la adolescencia. ¿Vale la pena publicar eso? Económicamente sin duda. Literariamente, quién sabe, pero lo más probable es que no. Pero Pepe lo publicará, oh sí, ni siquiera les ha echado una mirada pero claro que lo publicará. Bueno, finalmente es el dueño del santo y de los textos, que haga lo que quiera.
Dice la nota: "La Fundación César Manrique muestra, bajo la dirección de Fernando Gómez Aguilera, "cantidad de papeles, cuentos, una novela no terminada... Han descubierto una vida mía que estaba soterrada y de la que yo no me acordaba". La novela recuperada es Tierra del pecado; Saramago la dejó inconclusa, "y dejarla inacabada era una forma de autocrítica; pensé que no valía la pena, y la dejé ahí, arrinconada. Fue una especie de acto de humildad. Yo pensaba: no puedo seguir escribiendo libros si yo mismo sé que no vale la pena hacerlos. Pero seguí escribiendo, vaya que si seguí. Lo que ellos han encontrado es algo asombroso; no sé cuándo escribí todo eso; yo pensaba que después de Tierra de pecado me había detenido, y lo cierto es que continué y continué. Ahora se ve que el pasado que tengo no es el pasado que creí haber tenido". Eran textos de un chico de 19 años, que venía de una familia analfabeta. Saramago no les ve "tanta calidad", pero sí la fuerza que ya en ese momento le hacía decir con toda tranquilidad "yo quiero ser un escritor". Una convicción que acabó por convertirse en una especie de compromiso: "Estaba aquí para escribir, esa era mi vocación. Lo tenía tan claro que escribía, y ahí está esa novela incompleta". No la ha leído, no ha leído ninguno de esos papeles. "Me los enseñaron Pilar y Fernando, pero los dejo para verlos como los verá cualquiera, en la Fundación", comenta. Pilar los encontró, dice ella, "en cajas que habían estado viajando por distintas mudanzas, desde su primer matrimonio. Cuando terminó su segundo matrimonio se quedaron en una buhardilla. Y en el tercero, que es nuestro caso, vinieron a Lanzarote, donde vivimos desde 1993. Pero eran cajas que jamás se habían revisado".