Lampedusa cincuentenario
Ayer hablábamos con Edmundo Paz Soldán sobre El Gatopardo y llegábamos a la conclusión de que es una novela que, cada año, se reactualiza. Como pocas, logró unir un contexto absolutamente político con el retrato intimista de una familia y en especial de su espléndido, complejo, sensible protagonista. Se cumplió este 13 de julio 50 años del fallecimiento de Guiseppe Tomasi Lampedusa, y por tal motivo aparece hoy en el suplemento ABCD Las Letras del diario ABC un recuerdo de su vida y sus últimos años escrito por Mercedes Monmany.
Así recuerda la nota la etapa final de Lampedusa: "(...) el solitario y algo sombrío príncipe, veterano de dos guerras mundiales y por un tiempo alto funcionario de la Cruz Roja en la isla, al acabar la última guerra, se abriría de repente al resto del mundo, o al menos a una parte selecta y escogida de ese resto del mundo, a comienzos de los años cincuenta. Cansado de su rutina palermitana de cafés y tertulias aburridas en las que apenas abría la boca para interrumpir los coloquios sobre las trivialidades habituales, el príncipe escogería dos vías de escape principales para poner en juego su brillante creatividad y dotes para la conversación inteligente. Una de esas vías eran las cada vez más frecuentes estancias en la casa de campo (llamada por Gioacchino «el Wonderland de Cabo Orlando») de su primo, el poeta igual de culto y extravagante Lucio Piccolo, en la que la aguda ironía, los refinados sarcasmos y su lejanía del mundo, encontraba su media naranja a través de interminables juegos literarios y parodias o a través de larguísimas citas eruditas recitadas de memoria por los dos, en la más diversas lenguas y de los más diversos autores. Por otro lado, estarían las sesiones o reuniones privadas e informales, aunque con un intenso trabajo previo, que Lampedusa había comenzado a ofrecer a unos jóvenes alumnos, repasando lo principal de las dos literaturas que más conocía y admiraba: la inglesa y francesa. El principal y casi único alumno era un joven poeta, más tarde profesor de la Universidad de Pisa, Francesco Orlando, acompañado de un cómplice predilecto del príncipe en aquellas sesiones; un vivaz y elegante álter ego, al que Lampedusa, «exquisito, cáustico y tan adolescente como nosotros en el entusiasmo», designaría como su heredero ideal: el joven noble siciliano, sobrino suyo y nieto del conde de Mazzarino, Gioacchino Lanza.
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