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Notas al vuelo en cuaderno Moleskine® .

Agota Kristof escéptica


[BABELIA] La publicación de su trilogía novelística (compuesta por El gran cuaderno, La prueba y La tercera mentira) en España, por el sello El Aleph y bajo el título Claus y Lucas, sirve de pretexto para una entrevista de Javier Rodríguez Marco a la escritora de culto nacida en Hungría Agota Kristof que publica en su última edición el suplemento Babelia. También se ha traducido recientemente La analfabeta: un relato autobiográfico (editorial Obelisco) del cual dice ella: "Me equivoqué al publicar esos textos. Es una recopilación de narraciones que, hace años, mandaba a una revista en alemán de Zúrich. No tienen ningún valor. Son redacciones escolares. ¿Por qué las publiqué? Entonces porque necesitaba el dinero. Ahora porque se empeñó el editor suizo. Estaban en el archivo del Estado, en Berna. Allí mandé todos mis papeles. A mí me daba igual. De todos modos, no hay quien entienda nada. Mi editor francés no lo quiso y en Alemania le dieron el premio de los críticos. Diez mil euros. No fui a recogerlos".

Sin embargo, pese a lo radical que suenan estas palabras (y el acto de despreciar un premio), no son nada comparadas con el párrafo central de la entrevista, donde Kristof realmente es dura consigo mismo pero, oh dios, al mismo tiempo excesivamente lúcida (si la lucidez puede ser un exceso). Dice que ha dejado la literatura: "No lo necesito. Para mí la escritura es demasiado importante como para hacer algo que no me guste. Y no creo que me salga ya nada mejor de lo que escribí. ¿Para qué empeñarse? Tuve tres hijos y estuve casada dos veces. Nada de eso me impidió escribir. Quizás la fábrica... Ahora tengo todo el tiempo del mundo y no lo hago".

Bajo ese mismo concepto, tampoco quiere que se publiquen sus primeros poemas, escritos directamente en húngaro: "En húngaro era muy poética. Demasiado. Por eso no me gustan aquellos poemas. Creo que si hubiera seguido escribiendo en húngaro habría ido quitando y quitando, diciendo sólo lo estrictamente necesario. Seguramente mi forma de escribir viene del teatro. Diálogo puro. Lo justo, sin relleno, sin grasa. ¿Para qué dar vueltas? ¿Para hacer literatura? No me interesa la literatura".
¿Algo más que agregar? Para qué mas.
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