Más Gutiérrez
[CORREO] Termino de colocar mi post sobre la entrevista en Correo, y noto que Gustavo Faverón ha escrito uno sobre el mismo tema en "Puente Aéreo". Por mi parte, una cosa más en torno a Miguel Gutiérrez. No quisiera que se me malinterprete y se entienda que sostengo que si Gutiérrez alabó en algún momento a Abimael Guzmán, ahora tenga que cargar esa cruz para siempre, sin derecho a rectificación o a moderar sus opiniones. Nada más lejano a mí que eso. Quienes piensan que uno no tiene derecho a cambiar son, al contrario, aquellos que nunca aceptaron, por ejemplo, que Mario Vargas Llosa abandonara las ideas socialistas de los años 60 hasta convertirse en un abanderado del liberalismo. Solo los idiotas y Dios no cambian, dicen. Y Miguel Gutiérrez no es un idiota, y mucho menos -pese a quien le pese- un Dios.
Para mí es obvio que el escritor que hace 20 años en su ensayo sobre la Generación del 50 exigía consecuencia entre los actos y el pensamiento (una coherencia que, afirmaba entonces, sólo encontró en Abimael Guzmán, y por eso lo consideró el intelectual paradigmático de esa generación), hasta el punto que hizo pública su enorme decepción por Julio Ramón Ribeyro por haber aceptado de manos de Alan García la Orden del Sol del Perú; ese escritor, digo, no es el mismo que ahora acepta una publicación del Fondo de Congreso de la República del Perú del gobierno del mismo Alan García, que ostenta además un prefacio del congresista Marcial Ayaipoma. Y me parece bien, me parece perfecto, ¡quién puede decir que 20 años no son nada! Pero, eso sí, creo que todos sus lectores (y yo lo soy, sin duda) tenemos el derecho de exigirle a Miguel Gutiérrez de ahora en adelante que no vuelva a colocarse como líder de un grupo de escritores "excluidos", un ejemplo de narrador "marginal" censurado por el poder político y el poder mediático (aquel que le publica sus libros, y aquel que le ofrece entrevistas sin restricciones y extensas páginas de opinión cuando quiera). Ahora que ambos poderes le han abierto las puertas (sin duda por la importancia de su obra literaria), convirtiéndolo en un escritor del establishment, un hegemónico, la única consecuencia que estamos en condiciones de pedirle es que no siga jugando al escritor marginal y "perseguido" por el poder hegemónico criollo (carta bajo la manga con la que rechaza cualquier crítica no positiva a su obra). Es decir, más que una consecuencia, una coherencia.