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Vargas Llosa sobre Grass


[EL COMERCIO] El fin de semana, en la sección de opinión del diario "El Comercio" apareció en su columna "Piedra de toque" la opinión de Mario Vargas Llosa sobre la confesión de Günter Grass. "No tenía la menor intención de hacerlo pero como ya circulan supuestas declaraciones mías sobre el tema en las que no siempre me reconozco, prefiero hacerlo por escrito y con mi firma" dice Vargas Llosa y luego pasa a reconocer que pese a los difíciles momentos de Grass, sin duda terminará triunfando el recuerdo de su obra: "Dentro de pocos años, o incluso meses, ya nadie recordará el paso del escritor por la Waffen-SS y, en cambio, su trilogía novelesca de Danzig, en especial "El tambor de hojalata", seguirá siendo leída y reconocida como una de las obras maestras de la literatura contemporánea".

Sin embargo, lo que ha emocionado, entusiasmado e incluso conmovido a más de uno es el párrafo final en el que afirma que el affaire Grass lo único que ha comprobado es que el tiempo en que el escritor debía ser, además, la conciencia moral de su pueblo y pasó: "Ningún joven intelectual de nuestro tiempo cree que esa sea también la función de un escritor y la sola idea de asumir el rol de 'conciencia de una sociedad' le parece pretenciosa y ridícula (...) Mejor aceptar que los escritores, por el simple hecho de serlo, no tienen que ser ni más lúcidos ni más puros ni más nobles que cualquiera de los otros bípedos, esos que viven en el anonimato y jamás llegan a los titulares de los periódicos".

El estupendo párrafo final de su artículo, en el que por un toque de manos se incluye él mismo, dice así: "Tal vez sea esa la razón por la que, con motivo de la revelación de su paso fugaz por la Waffen-SS cuando era un adolescente, haya sido llevado Günter Grass a la picota y tantos se encarnicen estos días con él. No es con él. Es contra esa idea del escritor que él ha tratado de encarnar, con desesperación, a lo largo de toda su vida: la del que opina y polemiza sobre todo, la del que quiere que la vida se amolde a los sueños y a las ideas como lo hacen las ficciones que fantasea, la del que cree que la del escritor es la más formidable de las funciones porque, además de entretener, también educa, enseña, guía, orienta y da lecciones. Esa era otra ficción con la que nos hemos estado embelesando mucho tiempo, amigo Günter Grass. Pero ya se acabó".
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