Reynoso en la contra
[EL COMERCIO] Para quienes conocemos a la bonita familia (leerlo con acento a lo Astudillo y Picoy) que forman Rosita, don Arturo y Oswaldo Reynoso la entrevista que hoy aparece en el diario El Comercio es entrañable. La imagen descrita de los tres tomando el desayuno, mientras Oswaldo despotrica del capitalismo y su sobrina se va convirtiendo en una de las ejecutivas más exitosas del país, me ha causado risa pero también tierna. Lamentablemente, desde hace un tiempo la familia (que ha crecido con el esposo y los hijos de Rosita) se ha atomizado: ellos se han mudado a una casa grande y cómoda pero en un distrito bastante alejado, y el "díscolo" Oswaldo -como lo califica la entrevista- ha preferido quedarse en un departamento en su viejo barrio de Jesús María.
En fin, me alegro mucho de que Oswaldo Reynoso empiece a sentir no solo en sus conferencias y sus viajes a provincias, sino a través de la cobertura de los medios, el cariño y la admiración de sus lectores. Un reconocimiento, además, que no es reciente sino constante desde que retornó de China y se reeditaron varios de sus libros, además de la aparición de En busca de Aladino y Los eunucos inmortales. Sin embargo, no puedo estar de acuerdo con las frases con las que Oswaldo se ha referido en varias oportunidades a Santiago Roncagliolo. Argumentar que el tema de la violencia subversiva es "demasiado serio", y por ello no se puede prestar a un thriller, implica la misma soberbia y actitud dictatorial que despintó al grupo Narración. Peor aún si enseguida declara que él está escribiendo su propia versión de aquellos años. ¿Pretende Oswaldo apoderarse de la potestad de poseer el "auténtico tratamiento literario" de esos años de violencia? A continuación hace declaraciones como "la internacionalización promueve una literatura hacia afuera. Yo sigo escribiendo para el Perú, siempre" Una frase demagógica y prejuiciosa que me permite poner en entredicho las intenciones de Oswaldo para descalificar una obra exitosa (que probablemente él no ha leído, además) como Abril rojo. ¿Celos? ¿Envidia? ¿Intolerancia? Y es que con frases como ésas busca, de manera innecesaria y gratuita, colocar sus libros en competencia con los libros de Santiago. ¿Para qué? ¿Para quién? ¿Quién gana algo con esa competencia absurda y falsa? Todos reconocemos el significado de la obra de Reynoso y somos testigos del ascenso de Santiago Roncagliolo (y de otros jóvenes talentosos como Luis Hernán Castañeda o Daniel Alarcón). Cada uno con su propia carrera y sus intereses particulares. ¿Por qué hacerlos competir entonces? ¿Solo para divertir a algunos cuantos ociosos? La literatura no necesita esos fuegos artificiales.