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Desmesuras de Vigil


[EL COMERCIO] Con el entusiasmo y la desmesura que lo caracterizan, Ricardo González Vigil ha comentado hoy en "El Comercio" el libro Travesuras de una niña mala de Mario Vargas Llosa, publicado reciéntemente por Alfaguara. Con acierto, la reseña resalta las claves literarias, los guiños, que aparecen en la novela: "un expresivo sistema de referencias culturales que no se queda en un "divertimento" metaliterario, sino que asimila genialmente la carga connotativa de las alusiones planteadas". Así, cada uno de los nombres que asume la "niña mala" en sus múltiples transformaciones remiten a obras literarias de Flaubert, de Richardson y de Mishima. También es interesante la identificación que establece Vigil entre Ricardo y la "niña mala", ambos alienados en intentar ser lo que no son, en crearse una identidad negando la anterior, apátridas y huérfanos los dos, aunque los métodos y las ambiciones resulten diferentes.

Sin embargo, es lamentable que nuevamente una reseña suya se eche a perder por su vocación al elogio sin atenuantes, la exaltación antes que la reflexión, y aquella necesidad inexplicable de establecer siempre ránkings o comparaciones entre obras, convirtiendo la literatura en un campeonato mundial o, lo que es peor, una carrera de caballos. Así, leemos por ejemplo que la pareja protagónica es "la mejor retratada de las letras hispanoamericanas" o que la novela misma "se erige como la mejor novela de amor en lengua española". Desde luego, ninguna de esas frases están validadas por argumentos pues es imposible sostener de manera coherente algo así. Más allá del juicio de valor que implica cada aseveración, que siempre puede ser discutible, para sostener la primera debe suponerse que el crítico ha leído toda la literatura amorosa hispanoamericana y para la segunda, toda la escrita en lengua española. ¿Lo ha hecho? Es obvio que no. Lo que Vigil no toma en cuenta es que esas hipérboles innecesarias no solo lanzan una sombra de duda sobre la ecuanimidad y el rigor de su juicio literario, y la responsabilidad con que asume su carrera como reseñista o crítico, sino que incluso desmerecen a la obra que pretende alabar porque la caricaturiza (al calificar de "Dante hispanoamericano" a Enrique Verástegui lo único que hizo fue dar motivo de burlas contra un poeta estupendo que no necesitaba, ni merecía, la desmesura de tal elogio). Un consejo, señor Vigil, hasta de un conejo.
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